Como muchos lo avizoraban desde finales del
año pasado el recién comenzado año promete transcurrir alarmando y asombrando a
los venezolanos y extranjeros. Este año será toda una calamidad a no ser que el
gobierno decida imponer un cambio drástico de rumbo.
No ha transcurrido un mes del 2014 y
observamos que algunas de las angustias más significativas abrazan fríamente el
sosiego de los venezolanos: la delincuencia sigue su ritmo y el gobierno
inaugurando y relanzando nuevos planes para enfrentar una criminalidad contra
lo que ha sido colosalmente incompetente. Muy temprano en este mes nos
alarmamos por la muerte de una actriz venezolana y su esposo, pero casos como
estos, con nombres y apellidos, pero desconocidos para el común de los que aquí
habitamos, acontecen sin que las fibras de la sensibilidad gubernamental se
sientan conmovidas.
El reconocimiento de cuan incapaces han sido
en la instrumentación de una política pública que lleve a disminuir
perceptiblemente la violencia que azota al país los llevó a pedir auxilio a los
gobernantes regionales y municipales, incluidos los opositores. Una decisión tan
obvia y necesaria costó años y miles de muertos a manos del hampa.
Este año comenzó “jugando duro” y golpeando
sin compasión porque así, sabiéndolo y corriendo el riesgo, lo dibujaron los
estrategas del gobierno. Fueron numerosas las advertencias lanzadas por
diversos sectores acerca de lo que se nos vendría si no se producía un cambio
de rumbo. Diversos indicadores ya anunciaban la inviabilidad del modelo
impuesto por Chávez y que Maduro & Company se antojan en mantener:
acentuada escasez que obliga a los venezolanos a hacer largas colas para para
adquirir productos de la canasta básica; una inflación galopante que proseguirá
su tendencia alcista hacia la centena de no corregirse el rumbo. La “guerra
económica” o “saboteo económico” es la que se observa en la productividad de
los fundos zamoranos, en las tierras expropiadas y en las empresas
nacionalizadas por el gobierno.
Maduro abre la posibilidad para el diálogo lo
cual luce loable y compresible dada la enorme crisis que ya comienza a mostrar
sus fauces. Este coctel de violencia incontrolable y crisis económica puede
desencadenar escenarios no deseados. Pero el diálogo no debe estar sujeto a
condicionamientos ni a chantajes. Sí Maduro y su gobierno entienden la
pertinencia de que oficialistas y opositores conversen acerca de los problemas
del país, bienvenido el diálogo pero en condición de iguales. El gobierno debe
anunciar su disposición de oír, reflexionar y discutir lo que la oposición
piensa sobre tan importantes asuntos y viceversa.
Las actuales circunstancias no colocan a
Maduro en la posición de imponer algún tipo de condición para el diálogo, y
mucho menos pretender que la oposición acepte acompañar mansurronamente lo que
considera razón medular de la crisis actual: El Socialismo del siglo XXI.
La crisis es severa e insoportable. Al
gobierno se le agota el oxígeno y los dólares. Eso lo saben ellos y el país
comienza a percibirlo crudamente en las funerarias y en las colas de los vacíos
supermercados.
@leomoralesP
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