La
caída del Imperio Romano y la invasión de los bárbaros, provocaron en Europa un
atraso de diez siglos. En esos tiempos
del feudalismo, conocido como la Edad Media, sólo existían unos pocos nobles
sumamente ricos, y millones de campesinos muertos de hambre. Esta miserable
situación comenzó a cambió cuando las Cruzadas reiniciaron el intercambio
comercial con Oriente y los campesinos se convirtieron en artesanos y
comerciantes iniciando así el proceso llamado burguesía.
De modo que, pese a la fraseología marxista
que trata erróneamente de desacreditar a la burguesía, la clase burguesa
resultó un adelanto que a la larga acabó con el atrasado régimen feudal e
inició el paso al liberador capitalismo.
Sin embargo, durante siglos la humanidad
continuó padeciendo sufrimientos y hambruna con más periodos de vacas flacas
que de vacas gordas, al punto que hace 250 años todos los países del mundo eran
pobres hasta que por fin, en 1780, la revolución industrial de Adam Smith
impuso que el trabajo era lo más importante de la tierra y que debía ser libre,
retribuido según su calidad y garantizado por el Estado. Desde ese momento se
aplicó la fórmula que nunca ha fallado: libertad política más libertad
económica, igual bienestar general. O sea, todo lo contrario al chavismo.
De
repente, se abrieron las puertas a las multitudes para que trabajaran en
beneficio propio, y fue esta creación de riqueza por parte de un creciente
número de individuos emprendedores lo que detonó el desarrollo económico que
cambió el destino hasta entonces nefasto del género humano.
De repente apareció Marx con aquello de
que la humanidad había pasado por las etapas de prehistoria, esclavitud,
feudalismo y capitalismo; y que ahora le tocaba
pasar a la etapa comunista, donde todos serían dueños de todo, no habría
ni ricos ni pobres y ni siquiera existiría el Estado. Todos sabemos lo que
pasó.
Pero en el resto del mundo, surgió el
capitalismo social con su lucha de clases a través de los sindicatos, derecho a
huelga, seguridad social, leyes del trabajo y ciento de reivindicaciones más
(que hoy en día, el chavismo trata de eliminar) que aportaron mayor bienestar y
riqueza a la clase obrera, mientras que los países socialistas se
empobrecieron, quebraron y fracasaron. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto
Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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Excelente artículo. En pocas palabras, plantea muy claramente un par de verdades históricas sobre la economía y su influencia en la sociedad.
ResponderEliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Burgo
ResponderEliminarBurgo es un concepto urbanístico.
Inicialmente, entre los pueblos germánicos y en época romana, el término se aplicaba a pequeñas torres o puestos fortificados.
En la Alta Edad Media designaba a un castillo construido por un señor feudal con fines puramente militares, como avanzadilla o puesto de vigilancia fronteriza. Solían ubicarse en posiciones privilegiadas por su carácter defensivo (como una altura), o en posiciones estratégicas (como un cruce de caminos, el vado de un río o un valle en un paso de montaña). Por extensión, se aplicó el nombre de burgo a las poblaciones que se pudieran desarrollar en torno a estas construcciones. La relativa seguridad que daba a mercaderes y artesanos, no sólo física, sino jurídica (estar libres de la jurisdicción feudal y otras concesiones -por ejemplo fiscales- que se hacían para hacer atractiva la radicación en ellos); hizo que fueran convirtiéndose paulatinamente en poblaciones florecientes con funciones económicas características. Con las mismas características, especialmente en la Baja Edad Media (periodo que ha sido calificado de revolución urbana), también se aplicó el nombre de "burgo" a los barrios que crecían fuera de las murallas de ciudades preexistentes (figura urbanística equivalente a los arrabales de las medinas musulmanas). La palabra "burgués" significaba en su origen "habitante de un burgo".
Su etimología, que comparte la raíz indoeuropea *bhɹgh- ("alto" o "elevado") con la céltica briga- ("ciudad" o "fortaleza") o la tracia bria— ("ciudad"), proviene del germánico *bŭrgs,2 a través del latín burgus. Según Menéndez Pidal debió haber existido cruce de género gramatical y de significado entre el germánico burgs, femenino, “ciudad, castillo”, y el griego πυργο [pyrgo], masculino, “torre, ciudadela”. El mismo autor localiza el uso del término en un autor latino del siglo IV, Vegecio: castellum parvum quem burgum vocant.3 4