Cuando los precios de algún artículo (por
ejemplo, las manzanas) suben, es habitual que los consumidores de manzanas se
preocupen y que muchos de ellos clamen "a voz en cuello" para que el
gobierno "controle" esos precios. Sin embargo, cuando los salarios de
esos mismos consumidores aumentan, jamás se verá que ninguno de aquellos
demande del gobierno -con la misma indignación anterior-, que los reduzca.
Lo
cual es lógico, ya que es normal que todos queramos tener ingresos cada vez más
altos y comprar a precios más bajos. Lo que no es tan simple de percibir a
muchas personas es que sus salarios también son precios, como los de cualquier
otro bien, y que la relación entre el precio de un artículo de consumo
cualquiera y el ingreso (parte de cual se destinará para la adquisición de ese
u otros bienes de consumo), es a lo que se denomina precios relativos. Esto no
cambia, desde luego, si los precios comparados son entre servicios y no entre
bienes. En suma -y como explica Murray N. Rothbard- "los precios
relativos, [son] las relaciones de un tipo de precio a otro".[1]
Pero ¿para qué sirve calcular los precios
relativos o, al menos, prestarles alguna atención? Para Juan Carlos Cachanosky:
"Los precios relativos son las guías que tienen los mercados para evitar
que se produzcan desajustes de gran importancia."[2] Y esto es sumamente
substancial porque:
"En contraste con la hermética
concepción económica neoclásica que separa el dinero y los niveles de precios
de los precios relativos de los bienes y servicios individuales, Mises demostró
que un incremento de la oferta monetaria influye de manera diferente en las
distintas esferas del mercado, y con ello modifica inevitablemente los precios
relativos."[3]
Esto
significa algo que nosotros -y otros antes- explicamos muchas veces: la
inflación distorsiona los precios relativos, y con ello también distorsiona (y
en ciertos casos desfigura completamente) aquella función de "guía de los
mercados" que les otorga J. C. Cachanosky junto con otros grandes
economistas.
Como también dijéramos tantas otras veces, el
papel de la banca central es clave a la hora de las manipulaciones monetarias,
y cualquier decisión que tome la autoridad monetaria repercutirá en forma perjudicial
sobre el mercado:
"Las autoridades de la banca central
solo pueden operar en una de tres direcciones: expandir la base monetaria,
contraerla o dejarla inalterada. Cualquiera de los tres caminos necesariamente
altera los precios relativos, es decir, distorsiona las antes comentadas
señales vitales en el mercado con lo que se malguía a los operadores
económicos, lo cual significa desperdicio de recursos que se traduce en bajas
de salarios e ingresos en términos reales. A estos efectos es del todo
irrelevante si la banca central es independiente del ministro del ramo: de
todos modos estará confrontada entre las tres vías aludidas y,
consecuentemente, conducirán a la desfiguración de los precios de mercado con
los efectos negativos apuntados."[4]
Un error frecuente de los economistas ha sido
-y sigue siendo- atribuir las crisis económicas a la fluctuación de los precios
y así han hablado y siguen hablando de que es "necesario" intervenir
en el mercado monetario a fin de lograr la estabilización del "nivel de
precios". Creen que si los gobiernos no controlan la estabilidad del
"nivel de precios" entonces se producirán las crisis económicas. Hay
dos equivocaciones implicadas en esta convicción de los economistas que así
"razonan", a saber: por un lado es que, en rigor, no es correcto
hablar de "nivel de precios" ya que se trata de una expresión
metafórica tomada de la física, y que no revela lo que exactamente sucede en el
mundo real de los precios, donde no se da verdaderamente "nivel"
alguno. Y por otra parte, el segundo yerro incide en el concepto de
"estabilidad de precios":
"Los partidarios de la
"estabilización" parecen olvidar en el momento de realizar sus
análisis la importancia que tienen los precios relativos en el funcionamiento
del mercado. Se preocupan por mantener estable el "nivel" de precios
cuando, en realidad, es totalmente intrascendente. Si aceptamos que la ley de
Say es válida, entonces las recesiones económicas no se deben a una
insuficiencia de demanda agregada o a un excedente de oferta global, sino que
son el producto de un período durante el cual los recursos fueron mal
asignados, se expandieron ciertas producciones que no deberían haberse
expandido, a costa de la contracción de otras que no deberían haberse
contraído. La recesión se produce cuando los mercados se reajustan, es decir
cuando todos los sectores que se sobreexpandieron quiebran y los que se
achicaron vuelven a crecer."[5]
Las
recesiones son la consecuencia necesaria de la reasignación de los recursos que
fueron mal asignados en virtud del intervencionismo estatal monetario y
crediticio.
Murray N. Rothbard, por otra parte, explica
porque no puede construirse un "índice" que "mida" el poder
adquisitivo, ignorando los precios relativos cuando dice:
"Es inadmisible tratar de agrupar los
cambios en el poder adquisitivo del dólar recurriendo a un único número índice
promedio. Cualquier índice de este tipo evoca una suerte de totalidad de bienes
cuyos precios relativos permanecen inalterados, de modo que un promedio general
podría llegar a medir las variaciones en el poder adquisitivo del dinero mismo.
Pero hemos visto que los precios relativos no pueden permanecer inmutables, y
mucho menos las valoraciones que los individuos confieren a esos bienes y
servicios."[6]
En suma, es hora que los economistas del mainstream
pongan mayor atención en los precios relativos.
[1] Murray N. Rothbard. For A New Liberty, pag. 222
[2] Juan Carlos Cachanosky. "LA CRISIS
DEL TREINTA". Revista Libertas VI: 10 (Mayo 1989) Instituto Universitario
ESEADE pág. 32
[3] Murray N. Rothbard, "La teoría
austriaca del dinero", Revista Libertas Nº 13 (Octubre 1990) Instituto
Universitario ESEADE, pág. 3
[4] Alberto Benegas Lynch (h) "Homenaje a
Juan Bautista Alberdi". (Discurso pronunciado ante la Academia Nacional de
Ciencias). pág. 4
[5] Juan Carlos Cachanosky, "La crisis
del 30" Op. Cit. pág. 32
[6] Murray N. Rothbard, "La teoría
austriaca...". Op. Cit. Pag. 4
Gabriel
S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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