El
Sistema Tributario de China tiene raíces que se pierden en la noche de los
tiempos. Nada hay comparable en el resto del mundo, ni siquiera en los países
más antiguos. Lo que es verdaderamente novedoso en el caso del Imperio del
Medio es la filosofía que inspira los impuestos y la manera en que ellos son
una medida para orientar el desenvolvimiento de la economía y una herramienta ágil
para estimular o para deprimir actividades.
CONFUCIO |
Pero,
más que todo lo demás, es la relación Estado-Ciudadano que se establece entre
el contribuyente y el recaudador lo que diferencia a la sociedad china del
resto. En ese país existe una subordinación cruzada cuando se trata de
tributación.
El administrado sabe que el Estado es capaz de extraer una tajada
de sus beneficios para ser compartidos con la sociedad y se defiende de ellos
usando las armas que tiene a la mano. Pero igualmente el Estado tiene una diáfana
conciencia de que los instrumentos que están a su alcance para meter la mano en
el bolsillo de los ciudadanos y las empresas son armas capaces de revertirse en
su contra si se penaliza a los súbditos más allá de una zona de confort.
El
pensamiento chino con respecto a impuestos se remonta a 500 años antes de
Cristro. Confucio dejó claramente sentado desde entonces que el emperador
chino, “el Hijo del Cielo”, podía perder su poder y su condición divina si
reinaba opresivamente. Con ello se refería a abusar de los tributos
empobreciendo al pueblo. Los límites para la imposición establecieron, desde
aquel entonces, un techo que no podía superar el 10% de la producción.
MENCIO |
Mencio,
quien heredó las condiciones de sabio de Confucio, estableció que tal porcentaje
no era otra cosa que “el Mandato del Cielo”, y dejó sentado el derecho de insurrección en contra de un gobierno
opresivo en este terreno. De allí en adelante, y durante siglos, ha prevalecido
el criterio de que a un pueblo no se le puede dirigir bien si las cargas de los
tributos son excesivas.
China
no es ajena a la modernidad pero ha
hecho un camino diferente al asentar muchas de las actuaciones gubernamentales
de los últimos siglos (e incluso a lo largo de los años cuando se instaló la
apertura como norma y la economía evolucionó hacia una capitalismo de Estado)
en esas máximas de conducta pública consideradas el legado de los sabios.
Lo
que es notorio en estos años de modernismo es que el esquema tributario sigue
siendo liviano para los contribuyentes. En el caso del Impuesto sobre la Renta,
la tasa que cargan a las sociedades nacionales llega a 22%, y la de las
extranjeras a 11%, aproximadamente. De hecho, la tasa de Impuestos sobre la
Renta de las empresas foráneas es un 50% inferior a la de las domésticas, lo
que es proverbial. Y lo que los diferencia notoriamente de los rígidos y
engorrosos esquemas occidentales es su agilidad. La tributación es manipulada
por el gobierno sin mayores formalidades, tanto para estimular como para
deprimir actividades, pero asimismo el sistema de subsidios se usa
profusamente para aliviar la carga de
los contribuyentes, como estímulo a la apertura al exterior y para el fomento
del desarrollo continuo.
beatriz@demajo.net.ve
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