El caradurismo de algunos gobernantes no cesa
de asombrar a los ciudadanos de a pie de todas las latitudes, particularmente
en nuestro patio latinoamericano. Ya no se trata sólo de las consabidas
mentiras, usuales, por lo demás, en todo político que se precie de tal.
Lo que estamos viendo supera con creces lo
conocido.
En la Venezuela del chavismo-madurismo, por
ejemplo, se ha llegado, además, a extremos risibles. Ya nadie se come los
cuentos, incluso los más estrambóticos. Sin embargo, los “cerebros” del G2
bolivariano siguen con sus montajes chambones sobre magnicidios fantasiosos.
Nadie se inmuta ante ellos, y el ridículo que hacen, es la materia prima ideal
para un sin número de chistes. Los guasones están gozando un puyero.
Ciertamente, los despliegues de “creatividad”
discursiva y argumental a que han llegado algunos no tienen parangón, sobre
todo en el manejo de las estadísticas macroeconómicas. En Latinoamérica somos
campeones en la materia. La desvergüenza alcanza cotas insospechadas. No tienen
un mínimo pudor a la hora de hacer apreciaciones retorcidas sobre hechos que
están a la vista de todos; como si la inclemente realidad no golpeará con toda
su contundencia a quien la observa o padece.
Ahí están las cifras maquilladas sobre la
economía, que dan algunos gobiernos, entre los cuales, el nuestro, cuyos
números hasta los organismos internacionales se los han tragado. Recientemente
el presidente del BCV nos hablaba de un crecimiento de la economía venezolana
en este año, que los entendidos no saben cómo fue que lo midieron porque no se
corresponde con los hechos.
No hay duda que los apetitos desmedidos por
mantenerse en el poder a toda costa llevan a estos gobiernos a echar mano de
todo tipo de mentiras. El célebre demagogo de la Grecia antigua, Cleón de
Atenas, queda como un niño de pecho al lado de estos especímenes del populismo
salvaje del siglo XXI.
Lo lastimoso es que aún haya mucha gente
desprevenida que sigue cayendo en sus argumentaciones engañosas y creyendo en
sus falsedades.
En estos días leímos unas declaraciones
insólitas de la señora Kirchner, por cierto, recientemente vapuleada en unas
elecciones primarias, que lucen como el preludio del fin de la era que se
inició con su difunto marido.
CFK, que es así como resumen su nombre y
apellidos en los medios, afirmó en un evento con las fuerzas vivas de
Argentina: “Estamos mejor que Canadá y Australia” y de seguidas pregunta con
desfachatez asombrosa: "¿Por qué nadie pone en discusión la solvencia
fiscal de esos países?"
Y el colmo de los colmos, su Ministra de
Economía, para no quedarse atrás, agregó que su país está mejor que EEUU y
Europa.
De arrancada, uno se ve compelido a releer la
noticia, no vaya a ser que los ojos nos hayan jugado una mala pasada, no en
vano los años han transcurrido. Pero no. La noticia es cierta. CFK, en efecto,
dijo lo que dijo. En apoyo a su aserto, menciona unas cifras macroeconómicas,
que analizadas a fondo, no tienen la entidad para soportar el exabrupto
declarado.
Sin entrarle a la comparación de cifras
estadísticas presentadas por CFK, basta observar la situación real de los
países mencionados para constatar el gran disparate proferido.
¡Cómo se parecen los gobiernos argentino y
venezolano en el uso de las mentiras y de las estadísticas!
Estos casos me hacen recordar al viejo
Churchill. Razón mucha tenía cuando se refería a las estadísticas, frente a las
cuales era muy escéptico. Llegó a decir que ellas sirven como el poste de luz a
un borracho, más de apoyo que de iluminación, y remataba que sólo creía en
aquellas que él podía adulterar.
Definitivamente, en las estadísticas de
gobiernos caraduras no se puede creer.
@ENouelV
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