La
diputada venezolana María Corina Machado ha demostrado defender sus puntos de
vistas sin importar las consecuencias. Posee convicciones y valor para luchar
por lo que cree, lo que la convierte en un ejemplo de ciudadano.
María
Corina enfrenta al difunto déspota en plena Asamblea Legislativa y le dijo en
la cara que su gobierno era un fracaso absoluto y que se había dedicado a expropiar
y que expropiar es robar.
Después
fue brutalmente agredida por los sicarios chavistas que heredan a Nicolás
Maduro, que fingen ser diputados en el órgano legislativo nacional, lo que
tampoco la arredra.
Y
recientemente ha criticado con mucha razón a los gobiernos latinoamericanos
cuando expreso: Nos sentimos absolutamente traicionados. No es comprensible ni
aceptable que estados que han suscrito la Carta Democrática Interamericana no
tengan una respuesta clara y firme. Es una vergüenza que el secretario general
de la OEA, que ha recibido de nuestra parte múltiples comunicaciones, no tenga
ninguna reacción. No es una traición solo a los venezolanos, es una traición a
los principios democráticos.
Las
declaraciones de la diputada Machado son consecuentes con la realidad que ha
vivido este hemisferio, al extremo que se puede afirmar que con la desaparición
del presidente Rómulo Betancourt se extinguió la visión de un continente
comprometido con la democracia, los derechos humanos y las libertades públicas.
El
desaparecido mandatario era capaz de correr los riesgos que fueran necesarios
para defender la democracia más allá de las fronteras nacionales, lo que no
deja de ser una paradoja porque fue el presidente Hugo Chávez, otro venezolano,
quien impulsó la solidaridad hemisférica entre gobernantes populistas y autocráticos.
Cuando
las dictaduras militares ensombrecían el continente, fueron pocos los gobiernos
democráticos que mostraron preocupación por lo que ocurra en la casa del hermano
y si lo hacían, era con extrema timidez.
Las
contadas ocasiones en que un mandatario demócrata de América Latina ha prestado
apoyo a sectores opuestos a otro gobierno latinoamericano, han sido por
complacer a Estados Unidos, por compromisos ideológicos o por algún otro motivo,
muy encriptado en su decisión, por lo que valdría la pena conocer si en alguna ocasión
la solidaridad fue consecuencia de las convicciones democráticas del gobernante.
Nuestros
líderes tienen conciencia telúrica de que la democracia debe ser solidaria y
que el despotismo es una especie de virus para el que ningún pueblo está¡
vacunado y en consecuencia han suscrito documentos como la Carta Democrática
Interamericana y la Declaración de Viña del Mar, que apunta: Reafirmamos
nuestro compromiso con la democracia, el estado de derecho y el pluralismo político,
el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, el imperio
del Derecho Internacional y de los principios consagrados en la Carta de las
Naciones Unidas, pero lamentablemente no practican los compromisos que contraen
en los documentos que suscriben.
Sin
embargo, aparte de la Venezuela que desgobernó Chávez y que destruye Maduro, están
entre otros, los ejemplos de Haití y Cuba, casos en los que la solidaridad
latinoamericana ha brillado por su ausencia.
Haití
padeció la dictadura de los Duvalier por décadas, y lo más que hacían los
gobiernos del hemisferio, y no todos, era darles refugio a quienes huían de los
esbirros conocidos como tonton macoutes.
La
desidia e intereses de José Miguel Insulza le llevan a ignorar las múltiples
violaciones de los gobiernos de Venezuela a su propia constitución y a los
convenios internacionales, pero ese mismo Insulza fue quien promovió que Cuba
fuera de nuevo aceptada en la Organización de Estados Americanos sin que el
gobierno de ese país respete los postulados de la Carta Democrática
Interamericana.
Cuba
ha participado en todas las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de
Gobierno sin haber acatado los Acuerdos de Viña del Mar. Aún más, fue sede de
uno de esos eventos, al que asistió la mayor parte de los presidentes del
continente legítimamente electos.
Después,
en la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, con la
complicidad de todas las democracias del continente, Raúl Castro fue elegido
para dirigir el organismo y ahora como colofón esas mismas democracias están impulsando que
el gobierno de La Habana sea invitado a la Séptima Cumbre de las Américas, a
celebrarse en Panamá¡ en el 2015, a pesar que en la declaración de principios
aprobada en su primer encuentro en Miami en 1994, afirma: Los Jefes de Estado y
de Gobierno elegidos de las Américas estamos comprometidos a fomentar la
prosperidad, los valores y las instituciones democráticas y la seguridad de
nuestro Hemisferio.
María
Corina Machado tiene toda la razón, la doble moral asfixia la democracia y
nuestros políticos deberían asumir sus responsabilidades y defender la verdad
como lo hace la diputada venezolana.
pedroc1943@msn.com
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