En un contexto como el que vivimos en
Cubazuela, la unidad debería centrarse no en una persona sino en torno al
restablecimiento de la democracia.
La guerra que libra el régimen contra la
nación venezolana para anular la resistencia e imponer el Castro comunismo en
Cubazuela cada día se hace más cruenta y daña más a más personas, al punto que
sin temor a exagerar podríamos decir que no hay un sector que no esté afectado.
El régimen no sólo ha convertido a los
venezolanos en extranjeros en su propia tierra –controlados y espiados por cubanos-
sino que les niega sistemáticamente la cualidad de personas. Deshumaniza y
corrompe a la gente a través de su cultura de muerte, de su ética socialista:
odio, mentira, violencia, represión, gozo de la injusticia, resentimiento,
envidia, etc.; mientras, el ilegítimo con el descaro que le caracteriza pregona
la creación de un “Movimiento por la Vida y la Paz” y vende como lucha contra
la corrupción la purga interna, mediante expedientes de corrupción que lleva el
régimen a todos sus miembros para garantizar su lealtad, esta vez contra “el
jefe del Seniat en la Guaira y su banda”. Si fuese verdad que el ilegítimo está
luchando contra la corrupción habría renunciado y pedido la renuncia a todos
los que forman parte de este régimen de horror para que sean enjuiciados por
los crímenes que han cometido.
Los que aspiran a vivir en un ambiente de
justicia, libertad, igualdad y paz para formar familia, ser tratados con
respeto, tener futuro, seguridad, educación libre y de calidad, trabajo digno,
servicios públicos eficientes, salud, independencia,… papel toilet, en fin, los
que aspiran a tener patria y a vivir en democracia deben unirse en torno a su
rescate y no a una persona.
Cada quien debe asumir la responsabilidad
individual de organizarse e influir para promover y preservar su fe y sus
valores, empezando por su entorno más próximo: la familia,
En un ambiente de relativismo, de corrupción
moral como el que vivimos hay que decidir constantemente entre el bien y el
mal, por ello la polarización es inevitable y el diálogo genuino imposible,
porque para que el mal sobreviva la bondad tiene que desaparecer.
Los demócratas tenemos legitimidad en nuestro
empeño de preservarnos libres para poder ser dignos y somos mayoría, usemos
esas fortalezas, reorientemos el discurso hacia la promoción militante y
sistemática en donde quiera que estemos de la fe y de los valores morales.
La lucha por el rescate de la democracia no
puede seguirse centrando, como en los últimos 10 años, sólo en lo electoral,
las elecciones son un instrumento en la alternancia democrática del poder lo
cual no conlleva necesariamente al rescate de los valores morales, no podemos
permitir que el medio se convierta en el fin.
@elinormontes.
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