La
del domingo pasado fue una derrota sin atenuantes. La dirigencia política
opositora no logró que el electorado comprendiera la estratégica importancia de
la jornada. Desde luego que intentó hacerlo, como muchos también lo hicimos
desde nuestras respectivas trincheras. Pero es obvio que el esfuerzo no alcanzó
y que el asunto merece una reflexión libre de analgésicos.
Sí,
son muchas y variadas las causas que explican la abstención: claro que hay
negligencia en el desinterés que tanta gente expresó por el destino de los
gobiernos estadales. Sin embargo, no es correcto ni útil atribuir todo el
problema a quienes, en coyunturas escamadas, como la nuestra, prefieren
replegarse con indolencia.
Un
revés como este no debería admitir proclamaciones que sólo caben en situaciones
normales, muy distintas a las que experimenta hoy el país. Decir, por ejemplo,
que las elecciones regionales siempre convocan menos interés que las
presidenciales resulta, en nuestro contexto, una verdad a medias: lo es, al
menos, en la espinosa lucha contra esta hegemonía "armada hasta los
dientes", que ha pretendido ocultar su mala sangre, arropándose en el
sagrado instrumento del voto.
Ante
los exigentes momentos que nos tocará enfrentar en los meses que se avecinan,
lo ocurrido el 16-D nos formula advertencias muy serias que requieren ser
encaradas sin pausa: el comportamiento de los dirigentes del campo opositor y
el contenido de su discurso político necesitan una urgente reconversión, para
que no haya las estridentes disonancias que, de tan habituales, han terminado
restándole credibilidad al mensaje democrático y unitario.
La
multiplicidad de factores que hacen vida en la MUD -y que tantos valoran
resaltándola como una variedad saludable-, genera también una confusa
multiplicidad de arengas, muchas de ellas contradictorias, y por tanto,
ineficientes para atraer el respeto y la adhesión de los públicos electorales.
Tercamente, los hechos volvieron a evidenciar que la eficacia de la unidad
siempre será limitada si sus componentes siguen despreciando la unidad en el
contenido de sus mensajes, detrás de cuyas diferencias se ocultan pugnas de
mayor enjundia.
Que
una ancha franja de ciudadanos -justo en este instante decisivo de la vida
nacional- no haya quedado convencida de la relevancia de las regionales,
debería provocar un juicioso debate sobre cómo ha de plantearse la comunicación
con los venezolanos en este delicado momento histórico. La oposición jamás
podrá competirle al "proceso" en materia de recursos económicos e
institucionales. A ella sólo le queda el poder y la influencia que pueda
alcanzar la fuerza de su palabra, la de su autoridad moral y la coherencia de
sus mensajes y actuaciones.
Argelia.rios@gmail.com
@Argeliarios
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