La crisis europea es lo
suficientemente grave para tener un impacto adverso en los mercados
internacionales. Lo paradójico es el debate sobre las soluciones propuestas por
líderes de los países en crisis y economistas de diferentes tendencias
ideológicas (intervencionismo versus no intervencionismo estatal),
especialmente su animadversión a las políticas que genuinamente conducen a la
disciplina y, por ende, al progreso. Aunque estén en la ruina, esos líderes
siguen inclinándose por el populismo y el mercantilismo, causa de la ruina
económica de esos países.
Después de la I Guerra Mundial,
la mayoría de las naciones que integran la Unión Europea no se deshacen del
lastre de su victimización y de sus políticas de concesión de privilegios. La
redistribución los lleva a un intervencionismo de Estado ilimitado, incurriendo
en déficit fiscales y deudas que exceden el valor de su producto. Sus políticas
monetarias y financieras llevan a sus bancos a incurrir en riesgos
inimaginables. Tratan de salvarse induciendo a sus bancos centrales a financiar
los déficit imprimiendo dinero de la nada.
Además de que los privilegios
son muy costosos, el Estado agobia al sector productivo, cuando son los
empresarios, con su inventiva y creatividad, quienes crean empleo.
Para salir de esa trampa,
generar progreso e incorporar los individuos al bienestar, hay que procurar que
sean el trabajo y la productividad los que lo hagan. De otra manera, el Estado
otorga privilegios indebidos a grupos de presión. Existen múltiples ejemplos
exitosos -como Hong Kong y Singapur- que, a pesar de la crisis de los
desarrollados, crecen, generan empleo, poseen una inflación baja y un sector
externo fuerte, por su disciplina fiscal y monetaria y por las libertades
económicas que promueven, las cuales delinean el camino hacia el progreso. Esta
ruta es la siguiente:
1. Respeto a la propiedad
privada. El individuo debe quedar protegido de confiscaciones e invasiones de
acuerdo con la Constitución y la Ley.
2. Lucha contra la corrupción.
Existencia de un Poder Judicial independiente del Ejecutivo, insobornable,
capaz de defender con fuerza, transparencia, eficiencia y rapidez, la propiedad
privada y el cumplimiento de los contratos, y apto para castigar a quienes
ilegalmente confiscan la propiedad privada.
3. Regulaciones eficientes y
flexibles con libertad y facilidades, por ejemplo, para comenzar un negocio y
operarlo, pero también para liquidarlo si no funciona.
4. Gobierno limitado que
proteja la propiedad privada, los ciudadanos, el territorio, y vigile el
cumplimiento de la Justicia. No debe ser empresario, ni prestar servicios de
electricidad, agua, teléfono, salud, educación o incluso, de infraestructura. Las
empresas de producción y de servicios deben ser privadas.
5. Libertad laboral:
competencia en función de méritos, eficiencia, experiencia, productividad y
movilidad; renuncia o despidos de mutuo acuerdo.
6. Libertad monetaria y
financiera. Los gobiernos, mediante los bancos centrales, han generado crisis
financieras continuas y ciclos económicos pronunciados: recesiones, depresiones
y prosperidad económica artificial. Un ejemplo reciente es lo que ocurre desde
2008 en Estados Unidos y en Europa. Las políticas adoptadas son erradas. El
único camino para solucionar la crisis es regresar a lo que fue un verdadero
éxito, el patrón oro clásico, que prevaleció en los siglos XIX y principios del
XX. Retornar a un sistema bancario y financiero donde se les exija a los banco
mantener un coeficiente de reservas de 100% para los depósitos a la vista y se
permita el desarrollo de un mercado de intermediación a través de productos
(bonos, acciones, certificados, papeles comerciales, etc.) con calificaciones
de riesgo genuinas. Esto llevaría a un mercado dinámico y eficiente. Dicho
sistema respondería a normas y principios tradicionales del Derecho, evitaría
las crisis económicas, bancarias y financieras, muy comunes después de que se
abandonó el patrón oro.
7. Un país que busca generar
empleos y progreso, adicionalmente, está obligado a la apertura de los mercados
de bienes, inversiones y capitales. Los individuos y las empresas deben tener
la libertad de movilizar sus recursos de acuerdo con sus objetivos, sin restricciones,
ya que estas son las que generan desempleo y corrupción. Por el contrario, las
libertades crean empleo y fomentan la productividad y el progreso, que es lo
que Europa pide a gritos.
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