Río Negro - 14-Jun-12 - Opinión
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Editorial
El turno de España
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Editorial
El turno de España
Aunque los voceros del gobierno de Mariano Rajoy insisten en que lo que acaba de recibir España de sus socios europeos no es un "rescate bancario" sino una "línea de crédito" –de aproximadamente 125.000 millones de dólares– que a su modo refleja la confianza ajena en el futuro económico de su país, la mayoría de sus compatriotas entiende que hasta nuevo aviso su gobierno, lo mismo que los de Grecia, Irlanda y Portugal, tendrá que prestar atención a las órdenes procedentes de Bruselas, cuando no de Berlín.
No se equivocan quienes señalan que el dinero debería servir casi exclusivamente para salvar al sector financiero, en especial la parte conformada por las "cajas de ahorro" regionales, que estaba hundiéndose debido al estallido de una burbuja inmobiliaria gigantesca, pero si bien la falta de crédito está en la raíz de una catástrofe económica que ha llevado la tasa de desempleo al 25% de la población supuestamente activa, pocos creen que el dinero aportado por los demás europeos resulte suficiente como para poner en marcha un proceso de recuperación. Muchos temen que, por el contrario, el mero hecho de que España haya necesitado un paquete de ayuda tan grande tenga consecuencias negativas, ya que los habitualmente escépticos mercados lo interpretarán como evidencia de la incapacidad de su gobierno e instituciones financieras para honrar sus obligaciones, y que como resultado sea forzoso aplicar medidas de austeridad aún más severas que las ya tomadas.
El desastre económico español, a diferencia del griego, no se debe a una combinación de mentiras en torno al estado real de las cuentas nacionales con programas sociales demasiado generosos sino al optimismo excesivo de quienes lograron convencerse de que la prosperidad dependía de la continuación de un boom de construcción alocado que dio a su país una cantidad fenomenal de edificios nuevos que con pocas excepciones aún quedan vacíos. Apostaron al consumo sin prestar la debida atención a la productividad, una fórmula que pareció funcionar muy bien por algunos años pero que no los preparó para enfrentar el período de nerviosismo financiero que se inició en el 2007 y se agravó el año siguiente luego del desplome del banco de inversión Lehman Brothers. A partir de entonces, la Eurozona ha visto una "huida a la calidad" al optar los ahorristas e inversores por sacar su dinero de los bancos de los países del sur periférico para depositarlo en instituciones a su entender más confiables en Alemania o, fuera de la Eurozona, en Suiza, el Reino Unido o Estados Unidos. Mientras persistan dudas en cuanto a las perspectivas del euro, revertir esta tendencia no será del todo fácil, pero a menos que reaparezca el crédito a tasas soportables las economías de la franja mediterránea de la Unión Europea no podrán recuperarse.
Para algunos en nuestro país, entre ellos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo que está sucediendo en buena parte de Europa ha sido motivo de satisfacción. También lo ha sido la idea de que les convendría emular a la Argentina negándose a pagar sus deudas y liberándose de las condiciones impuestas por el FMI o por Alemania. Sin embargo, no se puede comparar la situación en que se encuentran países acostumbrados a un nivel de vida relativamente elevado y un alto grado de cohesión social con la imperante en la Argentina de diez años atrás. Por lo demás, aun cuando España, Grecia, Portugal e Italia contaran con recursos naturales tan abundantes como los nuestros, no bastarían como para permitirles generar los ingresos que precisarían para recuperarse pronto en términos macroeconómicos. Incluso en Grecia, la mayoría es plenamente consciente de dicha realidad, razón por la que quiere continuar en la Eurozona a pesar de las dificultades humillantes que tal actitud ya le ha supuesto. Asimismo, los mejor informados sabrán que en la actualidad nuestras perspectivas no lucen tan brillantes como algunos habrán creído, puesto que al manipular las estadísticas oficiales los encargados de manejar el "modelo" nacional y popular se las han arreglado para emular a sus equivalentes griegos y, lo mismo que los españoles, se abstuvieron de aprovechar los años de crecimiento consumista impresionante para llevar a cabo reformas destinadas a fomentar una mayor productividad por no creerlas necesarias.
El desastre económico español, a diferencia del griego, no se debe a una combinación de mentiras en torno al estado real de las cuentas nacionales con programas sociales demasiado generosos sino al optimismo excesivo de quienes lograron convencerse de que la prosperidad dependía de la continuación de un boom de construcción alocado que dio a su país una cantidad fenomenal de edificios nuevos que con pocas excepciones aún quedan vacíos. Apostaron al consumo sin prestar la debida atención a la productividad, una fórmula que pareció funcionar muy bien por algunos años pero que no los preparó para enfrentar el período de nerviosismo financiero que se inició en el 2007 y se agravó el año siguiente luego del desplome del banco de inversión Lehman Brothers. A partir de entonces, la Eurozona ha visto una "huida a la calidad" al optar los ahorristas e inversores por sacar su dinero de los bancos de los países del sur periférico para depositarlo en instituciones a su entender más confiables en Alemania o, fuera de la Eurozona, en Suiza, el Reino Unido o Estados Unidos. Mientras persistan dudas en cuanto a las perspectivas del euro, revertir esta tendencia no será del todo fácil, pero a menos que reaparezca el crédito a tasas soportables las economías de la franja mediterránea de la Unión Europea no podrán recuperarse.
Para algunos en nuestro país, entre ellos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, lo que está sucediendo en buena parte de Europa ha sido motivo de satisfacción. También lo ha sido la idea de que les convendría emular a la Argentina negándose a pagar sus deudas y liberándose de las condiciones impuestas por el FMI o por Alemania. Sin embargo, no se puede comparar la situación en que se encuentran países acostumbrados a un nivel de vida relativamente elevado y un alto grado de cohesión social con la imperante en la Argentina de diez años atrás. Por lo demás, aun cuando España, Grecia, Portugal e Italia contaran con recursos naturales tan abundantes como los nuestros, no bastarían como para permitirles generar los ingresos que precisarían para recuperarse pronto en términos macroeconómicos. Incluso en Grecia, la mayoría es plenamente consciente de dicha realidad, razón por la que quiere continuar en la Eurozona a pesar de las dificultades humillantes que tal actitud ya le ha supuesto. Asimismo, los mejor informados sabrán que en la actualidad nuestras perspectivas no lucen tan brillantes como algunos habrán creído, puesto que al manipular las estadísticas oficiales los encargados de manejar el "modelo" nacional y popular se las han arreglado para emular a sus equivalentes griegos y, lo mismo que los españoles, se abstuvieron de aprovechar los años de crecimiento consumista impresionante para llevar a cabo reformas destinadas a fomentar una mayor productividad por no creerlas necesarias.
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