Durante los últimos 14 años avanzamos hacia la dictadura usando medios democráticos e imaginamos el paraíso comunista sin renunciar a la grosera concupiscencia que hacemos de los recursos e instrumentos del capitalismo. Es lo característico de esa baratija que nos venden como oro y titulan socialismo del siglo XXI
No es ocioso recordar que Vaclav Havel,
fallecido expresidente checo, luego de padecer la experiencia comunista de su
nación, reclama construir sociedades al servicio de la verdad. ¡Y es que el
comunismo corre a contravía de la ética de la democracia, que demanda medios
legítimos para fines legítimos, no lo contrario ni a la inversa¡
También el Papa Ratzinger predica, en su
célebre encíclica Caritas in veritate, que "defender la verdad, proponerla
con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas y exigencias
insustituibles de la caridad", en otras palabras, del respeto y amor por
nuestros semejantes.
Los venezolanos, cabe decirlo como autocrítica,
nos acostumbramos a trajinar con la mentira, alegremente. Por un defecto de
genética social y política adherimos con normalidad y a costa de nuestra
dignidad a los traficantes de ilusiones, a los mesías, quienes hablan y nos
distraen -nos ayudan a escapar de la realidad- mientras las aguas fétidas pasan
a nuestro lado; que eso son y han sido los "gendarmes necesarios" de
los que trata la sociología pesimista de Laureano Vallenilla.
Durante los últimos 14 años avanzamos hacia la
dictadura usando medios democráticos e imaginamos el paraíso comunista sin
renunciar a la grosera concupiscencia que hacemos de los recursos e
instrumentos del capitalismo. Es lo característico de esa baratija que nos
venden como oro y titulan socialismo del siglo XXI.
Acostumbrados a vivir de la mentira y
solazarnos con ella, a nuestro lado ocurren 19.000 homicidios cada año y
pensamos que quien miente es el juez Aponte al dibujarnos como narcorrepública,
en cuya construcción él participa aliado con o bajo la tolerancia de los demás
poderes públicos.
Dado lo cual llega otra vez y de sus viajes repetidos a La
Habana el prestidigitador de nuestra comarca, y crea otras ilusiones que nos
distraen. Anuncia nuestro retiro de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos para el rescate de nuestra soberanía patria maltratada por el Imperio.
Y el engaño se hace espacio y lo expanden los plumíferos de esta enorme cárcel,
gobernada por pranes, en la que se ha convertido Venezuela.
Uno y otros afirman que la Comisión es pagada
por Norteamérica. Falso, pues los aportes mayores al magro presupuesto de ésta
provienen de donaciones europeas y latinoamericanas.
Arguyen que EEUU no se
somete a los dictados de la Comisión. Falso, pues si bien dicho Estado no es
parte de la Convención Americana de Derechos Humanos, la Comisión, que es
órgano de ésta, también lo es de la OEA, que es cosa distinta. No pocas veces
la CIDH dirige sus quejas a la Casa Blanca por violaciones de derechos humanos
en territorio norteamericano, tanto como lo hace al Palacio de Miraflores.
Dicen los áulicos de nuestro ilusionista
barinés, además, que la Comisión sólo conoce los casos de ricos y empresarios.
Falso de toda falsedad. Todos los casos tratados por la Comisión y las mismas
decisiones de la Corte tienen que ver con muertos y desaparecidos, con víctimas
de torturas o de malos tratos carcelarios, con el uso abusivo de la justicia
militar para perseguir a civiles, en su mayoría víctimas de dictaduras
latinoamericanas. Y se trata de gente pobre, como los caídos en El Amparo o
durante el Caracazo, en plena democracia venezolana y que motivan la condena de
nuestro Estado como responsable internacionalmente.
Cierran su hemorragia de falsedades -que
muestran desprecio profundo por la gente común, ignorante de estas exquisiteces
diplomáticas- señalando, por si fuese poco, que la Comisión la carga contra los
sandinistas y no contra Somoza, siendo que es ella y la OEA las que le dan la
estocada mortal al dictador nicaragüense bajo liderazgo venezolano y en tiempos
de Luis Herrera. Agregan que la manida Comisión no apoya a Zelaya ni atiende su
denuncia cuando es derrocado como presidente de Honduras. Más que falso. Ningún
caso dentro de la CIDH logra saltarse los plazos a los que están sometidas las
más de 5.000 denuncias que hoy cursan contra los demás países del hemisferio
-las de Venezuela no llegan al centenar- como el del pintoresco expresidente.
Los informes que emite la Comisión contra
Honduras son de antología, salvo por una diferencia. El sucesor de Zelaya
prefiere padecer la andana de críticas que le dirigen los comisionados y hasta
les permite visitar el territorio hondureño, en tanto que nuestro gobernante
enfermo no los acepta. ¡Ya lo veremos pidiéndoles auxilio una vez como llegue
al fin de su abismo y para que le protejan como lo hacen aquéllos el 11 de
abril, a pesar de que lo niegue tozudamente, engañándose a sí mismo¡
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