Hoy, Brasil es, en términos de béisbol, un
jugador de grandes ligas. Está ubicado en el sexto o séptimo lugar como
economía. Es el receptor más grande de inversiones extranjeras en la región
latinoamericana, su modelo económico-social cuenta con la admiración de muchos
y es ejemplo a seguir para algunos políticos. Su búsqueda de hegemonía en
Suramérica no es un secreto y de alguna manera ha querido hacerle contrapeso a
EEUU en el hemisferio.
Brasil pertenece a ese grupo de nuevas
potencias emergentes, los BRICs (Brasil, Rusia, India y China), cuya influencia
global ha aumentado en las últimas décadas.
Tiene aspiraciones para entrar en el Consejo
de Seguridad con derecho a veto al igual que los cinco grandes, ha participado
en conflictos más allá de las fronteras regionales y se ha concertado con
países de otras latitudes de cara a problemas internacionales muy sensible
(caso Irán y armas nucleares).
Ciertamente, los brasileños tienen una
audiencia y prestigio global que los coloca en puesto destacado en el concierto
de las naciones.
No obstante, no son pocos los analistas y
observadores de su realidad económica, que de un tiempo a esta parte comienzan
a ver nubarrones en su futuro, si no toma ciertas medidas correctivas.
Eso que los economistas llaman los ciclos
serían las causas de un pronóstico no muy halagüeño para ese país vecino y
determinante en nuestro vecindario.
El año pasado, el venezolano Moisés Naím, se
preguntaba si Brasil no era una burbuja (El País, 1 de Mayo de 2011). Señalaba
que a pesar de los grandes avances en la ampliación de la clase media, mediante
la eliminación de la pobreza en amplios sectores de la población y una mayor
prosperidad general, se observaba una sobrevaluación de la moneda, “la más sobrevaluada del mundo”, lo cual
junto a otros aspectos (expansión del crédito y el gasto público), ha
sobrecalentado la economía, siendo esto motivo de preocupación para las
autoridades gubernamentales. Concluía el artículo advirtiendo que “La euforia y
la complacencia son las enemigas más amenazantes para el exitoso Brasil de
hoy.”
Más recientemente, el ex Ministro de Finanzas
chileno, Andrés Velasco, señala que a finales del 2011 el crecimiento que venía
siendo espectacular, se estancó, aunque se prevé para 2012 uno de 3,5% o menos.
En cualquier caso, la economía viene arrastrando
problemas de productividad no resueltos. Hay ciertas reformas tributarias y
laborales que no han sido instrumentadas. Algunos indican la necesidad de invertir
en innovación tecnológica para alcanzar un mayor valor agregado de los
productos, lo que le permitiría competir mejor en los mercados internacionales
con los productos chinos, coreanos o indios. De no ponerse en práctica estos
cambios y permanecer amarrados a las materias primas, Brasil correría el riesgo
de quedar rezagada como economía a mediano plazo.
A Brasil algunos la llaman “Belindia”, a medio camino entre un país
como Bélgica y la India. Ciertamente, su
PIB lo coloca en el puesto 7º mundial, pero también está en materia de
competitividad en el 53, tiene un bajo PIB per cápita (9.390 US-dólares), y
según el índice Doing Business (Banco Mundial) se encuentra ubicado en el
puesto 126 de 183 economías analizadas.
A pesar de esos pronósticos y advertencias
económicas, en lo político, Brasil goza de una estabilidad y gobernabilidad que
le confieren los consensos entre las fuerzas políticas más importantes, la
vigencia del Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos.
No obstante, vastos sectores de la población
siguen al margen de los beneficios de una economía que ha crecido mucho, sobre
todo, a partir de las políticas del ex presidente Fernando Henrique Cardoso,
continuadas por Lula Da Silva.
Un problema serio parece ser también el de
los altos niveles de corrupción, aunque el país no parece resentir mucho ese
asunto.
En el hemisferio, Brasil es un actor de
primer orden. Las relaciones con EEUU, aunque cordiales, civilizadas y no
pugnaces, no han estado exentas de ciertos roces en los últimos tiempos, en la
ocasión de varios temas. En los días que corren, la Presidente Dilma Rouseff
fue recibida por el Presidente Barack Obama, y se señala como motivo principal de
la visita el tema monetario. Se ha señalado que la alta liquidez internacional
que sería provocada por los países más desarrollados, podría afectar negativamente
la competitividad de países emergentes como Brasil, y esto requiere de medidas
concertadas entre los países.
El Gobierno brasileño
acusa a EEUU y a China de promover una guerra cambiaria para aumentar sus
exportaciones.
En cualquier caso,
Brasil y EEUU han mantenido y consolidado sus relaciones no solo en el campo
económico, sino también en otros como el político-hemisférico y el educativo, a
pesar de las divergencias.
Para sus vecinos, el papel futuro que juegue
Brasil es muy importante. Está claro el particular interés que ha puesto en
iniciativas como UNASUR, cuyo futuro no aparece muy despejado, habida cuenta de
las distintas ópticas y opciones que se manejan en la región. A Venezuela,
particularmente, importa mantener las mejores relaciones con ese país, sobre
bases civilizadas, reciprocidad y autonomía, desde una posición oficial que
esté alejada del personalismo, de posturas ideologizadas y mucho menos de
conductas pendencieras con el resto de los actores de la región.
Twitter: @ENouelV
Email: emilio.nouel@gmail.com
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