Los resultados
que anunciaban las encuestadoras más prestigiosas para la primera vuelta de las
elecciones francesas se dieron. La diferencia entre Sarkó y Hollande fue
mínima. Entre ellos dos se decidirá el asunto.
El candidato socialista consigue el 28%y el centroderechista se hace con el 26% |
Sin embargo, la
fuerza política que surge como fiel de la balanza para dentro de una semana, es
la representada por la señora Marine Le Pen. Superó con mucho la más alta
votación de su padre. Logró un 18 % del total. El 50 % de los no profesionales,
que no tienen un diploma, voto por ella. También el 20 % de los jóvenes. El 26
% de las personas entre 35 y 49 años y de las comunidades rurales.
Sin duda, un
resultado que tiene preocupada a las autoridades de la Unión Europea en
Bruselas, habida cuenta del discurso antieuropeísta y ultranacionalista de
aquella.
Si esta fuerza
política mantiene el apoyo obtenido o lo aumenta para las legislativas de
junio, la dinámica de la política francesa sufrirá cambios importantes.
Para los candidatos
finalistas, conquistar una tajada importante de los votantes de las opciones
descartadas es trabajo duro y complejo que los estrategas electorales de los
equipos en liza están ejecutando.
Ir o mantenerse
en el centro o desplazarse a los extremos son cursos no exentos de riesgo.
Sarkozy y Hollande, y sus asesores, no la tienen fácil.
Las alianzas y
acuerdos están planteados, sobre todo con vista a las legislativas.
¿Qué dice la
gente al respecto?
El 64 % de los
que votaron al Presidente se inclinan por acuerdos entre Unión por un
Movimiento Popular (UMP), partido de Sarkozy, y el Frente Nacional de Le Pen.
El 59 % de los votantes de esta última piensa lo mismo.
Por otro lado, un
sondeo de OpinionWay, citado por Les echos, indicaría que el 64 % de los
franceses se oponen a una eventual alianza entre UMP y FN. Los sondeos
recientes siguen dando el triunfo a Hollande sobre Sarkozy (intención de voto:
54 % a 45 %), aunque debe decirse que el último salió bien parado de la primera
vuelta, habida cuenta de que fue el blanco de ataque de todos los candidatos.
Según estos
sondeos, los votantes de Le Pen, sólo en un 45% se pronuncian por el Presidente
y 23% por el retador. Se abstendría el 32%.
De los votantes
de Bayrou, que quedó en el cuarto lugar, el 37% se inclinaría por Sarkozy y 33%
por Hollande. El 81% de los del petit Chávez francés, Melenchon, votarían por
Hollande.
Por otro lado, la
mitad de los franceses (50%), desearía que ganara Hollande.
No obstante,
sabemos que las vueltas que da la política nos podrían traer sorpresas. Y el
tema de las alianzas posibles, las abstenciones de parte de los que votaron en
la primera vuelta y la movilización de los que no lo hicieron, pueden producir
resultados diferentes a los de los sondeos, colocando las diferencias entre los
dos candidatos más pequeñas de lo que aparentan.
Más allá de estos
temas político-numéricos, la posibilidad cierta de que la izquierda moderada
socialdemócrata, de capa caída en los últimos tiempos en esa región, llegue al
poder en un país de tanta importancia mundial y europea, no es asunto menor.
Y lo es, no
porque tal triunfo electoral pueda tener significación para los que se
adscriben o simpatizan con esa corriente política mundial, sino por las
políticas que adelantaría un gobierno socialista, habida cuenta del berenjenal
fiscal-financiero en que está metida Europa en la actualidad.
Es posible que
Hollande enfrente las orientaciones financieras que hasta ahora han impuesto en
Europa el duo Merkel-Sarkozy, lo cual no deja de ser preocupante toda vez que
se podría desencadenar un debate que afectaría la necesaria gobernabilidad en
la zona y la percepción que de ésta se tenga en los mercados.
Quisiera pensar
que las consignas o planteamientos, algunos anacrónicos, que al calor de lo
electoral se han emitido, no sean los que inspiren las políticas que se
instrumenten y ejecuten. Serían contraproducentes, no sólo para los franceses
sino para la Unión como un todo. Y el buen funcionamiento de la Unión interesa
a la economía planetaria. Los efectos negativos de las crisis de los países,
tarde o temprano, trascienden las fronteras. El efecto de contagio está más que
demostrado con las crisis anteriores. De hecho, la que padecen los europeos es
también consecuencia de otras generadas en contextos distintos.
La globalización
nos ha hecho partícipes de un mundo cada vez más interdependiente e
interconectado, que exige igualmente salidas conjuntas a todos los desafíos que
la vida planetaria nos presenta.
No es tiempo de
pócimas mágicas, de ensoñaciones ideológicas o nacionalismos estériles. Se
imponen soluciones realistas a tan graves problemas. Sólo el esfuerzo
productivo, políticas de crecimiento, la elevación de la competitividad, el
impulso al desarrollo tecnológico y el manejo racional (austeridad) de los
recursos públicos, pueden sacar adelante a los países europeos que están
experimentando situaciones fiscales y financieras críticas.
El panorama no
luce fácil y las opciones son muy discutidas. Las posiciones encontradas
tendrán que buscar un punto de equilibrio. Habrá que hacer un gran esfuerzo
para acordar un camino conjunto que no se lleve por delante los logros de la
Unión.
Y no hay que
olvidar que estas crisis son el caldo de cultivo de las más horrendas derivas
antidemocráticas o totalitarias. Y ya sabemos de la debilidad intrínseca de los
regímenes políticos libres. No son pocos los movimientos de ideologías
demenciales que tienen vida en Europa.
Sólo nos resta
esperar que en Francia -gane quien gane- el nuevo gobierno asuma sus
responsabilidades con una visión pragmática, moderna y acorde con las graves
circunstancias que vive esa región.
Emilio
Nouel
emilio.nouel@gmail.com
@EnouelV
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