2011 ha sido malo para
Venezuela. Esto no puede continuar. Catorce años de la peor gestión de gobierno
en la historia de la república han generado una fatiga enorme. El anhelo de
cambio sólo es superado por la decisión de luchar para alcanzarlo. El tipo lo
sabe. No estará demasiado preparado en nada, pero es astuto, tiene olfato y no
olvidemos la reciente afirmación de Héctor Abad según la cual, la audacia es la
inteligencia de los brutos. Aunque disminuido, no se rinde. Trata de convertir
la lucha contra el desenlace cantado de la enfermedad que lo consume, en la
epopeya de la cual carece. No es Stalin, ni Mao, ni Fidel, ni el Ché, ni
ninguno de los revolucionarios contemporáneos que grabaron su épica con sangre.
No, éste fue elegido para un período de cinco años sin reelección. Ha
permanecido tanto tiempo gracias al disimulo y la mentira, al chantaje, la
corrupción y la amenaza, al dinero negro que maneja sin controles y a una
nación pacífica e ingenua, excesivamente confiada, hasta que los males de este
tiempo tocaron a las puertas de políticos distraídos o sobornados y del
ciudadano común, víctima de los mayores índices de criminalidad, costo de la
vida y desempleo del continente.
En su lucha por permanecer en
el poder mientras le de la gana y la salud se lo permita, apela a todos los
recursos del poder. Llega al extremo de forzar decisiones del Tribunal Supremo
de Justicia, inconstitucionales y fuera de competencia, para despenalizar
delitos ordinarios, vulgares robos, invasiones de tierras, apropiaciones
indebidas calificadas y cualquier cantidad de desafueros que provocan una
anarquía sin precedentes, para decir lo menos. Con la muerte del Derecho
desaparecen la democracia y la decencia en lo político, económico y social.
Entre sus propios seguidores hay tristeza y lástima, ante la imagen y acciones
del “comandante” desesperado por aparentar. Esto no significa que esté caído o
por caer en lo inmediato. No es fácil. Lucha con todo, sin ley y sin ética,
para conservar el poder con el apoyo incondicional, hasta ahora, de sus
cómplices inmediatos.
El ambiente es de transición.
Lo que se discute es si la normalidad democrática se logrará por las buenas
mediante el voto o por las malas cuando, a pesar del voto, el tipo pretenda
desconocerlo. Puede enloquecer, incrementar los niveles de represión física e
institucional y tendrá que ser derrotado en todos los terrenos. En cualquier
escenario el papel de nuestras fuerzas armadas será fundamental. Estamos en
Latinoamérica. Nuestros militares no son marcianos. Sufren igual que los
civiles, pero en silencio. Así como nos calamos un gobierno como éste, ellos se
calan unos mandos igualitos o peores que su mismo jefe. Allí se cambio el
mérito por la lealtad perruna. Grave error. La oficialidad quiere cumplir el
sagrado juramento de “Sostener y defender, cumplir y hacer cumplir la
Constitución y Leyes de la República”. Así será.
oalvarezpaz@gmail.com
Lunes, 18 de diciembre de 2011
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