No es cristiano alegrarse por las desgracias de un prójimo y mucho menos por la muerte de alguien. Pero cuando ese alguien es el autor o el responsable directo de la muerte de muchos, resulta difícil contener un respirito de gozo. Eso nos ocurrió cuando Raúl Reyes fue dado de baja y cuando Manuel Marulanda falleció entiendo que de muerte natural. Ahora la noticia de la muerte del “Mono Jojoi” nos produce, no ya un respirito, sino un respiro profundo de gozo porque ha sido eliminado un ser cuya maldad y crueldad no tenía límites.
El prontuario de este elemento comprende no menos de 100 acciones terroristas (emboscadas, ataques a localidades indefensas, secuestros y asesinatos de civiles indefensos, de figuras políticas, de empresarios industriales y ganaderos, de oficiales y efectivos de la fuerza pública, toma de aviones, sabotajes infraestructuras civiles y oleoductos, voladuras de vehículos en zonas urbanas y en instalaciones militares, y muchos otras atrocidades que nos tomaría mucho espacio enumerar.
La perversa actividad desarrollada por este tenebroso personaje dio lugar a que en su contra pesaran 62 órdenes de captura, doce medidas de aseguramiento, cinco condenas, dos peticiones de extradición y 25 investigaciones preliminares por los delitos de narcotráfico, terrorismo, secuestro, constreñimiento ilegal, lesiones personales, asalto, extorsión, conspiración en actividades de narcotráfico y secuestro, hurto, porte ilegal de armas.
En estos últimos días la televisión ha mostrado documentales - seguramente los hizo prepara el mismo mono - en los cuales se aprecian vistas de los campamentos y las “jaulas” o mejor, los corrales, en los cuales mantenía encerrados a cientos de rehenes. Esas vistas no son muy diferentes a las de los campos de concentración nazis que uno ha visto en noticieros y películas.
No en vano el Presidente Juan Manuel Santos afirma que la muerte de este sanguinario jefe guerrillero constituye el golpe más contundente y certero que se le ha dado a las FARC. “El símbolo del terror en Colombia ha caído” dijo Santos.
En el campamento donde fue abatido Jojoi fueron recuperadas 20 computadoras y más de 60 memorias USB (pen drives) que seguramente contienen información abundante acerca de las actividades que desarrolla la narcoguerrilla colombiana. Las autoridades colombianas esperan también extraer de ese material electrónico información valiosa acerca de la ubicación de los campamentos donde se encuentran las víctimas de los secuestros ordenados por ese sádico bandolero.
Seguramente obtendrán también datos importantes acerca de las conexiones y los vínculos de la guerrilla con algunos gobiernos entre ellos el nuestro. Esto último lo manejará el gobierno colombiano con mucha prudencia para evitar provocar reacciones destempladas y soberbias que pongan de nuevo en riesgo las relaciones bilaterales. Pero la información estará allí y en algún momento trascenderá.
A propósito de esto último, saliéndome brevemente del tema central de este artículo no deja de llamar la atención que una de las causales por las cuales el Procurador General de Colombia destituyó a la senadora Piedad Córdoba y la inhabilitó políticamente por 18 años es porque “se constató que ella instruyó y solicitó a las FARC que suministraran pruebas de vida de los secuestrados con el fin de favorecer a gobiernos de otros países”.
No requiere mucho esfuerzo adivinar a cual gobierno y de cual país se refiere la decisión de la Procuraduría colombiana.
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