Quien suscribe no es andariego del sendero de la política, ni siquiera un diletante de ella, la concibe compleja en extremo y exigente al máximo en dedicación, valor personal y demandante de una enorme dosis de presencia pública que impone el abandono de ese bien preciado que es el anonimato.
Sólo la sensibilidad ante el denodado esfuerzo de una juventud y de otros no tan jóvenes, pero como aquéllos, decididos a no ser simples observadores del acontecer político, sino participantes activos porque instituciones de trascendencia histórica, en las cuales se forjó la verdadera nacionalidad, dejen de ser centros domesticados por el poder omnivalente de un caudillo nacido de esa extraña mixtura de golpe de estado y urnas electorales.
Esos hombres se empinaron por encima de una ley electoral fraudulenta, diseñada por el cálculo y la falta de escrúpulos, cuya esencia consistió en dispersar los votos de la oposición en aquellas localidades baluartes para ella y concentrar los votos gubernamentales en aquellos espacios geográficos elaborados artificialmente, aumentando o disminuyendo el número de diputados y el volumen de votos requeridos para su elección, a su más completo yarbitrario antojo.
El propio caudillo se encargó de bendecir o rechazar a quienes habían sido propuestos por la militancia de base e inclusive designar a sus elegidos para los puestos salidores, obviando cualquier consideración distinta a su voluntad.
Utilizó sin ambages de ninguna naturaleza a favor de sus candidatos, todo el poder que su condición de Jefe del Ejecutivo le confiere, abandonó por completo sus funciones de gobierno para dedicarse a la campaña electoral, figurando y pensando por sus apadrinados asumió el riesgo electoral e hizo uso abusivo, como acostumbra, de los medios públicos y privados.
Las agresiones selectivas contra luchadores sociales destacados, como fueron los casos de Paraqueima en El Tigre, Wilmer Azuaje en Barinas, Iván Olivares en Caracas, completaron el tramado estratégico revolucionario.
Luego de más de ocho horas de cerradas la mayoría de las mesas electorales, el complaciente e ineficiente CNE dio el primer y único boletín hasta ahora, por demás incompleto y manipulado mediáticamente, al omitir intencionalmente el número de votos en cada estado y destacando en votos absolutos una ligera mayoría del partido de gobierno sobre los de la mesa de la unidad, ignorando los votos obtenidos por otras opciones distintas a las anteriores que, sumadas a las de sus aliados naturales de la mesa de la unidad, superaban a los votos obtenidos por el partido degobierno.
Es verdad que el partido de gobierno obtuvo la mayoría simple de los diputados a la AN; pero también es cierto que la mesa de la unidad obtuvo una votación total en los estados, de 5.780.764 votos, mientras el partido de gobierno recibió 5.144.873 votos.
Esta diferencia de votos es una esperanza, es la verdadera luz al final del túnel que alumbra el camino de las presidenciales 2012, pero esa luz requiere ser cuidada y fortalecida, debe asumirse con la humildad, la modestia y firmeza que reclaman estos tiempos, por lo que la mesa de la unidad debe adoptar comportamientos como los que me atrevo, no sin pena por el atrevimiento, a sugerirles:
1.- Mantener y ampliar esa unidad, por encima de diferencias ideológicas o personales, asumiendo la Constitución como elemento cohesionador
2.- Abrir los brazos a esa unidad a los dirigentes y militantes del PPT, víctimas también de la perversidad de la ley electoral e incluir a sus parlamentarios en las deliberaciones y consultas de trabajo
3.- Hacer un llamado a los candidatos al Parlatino que aspiraron en fórmulas distintas a la mesa de la unidad, cuyo talento, experiencia y probidad se requieren en estos momentos, convertirlos en asesores de los diputados de la mesa de la unidad a esa Tribuna
4.- Evaluar las fallas electorales, lo que se dejó de hacer en determinadas Circunscripciones y emprender las acciones para corregirlas
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