*Gonzalo Bustamante Kuschel ESCRIBE EN CADAL: “El antídoto contra el populismo anticapitalista”
14 de abril de 2008
En sus orígenes, la palabra Capitalismo ( Kapitalismus en alemán, el concepto de Capital: vinculada a la “ciencia del dinero” proviene de éste idioma, mientras Capital: relacionado a una pena o falta, del latín) tendrá la connotación de un “concepto-enemigo” no solo para quienes se declararan en el siglo XIX defensores del socialismo, sino que además para sectores ultra conservadores y reaccionarios que lo ocuparán con un claro sentido antisemita. Es así que nacerá como un “concepto-a combatir” ya sea por ser enemigo de los intereses de la Nación o de la integridad del pueblo. Será sólo a inicios del siglo XX donde se iniciará la defensa, desde la Economía, del capitalismo; pero sólo desde ella, vale decir, atendiendo a sus efectos sólo económicos y desatendiendo sus implicancias éticas, sociales y políticas. Lo anterior no se aplica a Adam Smith, uno de los padres de la promoción de una “sociedad del comercio” quien siempre tuvo presente la dimensión ética y política del capitalismo.
Hoy en día, el término sigue estando bajo ataque y constante crítica, la cual se ve favorecida por dos formas de populismo: una de corte “socialista no-renovada” y otra “nacionalista-popular”: el Capitalismo como sinónimo de lo opuesto a los intereses del pueblo, el sistema de la explotación, la generación de inequidad, además de disolvente de los intereses y valores de la Nación. Desde ésta vereda, se propone como solución a todos los males el aumento del gasto social y la intervención estatal, además de la vuelta a una cultura tribalista que se oponga a la Globalización que es vista sólo como “Capitalismo Global”, la consolidación del Mac-World . La otra forma de populismo proviene del mismo sector privado que transforma las utilidades a corto plazo en “una ideología del management ”. La “utilidad a corto plazo” adquiere la forma de un valor en sí mismo, capaz de dar sustento a la propia actividad empresarial y al sistema económico; es la “ilusión del llame ya” aplicada a los negocios y la economía.
La crisis de los mercados financieros, la falta a la ética de altos ejecutivos, no sólo demuestran la falsedad del endiosamiento “de la utililidad a corto plazo” sino que además son una constatación de que buena parte de la Ciencia Económica que ha abordado el capitalismo exclusivamente desde su dimensión económica, olvidando las implicancias éticas, sociales y política, se equivoca. La verdadera base de sustentación del capitalismo es ética y cultural.
Los valores de la sociedad burguesa son los que han permitido construir sociedades económicamente desarrolladas. Partiendo desde sustratos religiosos, los valores y las virtudes, como hábitos que reflejan los mismos, son los que han permitido cimentar una economía de capitalismo avanzado. La sociedad del comercio requiere no sólo de reglas claras y sistemas económicos abiertos, sino de agentes que generen confianza en sus acciones. Eso lo da una base cultural y no la simple especulación.
En Sudamérica hemos tenido a lo largo de nuestra historia ambas formas de populismo: la retórica populista-estatal sumada a la búsqueda de la ganancia rápida y fácil. No han sido pocas las veces en que la “elite capitalista” se ha confundido con el mismo Estado de retórica “anticapitalista” para generar sistemas corruptos y de utilidad “ fast food ”.
El mundo financiero internacional ha dado un gran paso al aprobar el avanzar hacia un código de conducta que regule su actividad para asegurar de esa forma una mayor estabilidad, transparencia y ser nuevamente un sistema creíble. De esa forma se gana en generar una institucionalidad más estable. En Sudamérica deberíamos desarrollar una costumbre de “códigos de conducta” para nuestros gobiernos en el cual las propuestas reemplacen la retórica barata, la capacidad y el mérito, como requisitos para ocupar un cargo público, en vez de la simple pertenencia a un partido político, el amiguismo o los lazos familiares; la transparencia al ocultamiento, la probidad a la corruptela y por cierto instalar una cultura en que nuestros ciudadanos evalúen a sus dirigentes no por la “simpatía” sino por la eficacia y eficiencia de sus acciones.
De igual forma se necesita fortalecer el sector privado fomentando una cultura del emprendimiento y no denostando el sistema que permite su desarrollo, tarea a la cual muchas veces los mismos empresarios contribuyen con malas prácticas que solo generan desconfianza en el Mercado. El mayor capital del capitalismo es el prestigio que debe generar una clase empresarial de calidad profesional y ética.
Desde Troeltsch, pasando por Weber, Parsons hasta McCloskey y Benjamín Friedman, se ha apuntado a que el Capitalismo es más que un sistema económico, es una cultura basada en virtudes humanas y el desenvolvimiento de la libertad y creatividad. Por eso, si queremos para nuestro continente que ocurra aquello a lo que aspiraba Borges: “un mínimo de Estado, un máximo de individuo”, necesitamos crear las condiciones institucionales y valóricas para que esto sea posible. Al decir de Maquiavelo: el Hombre es un animal imitativo, por lo cual nuestros empresarios deben tener claro que cada mal ejemplo es un aporte a la destrucción del mismo sistema. Sólo de sujetos que han visto lo correcto se puede seguir la suficiente responsabilidad que permita “un mínimo de Estado, un máximo de individuo”.
Gonzalo Bustamante Kuschel es Profesor de Filosofía Política en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile) y Miembro del Consejo Académico de CADAL.
14 de abril de 2008
En sus orígenes, la palabra Capitalismo ( Kapitalismus en alemán, el concepto de Capital: vinculada a la “ciencia del dinero” proviene de éste idioma, mientras Capital: relacionado a una pena o falta, del latín) tendrá la connotación de un “concepto-enemigo” no solo para quienes se declararan en el siglo XIX defensores del socialismo, sino que además para sectores ultra conservadores y reaccionarios que lo ocuparán con un claro sentido antisemita. Es así que nacerá como un “concepto-a combatir” ya sea por ser enemigo de los intereses de la Nación o de la integridad del pueblo. Será sólo a inicios del siglo XX donde se iniciará la defensa, desde la Economía, del capitalismo; pero sólo desde ella, vale decir, atendiendo a sus efectos sólo económicos y desatendiendo sus implicancias éticas, sociales y políticas. Lo anterior no se aplica a Adam Smith, uno de los padres de la promoción de una “sociedad del comercio” quien siempre tuvo presente la dimensión ética y política del capitalismo.
Hoy en día, el término sigue estando bajo ataque y constante crítica, la cual se ve favorecida por dos formas de populismo: una de corte “socialista no-renovada” y otra “nacionalista-popular”: el Capitalismo como sinónimo de lo opuesto a los intereses del pueblo, el sistema de la explotación, la generación de inequidad, además de disolvente de los intereses y valores de la Nación. Desde ésta vereda, se propone como solución a todos los males el aumento del gasto social y la intervención estatal, además de la vuelta a una cultura tribalista que se oponga a la Globalización que es vista sólo como “Capitalismo Global”, la consolidación del Mac-World . La otra forma de populismo proviene del mismo sector privado que transforma las utilidades a corto plazo en “una ideología del management ”. La “utilidad a corto plazo” adquiere la forma de un valor en sí mismo, capaz de dar sustento a la propia actividad empresarial y al sistema económico; es la “ilusión del llame ya” aplicada a los negocios y la economía.
La crisis de los mercados financieros, la falta a la ética de altos ejecutivos, no sólo demuestran la falsedad del endiosamiento “de la utililidad a corto plazo” sino que además son una constatación de que buena parte de la Ciencia Económica que ha abordado el capitalismo exclusivamente desde su dimensión económica, olvidando las implicancias éticas, sociales y política, se equivoca. La verdadera base de sustentación del capitalismo es ética y cultural.
Los valores de la sociedad burguesa son los que han permitido construir sociedades económicamente desarrolladas. Partiendo desde sustratos religiosos, los valores y las virtudes, como hábitos que reflejan los mismos, son los que han permitido cimentar una economía de capitalismo avanzado. La sociedad del comercio requiere no sólo de reglas claras y sistemas económicos abiertos, sino de agentes que generen confianza en sus acciones. Eso lo da una base cultural y no la simple especulación.
En Sudamérica hemos tenido a lo largo de nuestra historia ambas formas de populismo: la retórica populista-estatal sumada a la búsqueda de la ganancia rápida y fácil. No han sido pocas las veces en que la “elite capitalista” se ha confundido con el mismo Estado de retórica “anticapitalista” para generar sistemas corruptos y de utilidad “ fast food ”.
El mundo financiero internacional ha dado un gran paso al aprobar el avanzar hacia un código de conducta que regule su actividad para asegurar de esa forma una mayor estabilidad, transparencia y ser nuevamente un sistema creíble. De esa forma se gana en generar una institucionalidad más estable. En Sudamérica deberíamos desarrollar una costumbre de “códigos de conducta” para nuestros gobiernos en el cual las propuestas reemplacen la retórica barata, la capacidad y el mérito, como requisitos para ocupar un cargo público, en vez de la simple pertenencia a un partido político, el amiguismo o los lazos familiares; la transparencia al ocultamiento, la probidad a la corruptela y por cierto instalar una cultura en que nuestros ciudadanos evalúen a sus dirigentes no por la “simpatía” sino por la eficacia y eficiencia de sus acciones.
De igual forma se necesita fortalecer el sector privado fomentando una cultura del emprendimiento y no denostando el sistema que permite su desarrollo, tarea a la cual muchas veces los mismos empresarios contribuyen con malas prácticas que solo generan desconfianza en el Mercado. El mayor capital del capitalismo es el prestigio que debe generar una clase empresarial de calidad profesional y ética.
Desde Troeltsch, pasando por Weber, Parsons hasta McCloskey y Benjamín Friedman, se ha apuntado a que el Capitalismo es más que un sistema económico, es una cultura basada en virtudes humanas y el desenvolvimiento de la libertad y creatividad. Por eso, si queremos para nuestro continente que ocurra aquello a lo que aspiraba Borges: “un mínimo de Estado, un máximo de individuo”, necesitamos crear las condiciones institucionales y valóricas para que esto sea posible. Al decir de Maquiavelo: el Hombre es un animal imitativo, por lo cual nuestros empresarios deben tener claro que cada mal ejemplo es un aporte a la destrucción del mismo sistema. Sólo de sujetos que han visto lo correcto se puede seguir la suficiente responsabilidad que permita “un mínimo de Estado, un máximo de individuo”.
Gonzalo Bustamante Kuschel es Profesor de Filosofía Política en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez (Chile) y Miembro del Consejo Académico de CADAL.
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