Ninguna ley , ningún reglamento, ninguna ideología detiene el derecho de los pueblos a erradicar la tiranía
Definición:
Es la ley impresa en todo ser humano por la naturaleza, anterior, superior e inmutable a cualquier ley positiva, que atinge toda la vida personal y su relación con los demás, buscando la equidad, la cual conocemos por la luz de la razón natural, discerniendo lo que es bueno y lo que es malo, según el recto fin de lo natural y la participación de la ley eterna en la criatura racional.
Desenvolvimiento:
La expresión se origina en Roma, bajo la influencia de la filosofía griega, los juristas romanos afirmaron la existencia de un derecho superior al positivo, común a todos los pueblos y épocas.
Algunos llamaban Derecho Natural lo que la naturaleza enseñó a todos los animales, incluso el hombre, y lo contraponían al derecho de gentes (jus gentium), usado por todos los pueblos. Otros le daban directo el nombre de jus naturae.
Y otros, como Paulo, forjaron la idea que después prevaleció de que el Derecho Natural est quod semper aequum et bonum est (es aquello que siempre es fácil y bueno).
Ciceron, en varios pasajes de sus obras, perfeccionó el concepto de un ordenamiento superior, inmutable, “que llama a los hombres al bien por medio de sus mandamientos y los aleja del mal por sus amenazas”, que no puede ser derogado por las leyes positivas, que “rige a la vez a todos los pueblos y en todos los tiempos”, y formado no por las opiniones, sino por la naturaleza, por “la recta razón inscrita en todos los corazones”.
En el último estado del Derecho Romano, cuando ya se nota la influencia del cristianismo, aparece en las Institutas de Justiniano una nueva definición de ese orden jurídico:
Sed naturalia quidem quae Apud omnes gentes peraeque servantur, divina quadam providentia constituta, semper firma atque unmutabilia permanente. (Pero los derechos naturales, que existen en todos los pueblos, constituidos por la providencia divina, permanecen siempre firmes e inmutables).
Estos principios fueron sintetizados por los romanos, al decir:
iuris praecepta sunt haec: honeste vívere, alterum non Laedere, suum quique tribuere. (Los preceptos del derecho son estos: vivir honestamente, no dañar a otros, dar a cada uno lo suyo),
Vivir honestamente significa, en el caso, actuar de acuerdo con las normas morales que se incorporan al orden jurídico; no dañar a otros constituye una de las bases fundamentales de los derechos civil y penal; y dar a cada uno lo suyo es lo que exige la justicia como finalidad suprema del derecho.
Cristianismo:
El Cristianismo perfeccionó este concepto, porque coincidía con sus orientaciones filosóficas. La necesidad de libertar a la persona humana de la tutela absorbente del estado debía conducir, lógicamente, a buscar un sistema jurídico que no fuera sólo la expresión de la voluntad de los gobernantes. En el siglo VII, San Isidoro de Sevilla recogió de la tradición romana la idea de un derecho commune omnium nationum… Numquam injustum, sed naturales, aequumque (común a todas las naciones…, Que nunca es tenido por injusto, sino por natural y equitativo).
Pero fue Santo Tomas de Aquino (1225-1274) quien dio a esta doctrina su más perfecto desarrollo. Según el Gran Doctor de la Iglesia, hay tres clases de leyes o de sistemas jurídicos que derivan jerárquicamente el uno del otro:
• La Ley Eterna; es la razón divina que gobierna al mundo físico y moral, que no puede ser conocida sino a través de sus manifestaciones.
• La Ley Natural; es “la participación de la ley eterna en la criatura racional”, y podemos conocerla con “la luz de la razón natural, por la que discernimos lo que es bueno y lo que es malo”.
• la Ley Humana; deriva racionalmente de la anterior para “disponer mas particularmente algunas cosas”.
Esta ley natural es universal e inmutable, y superior a las leyes humanas. Sus preceptos son muy generales, y podrían reducirse a uno solo: hacer el bien y evitar el mal. Pero Santo Tomas da algunos ejemplos: pertenecen a la ley natural aquellas reglas por las cuales se conserva la vida del hombre y se impide lo contrario, o sea la muerte; las que permiten hacer lo que la naturaleza enseñó a todos los animales, como la Unión de los sexos, la educación de los hijos y otras semejantes; y las que coinciden con la inclinación del hombre a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad. De esta última deriva la obligación de no dañar a otros. Hay un verdadero tratado sobre esto en su obra maestra La Suma Teológica.
Esta teoría también fue desarrollada durante el siglo XVV por los teólogos españoles, especialmente Domingo Soto en su obra Justitia et Iure, 1556 y por Francisco Suárez en Tractatus de Legibus ac Deo Legislatore, 1612. Convertida así en doctrina oficial de la Iglesia Católica.
La Doctrina del Derecho Natural en su expresión Tomista que podemos llamar tradicional es, por lo tanto, la única que consigue dar un fundamento y una finalidad al orden jurídico. Ese fundamento reside en la existencia de principios superiores a la voluntad humana, y a los cuales debe esta someterse. Así como el hombre no se ha creado a si mismo ni a la sociedad, tampoco quedan enteramente a su arbitrio las leyes que deben gobernarlo y regir el desenvolvimiento colectivo. En la finalidad también hay principios generales que se imponen como una necesidad racional a las determinaciones de los legisladores, porque derivan de la naturaleza misma de los seres humanos y de las exigencias de su vida en común, y esos principios son universales e inmutables, porque dan las normas básicas de la convivencia social en todas las épocas y lugares. Estos preceptos no derivan de una determinación más o menos arbitraria de los hombres, sino que vienen impuestos por fuerzas que gravitan decisivamente en la elaboración de las normas, y que se presentan al espíritu como una exigencia natural. En otros términos, no son solamente principios racionales, sino que existen del mismo modo que las leyes naturales que rigen el mundo, pero se imponen a la razón humana, y ésta puede desarrollar progresivamente su conocimiento.
Si atendemos al contenido del Derecho Natural, advertimos que se funda en exigencias de la vida humana en sociedad, y que deriva de las características comunes a todos los hombres, cualesquiera sean su raza o sus modalidades peculiares. El ser humano revela, ante todo tres instintos o tendencias, de los cuales provienen ciertas normas básicas naturales de la vida social:
• El instinto de conservación
• La propagación la especie
• La necesidad de vivir en sociedad con sus semejantes.
Todo derecho debe, por consiguiente, fundarse sobre esos requerimientos de la naturaleza: debe proteger la vida y la integridad física de los hombres; favorecer la unión de los sexos para la propagación de la especie y la educación de los hijos, haciendo del matrimonio y la familia dos instrumentos cuyos fines específicos merecen ser reconocidos y afianzados; y organizar un gobierno que mantenga el orden en la comunidad y oriente la conducta de sus miembros a fin de asegurar el bienestar colectivo. Con éste último fin es preciso reconocer a la autoridad cierto imperio sobre los individuos, a los cuales puede exigir los sacrificios destinados a realizar el bien común.
Además, el derecho establecido para regular la actividad humana en sociedad no puede olvidar que las personas tienen fines particulares y supremos que cumplir, debe por lo tanto asegurarlos. Para ello es preciso qua reconozca las libertades esenciales y las individuales. Evidentemente sujetas todas ellas a las restricciones que derivan de los derechos de las demás personas y de los intereses colectivos. Estas restricciones, y los demás sacrificios que puede exigir el estado, deben naturalmente fundarse en la igualdad de tratamiento frente a la ley que merece todo ser humano, sin que puedan establecerse distinciones arbitrarias o injustas entre los grupos y las clases. Sobre estos dos principios fundamentales, la libertad y la igualdad, reposan racionalmente las relaciones entre el estado y sus miembros.
Como las cosas y los bienes han sido creados para que el hombre pueda utilizarlos, siendo que este uso constituye también una tendencia natural perceptible en todos los pueblos, es lógico que exista el derecho de propiedad. El respeto por la vida y por los bienes ajenos justifica el axioma moral que exige no hacer daño a otro. Y reparar el que haya sido ocasionado por culpa o negligencia.
En las relaciones humanas cada uno debe recibir lo que le corresponde, de donde deriva, entre otras cosas, la regla que exige el cumplimiento de las obligaciones.
Renacimiento:
Existe también la escuela laica del Derecho Natural que debe su origen a Hugo Grocio, que público en 1625 su libro de Iure Belli ac Pacis. Grocio reconoce la existencia de un derecho natural, pero se aparta de la escolástica al considerarlo como “una regla dictada por la recta razón”, la cual nos indica que una acción es torpe o moral según su conformidad o disconformidad con la naturaleza racional, siendo que esta regla existiría -agrega- aunque no hubiera Dios o no se ocupara de los asuntos humanos.
Grocio separó así netamente el derecho de su fundamento religioso y moral. El Derecho Natural ya no es para él una aspiración instintiva hacia la justicia, ni un reflejo de la sabiduría divina, sino un producto totalmente intelectual y humano. Más aun: el derecho natural no comprende solamente los preceptos fundamentales de la convivencia social, sino que puede llegar, por el esfuerzo racional de los hombres, a elaborar sistemas jurídicos completos. Y la diversidad que se advierte entre las legislaciones positivas solo revela que los pueblos no siempre han tenido una conciencia clara de lo que debe ser el derecho.
El renacimiento y el humanismo produjeron una revalorización de la personalidad humana, pero la concreción definitiva de esas ideas en el orden filosófico, político y jurídico, se produjo recién en el siglo XVIII. El pensamiento filosófico se emancipa de la tutela teológica, que había sido la característica del medioevo, entonces aparece orientado por una finalidad política indudable: la de emancipar al hombre de las cadenas del estado absolutista.
Los puntos principales de esta escuela, formulados y desarrollados por Grocio su fundador, hasta Rousseau, con quien culmina, son los siguientes:
1. Teoría del Derecho Natural. Sostuvieron la existencia de un derecho natural frente al derecho positivo. El derecho natural era para ellos el verdadero derecho, al punto que desdeñaron el poder de la historia. Pero mientras el Tomismo funda el derecho natural en la ley divina o eterna, considerándolo un reflejo de ésta, la escuela del derecho natural lo funda en la naturaleza humana, en lo que tiene de universal y permanente, sosteniendo que es descubierto por la razón, que desempeña en esta teoría una mera función instrumental.
2. Estado de Naturaleza. Para elaborar ese derecho natural, inmutable y eterno, era necesario encontrar al hombre en un estado de pureza en que se manifestara tal cual es en esencia. Establecieron así la existencia de un “estado de naturaleza”, que había existido realmente en una época remota y feliz, cuando no había aparecido todavía el estado, sosteniendo que en esa época el hombre gozaba de la más amplia libertad que pueda imaginarse.
Definición:
Es la ley impresa en todo ser humano por la naturaleza, anterior, superior e inmutable a cualquier ley positiva, que atinge toda la vida personal y su relación con los demás, buscando la equidad, la cual conocemos por la luz de la razón natural, discerniendo lo que es bueno y lo que es malo, según el recto fin de lo natural y la participación de la ley eterna en la criatura racional.
Desenvolvimiento:
La expresión se origina en Roma, bajo la influencia de la filosofía griega, los juristas romanos afirmaron la existencia de un derecho superior al positivo, común a todos los pueblos y épocas.
Algunos llamaban Derecho Natural lo que la naturaleza enseñó a todos los animales, incluso el hombre, y lo contraponían al derecho de gentes (jus gentium), usado por todos los pueblos. Otros le daban directo el nombre de jus naturae.
Y otros, como Paulo, forjaron la idea que después prevaleció de que el Derecho Natural est quod semper aequum et bonum est (es aquello que siempre es fácil y bueno).
Ciceron, en varios pasajes de sus obras, perfeccionó el concepto de un ordenamiento superior, inmutable, “que llama a los hombres al bien por medio de sus mandamientos y los aleja del mal por sus amenazas”, que no puede ser derogado por las leyes positivas, que “rige a la vez a todos los pueblos y en todos los tiempos”, y formado no por las opiniones, sino por la naturaleza, por “la recta razón inscrita en todos los corazones”.
En el último estado del Derecho Romano, cuando ya se nota la influencia del cristianismo, aparece en las Institutas de Justiniano una nueva definición de ese orden jurídico:
Sed naturalia quidem quae Apud omnes gentes peraeque servantur, divina quadam providentia constituta, semper firma atque unmutabilia permanente. (Pero los derechos naturales, que existen en todos los pueblos, constituidos por la providencia divina, permanecen siempre firmes e inmutables).
Estos principios fueron sintetizados por los romanos, al decir:
iuris praecepta sunt haec: honeste vívere, alterum non Laedere, suum quique tribuere. (Los preceptos del derecho son estos: vivir honestamente, no dañar a otros, dar a cada uno lo suyo),
Vivir honestamente significa, en el caso, actuar de acuerdo con las normas morales que se incorporan al orden jurídico; no dañar a otros constituye una de las bases fundamentales de los derechos civil y penal; y dar a cada uno lo suyo es lo que exige la justicia como finalidad suprema del derecho.
Cristianismo:
El Cristianismo perfeccionó este concepto, porque coincidía con sus orientaciones filosóficas. La necesidad de libertar a la persona humana de la tutela absorbente del estado debía conducir, lógicamente, a buscar un sistema jurídico que no fuera sólo la expresión de la voluntad de los gobernantes. En el siglo VII, San Isidoro de Sevilla recogió de la tradición romana la idea de un derecho commune omnium nationum… Numquam injustum, sed naturales, aequumque (común a todas las naciones…, Que nunca es tenido por injusto, sino por natural y equitativo).
Pero fue Santo Tomas de Aquino (1225-1274) quien dio a esta doctrina su más perfecto desarrollo. Según el Gran Doctor de la Iglesia, hay tres clases de leyes o de sistemas jurídicos que derivan jerárquicamente el uno del otro:
• La Ley Eterna; es la razón divina que gobierna al mundo físico y moral, que no puede ser conocida sino a través de sus manifestaciones.
• La Ley Natural; es “la participación de la ley eterna en la criatura racional”, y podemos conocerla con “la luz de la razón natural, por la que discernimos lo que es bueno y lo que es malo”.
• la Ley Humana; deriva racionalmente de la anterior para “disponer mas particularmente algunas cosas”.
Esta ley natural es universal e inmutable, y superior a las leyes humanas. Sus preceptos son muy generales, y podrían reducirse a uno solo: hacer el bien y evitar el mal. Pero Santo Tomas da algunos ejemplos: pertenecen a la ley natural aquellas reglas por las cuales se conserva la vida del hombre y se impide lo contrario, o sea la muerte; las que permiten hacer lo que la naturaleza enseñó a todos los animales, como la Unión de los sexos, la educación de los hijos y otras semejantes; y las que coinciden con la inclinación del hombre a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad. De esta última deriva la obligación de no dañar a otros. Hay un verdadero tratado sobre esto en su obra maestra La Suma Teológica.
Esta teoría también fue desarrollada durante el siglo XVV por los teólogos españoles, especialmente Domingo Soto en su obra Justitia et Iure, 1556 y por Francisco Suárez en Tractatus de Legibus ac Deo Legislatore, 1612. Convertida así en doctrina oficial de la Iglesia Católica.
La Doctrina del Derecho Natural en su expresión Tomista que podemos llamar tradicional es, por lo tanto, la única que consigue dar un fundamento y una finalidad al orden jurídico. Ese fundamento reside en la existencia de principios superiores a la voluntad humana, y a los cuales debe esta someterse. Así como el hombre no se ha creado a si mismo ni a la sociedad, tampoco quedan enteramente a su arbitrio las leyes que deben gobernarlo y regir el desenvolvimiento colectivo. En la finalidad también hay principios generales que se imponen como una necesidad racional a las determinaciones de los legisladores, porque derivan de la naturaleza misma de los seres humanos y de las exigencias de su vida en común, y esos principios son universales e inmutables, porque dan las normas básicas de la convivencia social en todas las épocas y lugares. Estos preceptos no derivan de una determinación más o menos arbitraria de los hombres, sino que vienen impuestos por fuerzas que gravitan decisivamente en la elaboración de las normas, y que se presentan al espíritu como una exigencia natural. En otros términos, no son solamente principios racionales, sino que existen del mismo modo que las leyes naturales que rigen el mundo, pero se imponen a la razón humana, y ésta puede desarrollar progresivamente su conocimiento.
Si atendemos al contenido del Derecho Natural, advertimos que se funda en exigencias de la vida humana en sociedad, y que deriva de las características comunes a todos los hombres, cualesquiera sean su raza o sus modalidades peculiares. El ser humano revela, ante todo tres instintos o tendencias, de los cuales provienen ciertas normas básicas naturales de la vida social:
• El instinto de conservación
• La propagación la especie
• La necesidad de vivir en sociedad con sus semejantes.
Todo derecho debe, por consiguiente, fundarse sobre esos requerimientos de la naturaleza: debe proteger la vida y la integridad física de los hombres; favorecer la unión de los sexos para la propagación de la especie y la educación de los hijos, haciendo del matrimonio y la familia dos instrumentos cuyos fines específicos merecen ser reconocidos y afianzados; y organizar un gobierno que mantenga el orden en la comunidad y oriente la conducta de sus miembros a fin de asegurar el bienestar colectivo. Con éste último fin es preciso reconocer a la autoridad cierto imperio sobre los individuos, a los cuales puede exigir los sacrificios destinados a realizar el bien común.
Además, el derecho establecido para regular la actividad humana en sociedad no puede olvidar que las personas tienen fines particulares y supremos que cumplir, debe por lo tanto asegurarlos. Para ello es preciso qua reconozca las libertades esenciales y las individuales. Evidentemente sujetas todas ellas a las restricciones que derivan de los derechos de las demás personas y de los intereses colectivos. Estas restricciones, y los demás sacrificios que puede exigir el estado, deben naturalmente fundarse en la igualdad de tratamiento frente a la ley que merece todo ser humano, sin que puedan establecerse distinciones arbitrarias o injustas entre los grupos y las clases. Sobre estos dos principios fundamentales, la libertad y la igualdad, reposan racionalmente las relaciones entre el estado y sus miembros.
Como las cosas y los bienes han sido creados para que el hombre pueda utilizarlos, siendo que este uso constituye también una tendencia natural perceptible en todos los pueblos, es lógico que exista el derecho de propiedad. El respeto por la vida y por los bienes ajenos justifica el axioma moral que exige no hacer daño a otro. Y reparar el que haya sido ocasionado por culpa o negligencia.
En las relaciones humanas cada uno debe recibir lo que le corresponde, de donde deriva, entre otras cosas, la regla que exige el cumplimiento de las obligaciones.
Renacimiento:
Existe también la escuela laica del Derecho Natural que debe su origen a Hugo Grocio, que público en 1625 su libro de Iure Belli ac Pacis. Grocio reconoce la existencia de un derecho natural, pero se aparta de la escolástica al considerarlo como “una regla dictada por la recta razón”, la cual nos indica que una acción es torpe o moral según su conformidad o disconformidad con la naturaleza racional, siendo que esta regla existiría -agrega- aunque no hubiera Dios o no se ocupara de los asuntos humanos.
Grocio separó así netamente el derecho de su fundamento religioso y moral. El Derecho Natural ya no es para él una aspiración instintiva hacia la justicia, ni un reflejo de la sabiduría divina, sino un producto totalmente intelectual y humano. Más aun: el derecho natural no comprende solamente los preceptos fundamentales de la convivencia social, sino que puede llegar, por el esfuerzo racional de los hombres, a elaborar sistemas jurídicos completos. Y la diversidad que se advierte entre las legislaciones positivas solo revela que los pueblos no siempre han tenido una conciencia clara de lo que debe ser el derecho.
El renacimiento y el humanismo produjeron una revalorización de la personalidad humana, pero la concreción definitiva de esas ideas en el orden filosófico, político y jurídico, se produjo recién en el siglo XVIII. El pensamiento filosófico se emancipa de la tutela teológica, que había sido la característica del medioevo, entonces aparece orientado por una finalidad política indudable: la de emancipar al hombre de las cadenas del estado absolutista.
Los puntos principales de esta escuela, formulados y desarrollados por Grocio su fundador, hasta Rousseau, con quien culmina, son los siguientes:
1. Teoría del Derecho Natural. Sostuvieron la existencia de un derecho natural frente al derecho positivo. El derecho natural era para ellos el verdadero derecho, al punto que desdeñaron el poder de la historia. Pero mientras el Tomismo funda el derecho natural en la ley divina o eterna, considerándolo un reflejo de ésta, la escuela del derecho natural lo funda en la naturaleza humana, en lo que tiene de universal y permanente, sosteniendo que es descubierto por la razón, que desempeña en esta teoría una mera función instrumental.
2. Estado de Naturaleza. Para elaborar ese derecho natural, inmutable y eterno, era necesario encontrar al hombre en un estado de pureza en que se manifestara tal cual es en esencia. Establecieron así la existencia de un “estado de naturaleza”, que había existido realmente en una época remota y feliz, cuando no había aparecido todavía el estado, sosteniendo que en esa época el hombre gozaba de la más amplia libertad que pueda imaginarse.
3. El Contrato Social. Mediante este pacto social, se había pasado del “estado de naturaleza” al de la sociedad política o estado. Fueron muchos los autores que sostuvieron que ese pacto había realmente existido. Sin embargo, para Rousseau, el contrato social como el estado de naturaleza, no era mas que una ficción, pues el mismo decía que las cláusulas del pacto social, “aunque no hayan sido jamás formalmente enunciadas, son en todas partes tácitamente reconocidas y admitidas”, es decir, que concebía el contrato social no como un hecho histórico, sino como un supuesto racional, en cuya virtud el estado debe ser organizado como si realmente hubiese tenido origen en un contrato (garantizando los derechos fundamentales).
4. Derechos naturales o innatos. En el estado de naturaleza, el hombre poseía una amplia libertad, manifestada en una serie de derechos, que llamaron por eso mismo derechos naturales o innatos. Al celebrarse el pacto social para constituir el estado, esos derechos le habían sido reconocidos con las limitaciones indispensable motivadas por la convivencia, por lo tanto, no podían serle reconocidos, sin violar el contrato y sin cometer una gran injusticia.
Conclusión:
Tales son los principios universales y esenciales del Derecho Natural. Derivan de modos de ser y normas de existencia inmutables y necesarias del género humano, se imponen a la reflexión, y pueden ser demostrados lógicamente, la razón no los crea, pero los reconoce y puede desarrollarlos y extraer de ellos nuevas conclusiones, antes ignoradas. La ciencia del derecho se encuentra obligada a admitir su existencia y someterse a sus leyes si efectivamente aspira a ser una ciencia normativa, es decir, a señalar las normas que deben racionalmente dirigir la conducta humana en sociedad y la organicidad de esta. Pues si se limitara a la contemplación exclusiva del orden jurídico vigente en una realidad, olvidaría los principios fundamentales y las bases en que este se apoya.
Vasco da Costa
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