*ALEXANDER GUERRERO ESCRIBE PARA EL UNIVERSAL (VENEZUELA): LAS IDEAS “ATRABILIARIAS” DE HUGO CHAVEZ
Tanto las políticas económicas como el marco jurídico que las envuelve, se conciben y administran bajo el conocido reaccionario ideario del Presidente de la República, un marxismo animista y sincrético que aún conserva el común denominador de todos los marxismos, desde el de Lenin, Gramsci y Castro hasta este de Chávez: el odio al capital y la lucha de clases.
El odio al capital se transmite aguas abajo en forma de resentimiento, desesperanza e indisciplina social; y, la lucha de clases, se transforma en violencia política de todo tipo, desde el llamado “fusilamiento” mediático ejecutado a través de los medios de comunicación propiedad del Estado y o por cadena en ocasión de enviar mensajes de amedrentamiento y despojo de los derechos de la gente, de su propiedad privada y en general de sus bienes, su capital y riqueza. Las consecuencias han sido de descapitalización, ruina, miseria y creciente empobrecimiento. El Estado a través de una red de leyes y decretos y una buena dosis de arbitrariedad por parte del propio Presidente y funcionarios públicos depreda a sus ciudadanos de sus empresas; cuando no directamente por expropiación, lo hace de manera indirecta reduciendo el valor de mercado y depreciando el valor de sus activos...
En esas condiciones la gente de trabajo, ingenio y con capacidad de invertir y tomar genuinos riesgos no lo hará, no invertirá, no lo está haciendo en los hechos, el producto social se contrae y el capital físico y humano se deprecia. Los números de la macroeconomía aun no lo muestran porque la demanda del gasto público y la renta petrolera. EL capital desaparece por desuso y obsolescencia y el humano se empobrecerá transfiriéndose al mercado rentista del Estado que dispone de todo y le alimenta su esperanza. De todas maneras, por providencia de la violencia institucional y del entramado legal conformado por leyes y decretos, la revolución garantizaría que bajo ningún concepto permitirá que el capital se acumule, es decir que cree riqueza. Demográfica y socialmente esto significa la desaparición de la clase media y capitalista para ser sustituidos por sectores mercantilistas y rentistas que en alianza con la “clase” gobernante, o nomenclatura, preparan para medrar ilegitamente de la renta del petróleo.
El elevado ingreso fiscal por altos precios del petróleo, le permitió al Estado expandir el gasto público y la demanda agregada vía importaciones, un arma de doble filo contra el capital y el talento nacional ya que lo ha desplazado violentamente se importantes cadenas de producción y distribución propias de la actividad privada. Ese proceso de desplazamiento del capital privado ha sido reforzado sosteniendo un grotesco desequilibrio cambiario de un dólar barato y un bolívar artificialmente caro. EL efecto neto ha sido el cierre de empresas y la transferencia al Estado del capital de distribución y servicios que se integraba en cadenas productivas nacionales.
Sobrevaluando al bolívar y fijando unilateralmente precios y márgenes por debajo de la inflación y costos, hace muy difícil la sobrevivencia de capital privado natural, es obvio que este esquema de políticas está contenido en la agenda de la revolución de descapitalización de la economía nacional. Un ejemplo es la descapitalización de PDVSA y asociados privados, donde la empresa a la par de disminuir la producción por auto-descapitalización eleva costos de operación al mismo tiempo que tiene que financiar gasto público relegando la necesaria inversión que requiere por lo menos sostener en el mediano plazo la renta petrolera.
EL desplazamiento del capital privado nacional ha sido potenciado con una continua y sistemática debilitamiento económico al mismo tiempo que ha enfrentado un proceso de depredación tributaria y descapitalización inducido este último por fijación de precios, altos costos y baja producción. En este entorno institucional tendríamos entre otros las razones para que la escasez y desabastecimiento y ahora del racionamiento se hayan hecho presente, pero nada nuevo, la destrucción del capital trae ruina, pobreza y miseria, no importando cuan rico sea el Estado, el socialismo produce un milagro fenomenal, enriquece al Estado y empobrece a la gente, es la historia.
La escasez de bienes de primera necesidad, -fenómeno que se extiende desde hace mas de dos años-, la mayoría de bien finales e intermedios agroindustriales, carnes frescas y embutidas, lácteos, harinas, aceites, hoy de escasez crónica y endógena, además de, oleaginosas, granos, y un voluminoso etcétera, ha hecho que la dieta básica del venezolano haya cambiado no solo en componentes, hábitos sino en un continuo deterioro de calidad. El entorno institucional de esas perversiones en lo económico lo encontramos en el discurso político tanto del Presidente como de sus acólitos en el contenido ideológico de proceso político que ha destruido una parte importante del activo productivo nacional, privado y estatal (PDVSA y otras empresas estatificadas).
El discurso y el manto legislativo que se impone inducen el funcionamiento perverso del Estado y sus órganos administrativos en el odio al capitalismo, a la propiedad privada, y en general al fomento del odio de clases. Para conocedores de un pasado reciente, el mismo síndrome y récipe utilizado en muchas revoluciones socialistas cuyo objetivo político lo era la destrucción de la propiedad privada y del capitalismo. La institución supra económica de este “nuevo orden socialista” se va armando en leyes y jurisprudencia, en la destrucción de la moral pública, y en la quiebra de los sentidos y valores naturales del ser humano expresados en la propiedad privada, la familia y la libertad.
El objetivo de largo plazo, todos seriamos empleados públicos, la propiedad privada perdería su función social primordial de crear riqueza y distribuirla, la escasez y el racionamiento, dos componentes fundamentales de los socialismos constituirían la función que han tenido en los socialismos, mediatizar las libertades del individuo y someterlo sistemáticamente por lo que se perdería la función política del ser humano.
A cambio el nuevo orden socialista garantizaría de esa manera la hegemonía política y control del estado y el poder en manos de una nueva aristocracia política, la nomenclatura, conformada por un conjunto humano de representarte políticos, gerentes de empresas, comisarios políticos y defensores del nuevo orden, en medio de un orden militar adecuado exclusivamente para reprimir al costo que sea…un orden contra natura. La experiencia venezolana sin embargo tiene un fin en el tiempo, el experimento ideológico termina por calendario en el 2012. La pregunta inmediata…cuanto pagamos para arreglar el caos socialista?
El destino final es el Estado totalitario, sus ciudadanos pobres, la sociedad no crea riqueza, los estímulos e incentivos naturales del ser humano han sido castrados políticamente, es la utopía del socialismo, el estado fascista y/o comunista, corporativo tanto el primero como el segundo, el ciudadano depende del Estado y del estado de ánimo de sus gobernantes, es eso lo que nos trae el socialismo de siglo XXI, la idea más conocida del Presidente Chávez. No hay mal que dure 100 anos.
Economista, PhD (Londres)
Tanto las políticas económicas como el marco jurídico que las envuelve, se conciben y administran bajo el conocido reaccionario ideario del Presidente de la República, un marxismo animista y sincrético que aún conserva el común denominador de todos los marxismos, desde el de Lenin, Gramsci y Castro hasta este de Chávez: el odio al capital y la lucha de clases.
El odio al capital se transmite aguas abajo en forma de resentimiento, desesperanza e indisciplina social; y, la lucha de clases, se transforma en violencia política de todo tipo, desde el llamado “fusilamiento” mediático ejecutado a través de los medios de comunicación propiedad del Estado y o por cadena en ocasión de enviar mensajes de amedrentamiento y despojo de los derechos de la gente, de su propiedad privada y en general de sus bienes, su capital y riqueza. Las consecuencias han sido de descapitalización, ruina, miseria y creciente empobrecimiento. El Estado a través de una red de leyes y decretos y una buena dosis de arbitrariedad por parte del propio Presidente y funcionarios públicos depreda a sus ciudadanos de sus empresas; cuando no directamente por expropiación, lo hace de manera indirecta reduciendo el valor de mercado y depreciando el valor de sus activos...
En esas condiciones la gente de trabajo, ingenio y con capacidad de invertir y tomar genuinos riesgos no lo hará, no invertirá, no lo está haciendo en los hechos, el producto social se contrae y el capital físico y humano se deprecia. Los números de la macroeconomía aun no lo muestran porque la demanda del gasto público y la renta petrolera. EL capital desaparece por desuso y obsolescencia y el humano se empobrecerá transfiriéndose al mercado rentista del Estado que dispone de todo y le alimenta su esperanza. De todas maneras, por providencia de la violencia institucional y del entramado legal conformado por leyes y decretos, la revolución garantizaría que bajo ningún concepto permitirá que el capital se acumule, es decir que cree riqueza. Demográfica y socialmente esto significa la desaparición de la clase media y capitalista para ser sustituidos por sectores mercantilistas y rentistas que en alianza con la “clase” gobernante, o nomenclatura, preparan para medrar ilegitamente de la renta del petróleo.
El elevado ingreso fiscal por altos precios del petróleo, le permitió al Estado expandir el gasto público y la demanda agregada vía importaciones, un arma de doble filo contra el capital y el talento nacional ya que lo ha desplazado violentamente se importantes cadenas de producción y distribución propias de la actividad privada. Ese proceso de desplazamiento del capital privado ha sido reforzado sosteniendo un grotesco desequilibrio cambiario de un dólar barato y un bolívar artificialmente caro. EL efecto neto ha sido el cierre de empresas y la transferencia al Estado del capital de distribución y servicios que se integraba en cadenas productivas nacionales.
Sobrevaluando al bolívar y fijando unilateralmente precios y márgenes por debajo de la inflación y costos, hace muy difícil la sobrevivencia de capital privado natural, es obvio que este esquema de políticas está contenido en la agenda de la revolución de descapitalización de la economía nacional. Un ejemplo es la descapitalización de PDVSA y asociados privados, donde la empresa a la par de disminuir la producción por auto-descapitalización eleva costos de operación al mismo tiempo que tiene que financiar gasto público relegando la necesaria inversión que requiere por lo menos sostener en el mediano plazo la renta petrolera.
EL desplazamiento del capital privado nacional ha sido potenciado con una continua y sistemática debilitamiento económico al mismo tiempo que ha enfrentado un proceso de depredación tributaria y descapitalización inducido este último por fijación de precios, altos costos y baja producción. En este entorno institucional tendríamos entre otros las razones para que la escasez y desabastecimiento y ahora del racionamiento se hayan hecho presente, pero nada nuevo, la destrucción del capital trae ruina, pobreza y miseria, no importando cuan rico sea el Estado, el socialismo produce un milagro fenomenal, enriquece al Estado y empobrece a la gente, es la historia.
La escasez de bienes de primera necesidad, -fenómeno que se extiende desde hace mas de dos años-, la mayoría de bien finales e intermedios agroindustriales, carnes frescas y embutidas, lácteos, harinas, aceites, hoy de escasez crónica y endógena, además de, oleaginosas, granos, y un voluminoso etcétera, ha hecho que la dieta básica del venezolano haya cambiado no solo en componentes, hábitos sino en un continuo deterioro de calidad. El entorno institucional de esas perversiones en lo económico lo encontramos en el discurso político tanto del Presidente como de sus acólitos en el contenido ideológico de proceso político que ha destruido una parte importante del activo productivo nacional, privado y estatal (PDVSA y otras empresas estatificadas).
El discurso y el manto legislativo que se impone inducen el funcionamiento perverso del Estado y sus órganos administrativos en el odio al capitalismo, a la propiedad privada, y en general al fomento del odio de clases. Para conocedores de un pasado reciente, el mismo síndrome y récipe utilizado en muchas revoluciones socialistas cuyo objetivo político lo era la destrucción de la propiedad privada y del capitalismo. La institución supra económica de este “nuevo orden socialista” se va armando en leyes y jurisprudencia, en la destrucción de la moral pública, y en la quiebra de los sentidos y valores naturales del ser humano expresados en la propiedad privada, la familia y la libertad.
El objetivo de largo plazo, todos seriamos empleados públicos, la propiedad privada perdería su función social primordial de crear riqueza y distribuirla, la escasez y el racionamiento, dos componentes fundamentales de los socialismos constituirían la función que han tenido en los socialismos, mediatizar las libertades del individuo y someterlo sistemáticamente por lo que se perdería la función política del ser humano.
A cambio el nuevo orden socialista garantizaría de esa manera la hegemonía política y control del estado y el poder en manos de una nueva aristocracia política, la nomenclatura, conformada por un conjunto humano de representarte políticos, gerentes de empresas, comisarios políticos y defensores del nuevo orden, en medio de un orden militar adecuado exclusivamente para reprimir al costo que sea…un orden contra natura. La experiencia venezolana sin embargo tiene un fin en el tiempo, el experimento ideológico termina por calendario en el 2012. La pregunta inmediata…cuanto pagamos para arreglar el caos socialista?
El destino final es el Estado totalitario, sus ciudadanos pobres, la sociedad no crea riqueza, los estímulos e incentivos naturales del ser humano han sido castrados políticamente, es la utopía del socialismo, el estado fascista y/o comunista, corporativo tanto el primero como el segundo, el ciudadano depende del Estado y del estado de ánimo de sus gobernantes, es eso lo que nos trae el socialismo de siglo XXI, la idea más conocida del Presidente Chávez. No hay mal que dure 100 anos.
Economista, PhD (Londres)
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