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viernes, 12 de septiembre de 2014

CIPRIANO HEREDIA S., POBRES Y SOMETIDOS, PERO…

Hace unos días, en el marco del lanzamiento del Programa “Base de Misiones Socialista” en el estado Aragua, el Gobernador de esa entidad, Tareck El Aissami, sostuvo que “Mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto revolucionario”. Esta polémica afirmación ha traído por supuesto no pocos comentarios, muy especialmente porque muchos piensan que, en el fondo, tal aseveración es el vértice de una estrategia gubernamental para conservar el poder.

En efecto, desde hace varios años un buen número de analistas, sociólogos, periodistas y dirigentes políticos, vienen sosteniendo que, detrás de la ruina del país y la igualación hacia abajo, además de la mediocridad, la ineficiencia y la corrupción, también hay un efecto colateral que el Gobierno aprecia y sabe utilizar, y que no es otro que la creación de una situación de sometimiento, por cuanto el empobrecimiento masivo hace huir a la clase media del país por un lado (principal grupo de resistencia al régimen), mientras que por el otro se genera mayor dependencia de las clases más pobres hacia el Estado, el cual intercambia con ellas misiones y paliativos por lealtad política. Esta tesis aplicaría igualmente para explicar por qué el Gobierno no combate en realidad a la delincuencia y permite que la inseguridad se imponga.
Dicho esto, habría que señalar que esta estrategia pareciera no ser cierta si tomamos en cuenta que el Gobierno vocifera con frecuencia que ha reducido la pobreza de manera significativa en los últimos años, para lo cual presenta alguna data que, según dicen, está incluso avalada internacionalmente. No obstante, cifras del propio INE desmienten a los voceros oficialistas, lo cual bien podría ser una lección práctica de aquella recomendación que le dio Mao a Nixon en su histórica visita a China: “fíjese en lo que hago, no en lo que digo”. En otras palabras, la pobreza está creciendo en Venezuela, y de manera muy seria además.
Según el estudio del INE, el cual parte de la línea del ingreso y la capacidad adquisitiva que el mismo representa, en todas las entidades del país la pobreza aumentó en 2013, salvo en el Distrito Capital. Más aún, en estados como Sucre, Amazonas, Portuguesa, Monagas, Barinas, Mérida, Falcón, Trujillo, Anzoátegui, y Carabobo el deterioro fue especialmente sensible, registrándose aumentos superiores al 10% en el número de personas en situación de pobreza. Adicionalmente, cuando de “pobreza extrema” se trata (entiéndase la situación en la cual no se cuenta con dinero suficiente para adquirir siquiera la cesta básica), el estudio demuestra que ésta en general subió de 7,1% a 9,8%, siendo que en Anzoátegui, Carabobo, Aragua, Falcón, Mérida y Monagas, este indicador se duplicó en apenas un año, y más aún, en 5 entidades la mitad de la población vive en esa situación de miseria.
Es decir, si lo afirmado por El Aissami es el eje de una estrategia política de dominación, más allá de la constatación de una realidad (mientras más pobreza más lealtad a la revolución), se podría afirmar que la base para que ello ocurra se está consolidando, ya que lejos de lo que afirma el discurso oficial, la verdad es que la pobreza en Venezuela pica y se extiende, lo cual además es la consecuencia lógica de la aplicación del modelo económico de inspiración comunistoide que se está aplicando.
Ahora bien, como dice el refrán: “una cosa es lo que piensa el burro, y otra quien lo monta”. No hay duda que las clases D y E han sido el principal sustento electoral de la Revolución. Pero eso empezó a moverse hace algunos años y sobre todo desde 2012, cuando esas clases comenzaron a moverse hacia el sector Ni Ni y opositor producto de la creciente crisis económica y social. De hecho, en la última encuesta del IVAD, más de 60% del país evalúa negativamente la gestión de Maduro y la oposición supera como bloque por 17% al oficialismo (50 a 33).  Falta ahora que se consolide el movimiento que sea capaz de ponerle el cascabel al gato, capitalizar el descontento y provocar el cambio.
Cipriano Heredia Soltero
cipriano.heredia@gmail.com     
@CiprianoHeredia

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miércoles, 20 de agosto de 2014

ERNESTO GARCÍA MAC GREGOR, LA EDUCACIÓN PÚBLICA SOCIALISTA, VERDADES DOLOROSAS

La viceministra de Educación, señaló que de acuerdo a los cálculos oficiales existen “entre 800 a un millón de jóvenes” fuera del sistema escolar. Un problema  es la deserción y los reprobados. En Venezuela el 70 por ciento de los jóvenes de la educación pública no se gradúa de bachiller y en el caso particular de las niñas, ocupamos el tercer lugar en embarazos tempranos en Latinoamérica (y las premian con la misión  madres solteras).


En 15 años la educación socialista, aparte de la propaganda, se ha logrado muy poco. Por muchos “simoncitos” que existan los niños no asisten. En Venezuela hay aproximadamente quince mil escuelas básicas y apenas cinco mil liceos. El efecto es que los que egresan de la educación básica no consiguen cupo en los liceos, con el agravante de que las aulas están superpobladas debido a que no hay suficientes salones de clases.
En los liceos, las materias Castellano, Física, Química, Matemática, Biología e Inglés cuentan con un déficit de 40 por ciento de educadores lo cual significa que casi la mitad de los estudiantes pasan de grado sin cursarlas con una nota ficticia producto del prorrateo de las notas de las materias no científicas. Esto los deja en desventaja a la hora de ingresar a la universidad.
Para 2013 existían 129.845 docentes pero sin títulos, solo tienen el bachillerato como formación académica. La solución planteada es aún peor, mediante la Micromisión Simón Rodríguez se busca preparar en un período de dos años a una primera cohorte de 5.000 profesores (sin título) que dictará las áreas más críticas. Lo que importa es la cantidad en detrimento de la calidad. Típico del socialismo barato.
Además de la falta de profesores hay que agregar los días de clases perdidos, las fallas en las estructuras de los planteles y la paralización del programa de alimentación. Estas cosas ocurren cuando se piensa más con el corazón y con fines proselitistas, que con la cabeza. Es la utopía socialista ejemplarizada en el populismo inoperante que sólo sirve para ganar votos. Que oiga quien tiene oídos…

Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor

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sábado, 25 de enero de 2014

HUMBERTO SEIJAS PITTALUGA, IGUALITARISMO NO ES IGUALDAD, SESQUIPEDALIA

No solo porque el diccionario diferencie entre ambos términos.  Es que una cosa es la igualdad, ese “principio que reconoce a todos los ciudadanos capacidad para los mismos derechos” —cosa que es loable y posible de lograr—; y otra, muy distinta, el fulano igualitarismo, que no pasa de ser ese afán demostrado por el régimen para rechazar la alteridad, para desconocer las diferencias intrínsecas a las personas, para acabar con lo poco de excelencia que queda en el país y para aplicarnos a todos el rasero y emparejarnos por lo bajo.  

Esa manera de pensar es un atentado contra la libertad de escoger; impide que los individuos busquen surgir, destacarse y mejorar en los menesteres y asuntos más diversos.  Es la negación de la meritocracia —que ha devenido en mala palabra por aquí desde hace quince años— y la instauración de la mediocridad en todo.  Por eso es que tenemos unos ministros que no son capaces ni de sacar a un perro a mear, unos directores de hospitales que probablemente dejarán morir de mengua a sus pacientes, unos “educadores” que hacen huir de los salones a nuestros jóvenes, y unos mandos militares que en otros países se hubieran quedado antes de la mitad del camino.

La igualdad debe entenderse como un concepto jurídico de aplicación práctica para el logro de los grandes objetivos nacionales; implica que dos ciudadanos deben ser tratados igualmente si poseen méritos iguales (o si han incurrido en una misma contravención); no llega a ser un concepto ontológico per se.  

Con él se busca el progreso del país, al mismo tiempo que facilita el surgimiento de las personas que por su excelencia han de ayudar a la comunidad en su camino hacia el progreso y el desarrollo.  Yo estoy seguro de que cuando los líderes socialistas de finales del siglo XIX propusieron aquel apotegma de “a igual trabajo, igual remuneración” no estaban significando la aberración actual: que si dos personas están clasificadas como “Electricista II” en el manual descriptivo de cargos, deben percibir la misma cantidad como salario.  Al proponer esa forma de remunerar, lo más probable es que no hubiesen dejado de lado aquel otro sintagma socialista, el de Bakunin, de que “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”.  Si uno de los electricistas del ejemplo trabaja más y con mejor calidad que el otro, lo sensato es que se le remunere mejor.  Igual debería ser si uno se desempeña en Chacao y el otro en Puerto Páez; o si uno trabaja en redes de solo 110 voltios y el otro con los conductores que vienen de Guri y tantas mentadas de madre les han significado para Jesse.  Pero eso no es lo que quiere el régimen.  Nos quiere a todos igualiiitos.  Si siguen así, dentro de poco todos vamos a estar usando los trajes Mao de los años setenta en China.

Hay quienes proponen que “libertad” e “igualdad” conforman una dicotomía; porque si te obligan a ser “igual” te están quitando la libertad.  Por el contrario, y como ya lo asomé más arriba, es posible que convivan armónicamente ambos principios.  De hecho, de acuerdo al contrato social todos somos “igualmente libres”.  Pero esto no lo entienden los rojos-rojitos de por aquí y, por eso andan en esa manía “socialista-siglo-veintiuno” de restringirnos las libertades a fin de lograr una “igualación” para todos, limitados por unas comunas decididas en contra de la Constitución.  Hacerlo así es artificial (y hasta contra natura).  Por lo que no lo han de lograr, sin importar cuantas irracionalidades y violencias empleen para hacernos creer que la luna es pan de horno. 

Pero, al igual que en “Rebelión en la granja”, la novela de Orwell, va apareciendo una clase privilegiada compuesta por la nomenklatura, los altos mandos militares, los boliburgueses y los bolichicos que justifica (y nos restriega en la cara todos los días) la reforma que el Cerdo Mayor hizo de la regla siete: “Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros".  Y pasan por delante de los ciudadanos de a pie con sus camionetotas blindadas y su retinue de escoltas, haciendo jactancia de cuánto han robado pero, al mismo tiempo, dejando muy claro que la aspiración igualitaria que propugnan a cada rato de labios para afuera no pasa de ser una hipocresía y una interpretación desquiciada de la naturaleza humana.

Remato transcribiendo algo que leí y que fue lo que me hizo entrar en la materia de hoy.  Es un párrafo del discurso que pronunciara Ramón David León —periodista íntegro y combativo toda su vida— en la casa natal de Andrés Eloy blanco, en Cumaná, en 1967: “…el igualitarismo criollo lo era de superación y ascenso. Llevó el de abajo a lo alto, abriendo caminos y ancho campo al esfuerzo varonil, a los valores éticos y al mérito intelectual. Por eso, ni envidioso ni resentido, no atrapó el de arriba para estrellarlo contra el suelo, dándole la igualdad estéril de la impotencia y de la mengua”.  Ojalá pudiera el régimen entender eso.  Pero como que les es muy difícil…

hacheseijaspe@gmail.com

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