El
fantasma del sarcasmo parece aturdirnos con una estrepitosa risotada, cuando
los esquemas racionales tienden a dirigirse a una incompresible inversa.
Suena burlesco recordar cómo decíamos en una cómica comparación de cantidad:
“hay como arroz”. Hoy sería pecado mortal emitir tan impropia frase, pues este
suplemento alimenticio yace perdido de los anaqueles comerciales y debe ser
adquirido en fatigosas colas.
Ahora
la frase “me estoy comiendo un cable” –relacionada a esa insoslayable necesidad
económica y carencia de platos de comida en la mesa–, tiende a engrosar la
lista de pronunciamientos inadecuados, pues entre las tantas epidemias
delictivas se encuentra el robo furibundo de cableados de cualquier tipo,
irrespetando la tranquilidad de una gran variedad de servicios.
Frente
a una carencia casi absoluta de divisas, en la cual los costos de los
productos importados son regidos bajo el espeluznante mercado paralelo, los
delincuentes no han podido tener otra ocurrencia delictuosa que robarse los
cables conductores de servicios como el telefónico y el internet. Pero lo más
sorprendente no es la actuación de quienes se llevan lo ajeno, sino las
respuestas contundentes de la empresa pública que presta estos servicios.
En
días pasados de forma imprevista falló el internet. Nos comunicamos dos veces
con la empresa telefónica nacional que proveía el servicio para instarlos
a reparar la avería y nos respondieron que en 48 horas se subsanaría la falla.
No pudimos realizar una tercera llamada, pues también nos
quitaron el servicio telefónico, para no seguir causándoles mayores molestias.
Vamos
en un rumbo desmedido hacia la desconexión tecnológica. Nos aplasta el
infranqueable esquema del “no hay”, como si el primitivismo irrumpiera hacia la
época del inicio del telégrafo y los correos a caballo.
Se
prevé un fuerte deterioro de la industria de las telecomunicaciones por la
falta de la moneda gringa. Las empresas del sector acumulan unos 700 millones
de dólares en liquidaciones de divisas pendientes. Un ejemplo de
ello
es ostentar con desconsuelo el tener la peor conexión a internet de toda
Latinoamérica.
Resulta
apreciable el menoscabo de las telecomunicaciones en el país, cuya calidad hace
aguas cuando perdemos fácilmente la cobertura del móvil, ningún proveedor vende
un *bam* para internet o la empresa de más usuarios de telefonía celular de
Venezuela, advierte que no proveerá de este beneficio web a las nuevas líneas,
además de acortar las llamadas
internacionales
a sólo 10 países.
Aunque
les duela a muchos la hegemonía imperialista del gigante norteño, sin
dólares no hay inversión. Habrá que realizar un curso indio por correspondencia
para la fabricación de señales de humo o amarrarle un hilo a los vasitos de
cartón como en los tiempos de la infancia para lograr comunicarnos.
Entre
los desinhibidos instintos de los choros y las dentelladas hambrientas de las
iguanas, nos están dejando sin cables. Quizá la mejor excusa a esgrimir por el
gobierno es que si no tienes energía eléctrica es innecesario contar con
internet, pues ahora la costumbre es leer un buen libro a la luz de una vela.
José
Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571
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