"Mambrú se fue a
la guerra" es la versión española de una popular canción infantil francesa (Marlbrough s'en va-t-en
guerre). En España, lógicamente sustituyeron ese extraño nombre por un vocablo
más fácil de pronunciar: Mambrú.
La canción fue compuesta luego de la Batalla
de Malplaquet durante la Guerra de Sucesión Española, los franceses -aun
habiendo perdido- se sentían victoriosos al suponer muerto en batalla a su
enconado enemigo el Duque de Marlborough, a quien le dedican esta canción en
tono burlesco.
Después de 225 años de
aquel episodio, la canción sigue utilizándose para dormir niños y para burlarse
de tiranos y gobernantes irresponsables que ven en la guerra un perverso juego
para justificar sus fracasos e imponer sus ambiciones desmedidas de poder.
Bastante le cantaron esa canción a Hugo Chávez, quien mucho antes
del 4F comenzó sus juegos de guerra, hasta el final de sus días. De hecho, lo más ostensible de su legado es
el militarismo como modelo para ejercer el poder, algo que los cubanos han
sabido manipular para preservar su influencia y mantener a raya al poder civil.
También ha sido aprovechado por una cúpula militar corrupta que se ha
enriquecido a la sombra del Estado y participando en negocios de dudosa
factura.
Sin duda, han
intentado implantar una cultura belicista donde cualquier cosa -así sea una
necedad- es para el gobierno una "gran batalla" y todos sus fracasos
son consecuencia de la "guerra" económica o política que le ha
declarado el imperio, la oligarquía o la oposición apátrida.
Por supuesto, después de 15 años en una
permanente "gran batalla" y siendo evidente los magros resultados, es
justo suponer que el gobierno las ha perdido.
Una duda razonable debe surgir en
el chavismo: ¿Si la revolución tiene en un puño todos los poderes, como pierde
las batallas ante una escuálida oposición?
La respuesta explica que hoy se
sientan defraudados. Tanto hablar de
guerra que la han banalizado, aun así pretenden sembrar angustia en la
población con movilización de tropas en la frontera y ejercicios militares por
aquí y por allá.
Es parte del juego de
Nicolás Maduro para generar un conflicto interno pero será inútil, pocos le
creen.
Sin embargo, subyace una
preocupación por el futuro que ofrece un presidente insensato que pretende
dividir a los venezolanos y desconoce los riesgos de cualquier conflicto
interno.
En España se perdieron 200.000 vidas en una guerra fratricida entre
1936 y 1939. La guerra civil en
Centroamérica dejó en el camino 300 mil muertos, un millón de refugiados y
100.000 huérfanos.
Necesitamos un
gobierno que ofrezca un futuro a las próximas generaciones y que recuerde a
cada instante el drama de los 11.000 niños soldados que -en algún momento-
registró Human Rigth Watch como combatientes en el conflicto interno de
Colombia, cuya profundidad y crudeza es tal que ni la magistral pluma de García
Márquez pudo recoger en su real dimensión.
En definitiva, hasta hace poco el juego de la guerra era motivo de burla
pero ahora es motivo de preocupación y más que eso, es una razón para impulsar
un cambio en Venezuela y derrotar al militarismo, a esa cultura de la violencia
que distingue al gobierno más inepto y corrupto de nuestra historia.
Es hora de dar la espalda a los promotores de
la guerra y tender la mano a quienes prometen unir a los venezolanos para
promover la paz y el progreso. ¡Ese es
el cambio!
Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
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