El cierre de la frontera con Colombia es,
entre otras cosas, un harakiri. No solo político y electoral, también
económico. Lo malo es que además de afectar al gobierno, daña a muchos
venezolanos y al ya maltrecho aparato productivo. El empresariado dice que el
PIB caerá 2% como efecto de ese despropósito, lo que es ya decir mucho si
pensamos en que se esperaba un menos 7% este año.
El derrumbe estrepitoso en las encuestas
tiene al gobierno desquiciado, más de lo que ha sido en tiempos normales.
En lugar de corregir la deriva desastrosa que
lleva, la ahonda, escarbando más en el hueco en que se ha metido con sus
políticas y acciones disparatadas, que no se explican sólo por razones
políticas y/o ideológicas, sino también por una peculiar y funesta manera de
gestionar los asuntos de gobierno, que evidencian su ignorancia e incompetencia
proverbiales.
Teodoro Petkoff le encasquetó el mote de
Chacumbele a Chávez, y acertó. Maduro y Cabello han hecho los mismos honores
para ganarse también el sobrenombre. Con la diferencia de que no disponen de
los astronómicos recursos que el finado sí tuvo, y en tal sentido el final lo
están acercando a mayor velocidad.
Los distintos problemas que compartimos
colombianos y venezolanos por el hecho de tener un vasto lindero común no se
resolverán con un paso fronterizo cerrado ni con un Estado de excepción del
lado nuestro, desproporcionado e inútil.
Los asuntos no solventados que arrastramos
desde hace mucho tiempo no podrán canalizarse hacia una solución definitiva
colocando una barrera entre dos pueblos que han vivido uno junto al otro por
siglos y que hasta el final de los tiempos seguirán así, ni recurriendo a nacionalismos
indigestos.
Es insostenible tratar de cerrar el paso a
quienes viven a ambos lados de la frontera y necesitan para su vida la libre
circulación. Ese trasiego de gente y mercancías es imposible pararlo, incluso
con contingentes militares, que, según lo que se oye, apenas comen o son mal
atendidos.
Hoy estamos ante un asunto coyuntural que
obliga a buscar una salida a la brevedad
antes de que se pierda el control y se vuelva esa larga frontera un problema
mayor inmanejable.
Que se hayan reiniciado las conversaciones
entre ambos gobiernos es una buena noticia. Falta ver acciones concretas y
urgentes.
Obviamente, los temas de largo aliento
(intercambio comercial, seguridad, narcotráfico, delincuencia política,
guerrillas, paramilitarismo, transporte, etc) deben asumirse con voluntad
política transparente y sincera. Para eso están las comisiones que fueron
creadas antes y han sido puestas de lado en los últimos tiempos. Pero si se
desea conformar otras o con otros nombres, bienvenidas sean. Lo que se pide es
que sean permanentes, no esporádicas, y se les dote de personal y recursos para
su funcionamiento.
No obstante, está lo urgente, que aun cuando
pudiera tener que ver con lo que viene de lejos, obliga a enfrentarlo sobre la
marcha.
Si el gobierno cabello-madurista se mantiene
en sus trece de bloquear la frontera, el perjuicio económico y el daño social
será mayor para Venezuela, y ello será un cargo más contra su ejecutoria.
A pesar de todo, hay algo positivo en todo
este asunto. Con este harakiri nos aproximamos más rápidamente al final de la
calamidad que se echó sobre nuestro país hace 16 años. El 6D recibirán una
factura, que será más gorda mientras más prolongue un estado de excepción
absurdo.
Emilio
Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
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