¡Tengo sed! Fueron las palabras desgarradoras
de un hombre llamado Jesucristo cuando lo colgaron en una cruz antes de morir.
No se refería a la falta del vital elemento para la subsistencia, sino a la
indiferencia, a la ambición artera y todo lo que hace a la maldad del hombre
que golpea a la humanidad. Ante ese pedido desesperado le dieron de beber
vinagre.
Esa razón por resistir el dolor humillante se
transcribe perfectamente después de más de dos mil años en un mundo
convulsionado con una dirigencia que en muchos lugares busca afanosamente el
poder, la avaricia y la fortuna económica, transformando en llanto el dolor
angustiado de los desposeídos.
Esa traslación de ese hombre estrangulado en
un calvario la podemos aplicar sin reparos en este tiempo acá mismo. Usan esa
congoja para mentirle a la gente en forma satírica y grosera; no creo que en
nuestro país haya hambre dijo la Sra. muy suelta de cuerpo, mientras que en la
argentina profunda reina una pobreza de muerte que escandaliza.
La desgracia es un mal análogo a la falta de
oportunidades; la carencia de medios lleva al deterioro paulatino de la vida
misma de un ciudadano. La brecha se hace insostenible; los pobres están
sumergidos en el pantano de las miserias menguadas por vergonzosos planes
clientelares para atenuarla. Paradójicamente después de tener la mayor
oportunidad de la historia para erradicar esta peste en nuestra sociedad, se
priorizó la mezquindad del mayor robo indiscriminado ante la complacencia de
jueces corrompidos que miran al costado. “Esta es la nuestra se dijeron” en
detrimento de la solidaridad necesaria para combatir ese flagelo.
El hambre no pregunta para entrar; ni
siquiera sabe por quién. El ayuno forzoso se incrusta en el tejido social
humilde sin piedad haciendo oídos sordos a la voz de niños que claman: “tengo
hambre”. Casi siempre en la mesa de los hogares carenciados hay por lo menos
ocho bocas y en la mano un solo pan; a
veces ni siquiera eso; no les queda otra que acostumbrarse a padecer. En
tiempos de elecciones le dan de beber ese mismo vinagre convertido en un
colchón, o un choripan, para después dejarlos con las idénticas necesidades de
antes y ese sabor amargo aprisionado en un destino vejatorio que los tenga
cautivos.
Cuando la política se deshumaniza sin
clemencia se transforma en la peor de las dictaduras, convirtiendo provincias
hambrientas en feudos obscenos que juegan con la dignidad de los indefensos.
Hoy el parásito más destructor es el dirigente corrompido que se niega a dejar
sus arrebatadas heredades en desprecio hacia el hambre del esclavo.
No existe diferencia en la palabra dictadura;
esta se ejerce con la fuerza de las armas, o con la potencia del hambre. En ambos casos lleva
a la desaparición compulsiva del ciudadano.
Llenarse la boca con la palabra derechos
humanos, despreciando la vida de los inocentes, es como disparar con un fusil a
quemarropa a quienes padecen la más monstruosa de las carestías, como es no
poder alimentarse.
En el país de las vacas y el trigo de las
fértiles praderas argentinas, a principio de la década del 70, el 75% de la
población era de clase media; hoy ese mismo vecindario en pleno año 2015 se ha
convertido en más de 50% de pobres, y alrededor del 10% es indigente. ¿Qué hizo
esta dirigencia política para llegar a esto? ¿Qué demonio hicieron con los más
de setenta mil millones de dólares que le sacaron en forma compulsiva a los que
trabajan esas llanuras?
El mundo se conmovió cuando el niñito Aylan
apareció ahogado en una playa huyendo de la barbarie; desgracia trashumante de los
que caen en el infortunio de la adversidad.
Cuando el mundo llora conmovido por la
tragedia de un Ángel, aparece en la pantalla la figura oscura de una mujer sin
corazón que aprovecha ese llanto humanitario para sacar réditos políticos. Dijo
entre un sollozo fingido y otras calamidades, que ella no quiere parecerse a
esos países que expulsan inmigrantes y dejan morir chicos en las playas; lo
hizo en referencia a los miles de refugiados que buscan otros horizontes,
mientras en su país los indigentes maduran sus silencios contenidos, en busca
de algo para comer.
Solamente una persona con un profundo
deterioro mental puede gritar en un discurso endémico semejante extravío. Es
mirar la paja en el ojo ajeno y no advertir la viga en el suyo. Le cabe
perfectamente aquella advertencia evangélica que espantó a los fariseos.
Lo más indignante de esto es que lo pronunció
después que el joven Qom Oscar Sánchez dejaba de existir en un nosocomio del
Chaco a causa, entre otras cosas, de desnutrición y tuberculosis. Fue una
cachetada burlona a esos padres sedientos de agua y comida, como premio a su
condición de ser seres humanos arrastrados por las desventuras, que no pudieron
curar ni alimentar al joven Oscar.
Nadie, absolutamente nadie del oficialismo
salió a explicar esos disparates; ni el “pulcro” CELS, tampoco algún medio
oficial quiso aclarar. ¿Dónde están la Sra. Carlotto o la Sra. Bonafini que
nada dijeron? ¿Los Qom no son seres humanos? - ¿No son argentinos? - ¿O porque
no son montoneros no les interesa? El
lenguaraz jefe de gabinete preguntó si hay que ocuparse también de la pobreza
en África - sin palabras-. Mientras tanto en un lugar de la ciudad de Bs As sus
colegas aborígenes, ahí tirados en una avenida, hace ocho meses que piden
audiencia a la “sensible presidenta” para hacerles comprender las viejas
angustias y el desesperado anhelo de los pueblos originarios; poder
alimentarse, abrigarse, y volver a sus tierras usurpadas por uno de los peores
gobiernos que se tenga memoria de una provincia feudal en argentina como es
Formosa.
Lo único que le falta decir a la jefa de
estado en los finales de su mandato es lo que dijo el impresentable presidente
venezolano a su país cuando empezaron a escasear los alimentos: ¡coman menos!
El problema de la pobreza en argentina es tan preocupante que muchos de tanto
comer menos se están muriendo. Y ella lo esconde, hasta parece que festeja, es
como decirles: ya duermes hermano tu muerte por anticipado.
Todo tiene su fin y esto lo tendrá también.
El 25 de octubre debe comenzar un profundo cambio en nuestro país; transición que nos llevará un
tiempo prudencial para encarrilar estos años de desgobierno que quedarán en la
historia como un verdadero monumento a la corrupción. Esto se dará depende
quien sea el nuevo presidente, y para eso la voluntad de los argentinos marcará
ese nuevo destino. Si no estaremos condenados a más de lo mismo, es decir al
fracaso.
Raul
R. Zorzon
rzorzon@malabrigo.com
@RaulReneZorzon
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