No me refiero a las
aún inciertas elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre. Ellas
forman parte de lo que está por venir, pero es útil recordar que la verdadera
naturaleza del problema de Venezuela no es electoral sino existencial, de
valores y principios muy erosionados por los bárbaros que controlan al régimen.
Cada día crece el descontento, el rechazo profundo de una población hastiada de
tanta ineficiencia y corrupción. Está en el ambiente. El cambio no puede
esperar más. Se trata de algo más que obtener unas cuantas diputaciones
adicionales en diciembre. Hablamos de la reconstrucción democrática de un país
en ruinas. Los caminos están a la vista. Como diría nuevamente El Libertador,
“vacilar es perdernos”.
2015 se aproxima al
final. Otro año perdido para una Venezuela que no se detiene en el proceso de
destrucción que sufre. Pero llegó el tiempo de duplicar esfuerzos para revertir
hacia lo positivo las negativas tendencias del presente. Sigo atentamente todos
los pronunciamientos de las fuerzas políticas del país. De gobierno y de la
oposición. Lamentablemente siento abandono de algunos temas que para mí han
sido fundamentales, básicos para mantener viva la llama de la fe indispensable
para iluminar el camino hacia un mañana mejor. Me parece acertado el acento en
la libertad de los presos políticos y el regreso de los exilados, pero no
basta.
Quisiera sentir en la
oposición el clamor de la Venezuela profunda por la descentralización política
y administrativa, por la autonomía de los Estados y Municipios, por la
regionalización de la Justicia y de los servicios fundamentales de educación y
salud, de las competencias en materia de seguridad y orden público y la
promoción de un serio debate sobre el verdadero rol de las fuerzas armadas.
Sobre estos y otros tanto o más importantes, ni una palabra. Tampoco sobre la
libertad económica, la libre empresa y el mercado como instrumento generador y
distribución de riqueza de conformidad con un ordenamiento jurídico sabio y
estable, al cual debe someterse todo el mundo, pero primero y principalmente
quien lo dicta que es el propio Estado. Quisiera saber que están pensando
quienes dirigen la lucha electoral y quienes, abierta o de forma encubierta,
aspiran gobernar en los próximos años.
Otro aspecto
importante se refiere a la libertad de expresión e información. Los medios de
comunicación, silenciosa o discretamente, están esperando un compromiso serio
con cara al futuro.
Ese futuro empezó
ayer. El cambio viene. Nada podrá detenerlo. No olvidemos que con frecuencia,
la imparcialidad es el disfraz tramposo de los oportunistas.
Oswaldo Álvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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Estimado Señor Alvarez Paz,
ResponderEliminarHe notado que usted finaliza su articulo con la siguiente afirmacion.
"No olvidemos que con frecuencia, la imparcialidad es el disfraz tramposo de los oportunistas"
No estoy de acuerdo con su planteamiento. No sustenta usted con elementos probatorios esos frecuentes ejemplos de imparcialidad disfrazada de tramposa a los que usted alude. La imparcialidad es un valor indispensable en democracia. Sin él no podrà existir la separacion de poderes o el periodismo independiente.
La imparcialidad se pondrà a prueba para juzgar una situacion frente a criterios objetivos y, en lo posible, a datos fácticos, y de lo cual se espera una decisión justa. En materia de ideologia politica la imparcialidad no tendria cabida