Para
nadie es un secreto que en la Cuba de
los Castro ha pasado todo lo malo que le puede ocurrir a un pueblo. Desde el
paredón de los fusilamientos, el brutal racionamiento de la comida, los
balseros que huyen desafiando a la muerte buscando la libertad, la represión a
la disidencia, los presos políticos y la exportación armada del comunismo a
todos los países susceptibles de ser catequizados por la hoz y el martillo del
progresismo del Foro de Sao Paulo.
Sin embargo,
en sus mensajes, Jorge Mario Bergoglio, se abstuvo de hablar a favor de la
democracia y los derechos humanos, de la libertad y de los padecimientos del
pueblo cubano. Quiso dejar en la nomenclatura cubana una imagen solidaria con
ellos y al mismo tiempo a los cristianos la necesidad de la reconciliación , a
esos seres por largo tiempo acallados por la dictadura más longeva y de dudosa
honestidad que ha generado una de las diásporas más significativas que se ha
producido en el mundo por razones políticas, religiosas y económicas.
De
Cuba partió un Jorge Mario Bergoglio conciliador pero en el viaje hacia Estados
Unidos se fue convirtiéndose en el peregrino de los temas sobre la inmigración, la justicia social y la
desigualdad económica. Era otro Francisco. Era
el Jorge Mario Bergoglio populista abogado de los pobres, de los
migrantes,
Todos
los países del mundo se han construido con nacidos en su territorio y por
quienes llegados de otras tierras contribuyen al engrandecimiento de esas
naciones. Los Estados Unidos ha sido receptor de millones de seres que llegados
de las más diversas latitudes llegan a ese país en busca del llamado “sueño
americano” y de contribuir con su esfuerzo a la prosperidad general partiendo de esfuerzos
individuales. No podemos negar tampoco
que las mafias italianas y rusas, y contemporáneamente los traficantes de
drogas, que sentaron sus delitos en ese
país fueron y son una migración nada beneficiosa para el bienestar general de
la colectividad.
Nosotros
defensores a ultranza de la libertad y de la vida no podemos estar de acuerdo
con quitarle la vida a un semejante. Por ello no podemos estar de acuerdo ni
con la muerte en el paredón comunista después de juicios revolucionarios, a lo
que no hizo alusión Jorge Mario Bergoglio ni con las penas de muerte aplicadas
por los tribunales estadounidenses.
En
resumen Jorge Mario Bergoglio en tierra de opresión no hablo de libertad y en
tierra de libertad hablo de opresión.
Habla
de no temer a los extranjeros; pero se niega a reunirse con la disidencia del castrismo
tanto en Cuba como en los Estados Unidos.
Carlos
R. Padilla L.
carlos.padilla.carpa@gmail.com
@chino121
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