Es imposible no conmoverse ante la dantesca
situación del Estado Táchira; pero la conmoción pasa a desconcierto al
asociarla mediante el neologismo “Tachigaza”, con la Franja de Gaza, conflicto
que remonta medio siglo y que le sirvió de pretexto a Chávez para romper
relaciones con Israel, echar a su embajador y terminar maldiciendo al Estado
Judío en cadena nacional.
“La realidad (…) es que en esa franja (…) se
ha desatado una flagrante violación de derechos humanos rayando en el genocidio
contra sus habitantes, quienes han sido obligados a desplazarse del lugar donde
construyeron una vida familiar y laboral, dejando atrás sus recuerdos,
pertenencias y humildes viviendas, marcadas, saqueadas y derrumbadas al más
puro estilo nazi.”
Esto no lo dijo Chávez, el párrafo alude a la
zona fronteriza con Colombia pero, en virtud de la equiparación, mutatis
mutandi, podría tomarse como una descripción de la situación en la Franja de
Gaza. El papel de Hamas lo representarían los guerrilleros o paramilitares,
según la posición del observador; pero el papel del Estado venecubano sin duda
lo representa Israel que es quien bloquea la Franja materialmente, no en forma
imaginaria como en el llamado “bloqueo” a Cuba.
La comparación resulta irritante porque
honestamente, ¿qué carajo tendrá que ver Israel con un conflicto fronterizo
entre Colombia y Venezuela, tanto menos si el causante de la controversia ni
siquiera tiene relaciones con él y es un régimen abiertamente antisemita por lo
que no puede asimilarse ni de lejos con el Estado Judío?
Este es el quid de la cuestión: Un conflicto
cualquiera, en que Israel no tiene arte ni parte, se convierte en una
oportunidad para atizar los prejuicios cotidianos sobre el conflicto árabe
israelí, presentar una visión sesgada de la confrontación en Gaza y de paso
decir que el Estado Judío actúa “al más puro estilo nazi”.
Por este camino enrevesado termina Israel
como arquetipo del mal, modelo de tropelías, incluso de las que hacen regímenes
declaradamente antisemitas; en cambio: Cuba ni se menciona, ni el régimen
castrista viola derechos humanos, ni los comunistas hacen deportaciones
masivas, aunque sean históricas las de Stalin, Mao y Pol Pot.
Esto es lo que vuelve chocante incluso la
actitud de un caricaturista colombiano que dibuja un soldado con una esvástica
deportando a sus compatriotas. ¿Por qué no lo viste de rojo con una hoz y un
martillo, como sería más apropiado? Porque en Colombia también impera la
prohibición de denunciar al comunismo, que tiene defensores incluso armados, en
cambio es más cómodo acusar a los nazis que no tienen defensores.
En Venecuba la oposición oficial no apoya a
Israel ni siquiera una fracción de lo que el gobierno lo ataca; al contrario,
hay evidencias inocultables de antijudaísmo opositor. Por ejemplo, la
caricaturista Rayma, dibuja una estampita de Navidad en la que se representan
niños del mundo durmiendo bajo la estrella de Belén; pero cuando le toca al
“niño palestino” lo que se ve sobre su cabeza es un misil con la estrella de
David.
Esta ocurrencia de Rayma daría para un
artículo aparte, baste decir por el momento que ignora los millares de misiles
Kasam que Hamas arroja en forma previa a las acciones israelíes, sin mediar
provocación alguna, a propósito contra población civil, matando y mutilando
niños judíos igualmente ignorados.
Esto llevó al también ingenioso primer
ministro Benjamín Netanyahu a declarar que: “Ciertamente nosotros usamos
misiles para defender a nuestra población civil, pero Hamas usa a la población
civil para defender sus misiles”.
Es forzoso encarar el hecho embarazoso de que
hay un antijudaísmo católico estimulado por las prédicas de la Iglesia que se
basa, entre otras cosas, en que los judíos no reconocen a Jesús como el Mesías;
pero es que los islamistas tampoco y los comunistas rechazan no sólo al Hijo
sino también al Padre y al Espíritu Santo, no obstante, nadie proclama su
disposición a “borrar a Irán del mapa”, ni a “exterminar a los comunistas,
dondequiera que estén”.
Al contrario, para el padre s.j. Luis Ugalde
“el peligro actual de Latinoamérica no es el comunismo” y en su oportunidad
condenó la profanación de la Sinagoga de Maripérez diciendo que se oponía a
“toda forma de xenofobia”. Para buen entendedor, cataloga a los judíos como
extranjeros.
A veces el peor daño se inflige
inconscientemente; pero siempre es saludable un sincero examen de conciencia.
NEGACIONISMO DE IZQUIERDA
Uno de los hechos más inquietantes de nuestro
tiempo es que las banderas del anti judaísmo que tradicionalmente habían sido
patrimonio de la ultra derecha ahora son desplegadas por la ultra izquierda,
con idénticos argumentos, sin quitarles ni una coma e incluso conservando a los
autores originales.
Podría servir como ejemplo la reedición de
los Protocolos de los Sabios de Sión, un libelo difamatorio cuya redacción y
orígenes han sido mil veces rastreados y demostrada su falsedad hasta el punto
de que el mismísimo Adolfo Hitler llegó a afirmar que “no importa que sean
falsos si al fin y al cabo revelaban las intensiones de los judíos”; pero que
hoy son divulgados como una revelación por la Radio Nacional de Venezuela y
convertidos en libro de texto en las escuelas de los llamados “territorios
palestinos”.
Pero quizás sea peor el relanzamiento del
negacionismo, esto es, esa revulsiva tendencia a negar el Holocausto como algo
que nunca ocurrió y fue inventado por el discurso sionista. En algunos países
directamente involucrados en el genocidio como Alemania, Austria y Polonia esta
propaganda está tipificada como delito; pero no así en Rusia, Francia o España,
donde el negacionismo ha adquirido nivel académico.
Es algo completamente extraordinario que en
un expaís como Venezuela, donde nunca ha sido motivo de controversia el tema
del Holocausto por razones obvias de distancia, ignorancia e indiferencia, se
haya levantado con tanta fuerza este leitmotiv y de parte de quienes menos se
hubiera esperado, esto es, de la ultra izquierda neocomunista.
El origen de este despropósito puede
rastrearse en el alineamiento de la internacional comunista en el conflicto del
medioriente a favor de los árabes y en contra de Israel a quien denuncian como
punta de lanza del imperialismo; pero substancialmente en el malentendido según
el cual el origen del Estado Judío se justificaría en virtud del Holocausto,
por lo que, si éste no existiera, la creación de Israel carecería de
fundamento. En este momento es innecesario refutar esta falacia.
Lo más aterrador es que los neocomunistas no
tengan escrúpulo alguno en documentar su propaganda en testimonios de nazis
convictos y confesos como la señora Úrsula Haverbeck-Wetzel, viuda de Werner
Georg Haverbeck, militantes nazis con larguísimo prontuario de conspiración y
sedición contra la República Federal Alemana, por lo que han pagado prisión,
multas y los movimientos que han fundado han sido proscritos, como su “sociedad
para la rehabilitación de los perseguidos por refutar el Holocausto”, fundada
el 9 de noviembre de 2003, para conmemorar el 65 aniversario del Kristallnacht
que, según la lógica de esta señora y sus seguidores, tampoco debió haber
ocurrido.
Otro héroe inexplicable del negacionismo de
izquierda es Mahmud Ahmadineyad, que no requiere presentación en Venecuba, por
ser un aliado sempiterno de Hugo Chávez, sin que eso contraríe su devota
fidelidad religiosa a los Ayatolas fundamentalistas islámicos que regentan la
tiranía teocrática de Irán.
Es realmente extenuante tratar de explicarse
este contubernio indigerible entre la izquierda radical neocomunista, el
nazismo emergente en Europa y el fundamentalismo islámico; pero parece
inevitable al menos intentarlo, sobre todo si se observa que un delincuente
político de la calaña de Pablo Iglesias es simultáneamente el abanderado del
neocomunismo y del neoantisemitismo ¡en el Parlamento Europeo!
En efecto, con la más perfecta cara de tabla
Pablo Iglesias increpó a la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini,
para suspender el acuerdo de asociación UE/Israel y condenar la “ocupación
palestina por parte del Estado Sionista” (doble sic).
Sin inmutarse de ser tan ampliamente conocido
en Venecuba, junto a su carnal Juan Carlos Monedero, por recibir millones de
euros del régimen para financiar a su partido Podemos a través de
organizaciones fachada como el Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) o
el Centro Internacional Miranda, tampoco le inmuta ser ancla de la estación de
televisión iraní Hispan TV.
Lo que sí es desconcertante es que las
autoridades europeas no adviertan que estos sujetos reciben millones en
financiamiento, pero cuando atajan un cargamento de nueve toneladas de droga en
un buque proveniente de Venecuba, miran
para otro lado; o bien que luego de reunirse con altos cargos de ETA en el
gobierno, llegan a España diciendo que el problema de ETA es político y amerita
soluciones políticas y no antiterroristas.
Pablo Iglesias suscribió la versión oficial
del régimen castrista sobre el asesinato de Oswaldo Payá, acusó abiertamente al
español Ángel Carromero, no tuvo la más mínima palabra de condolencia para su
viuda ni para su hija, Rosa María Payá, sino que se dedicó a atizar el odio
contra lo que llama la derecha mediática para defender a Castro.
¿Qué puede tener de extraño que Pablo
Iglesias explote el antisemitismo de “izquierda” que reina en España y en casi
toda Europa con fines electorales?
BOICOT, DESINVERSIÓN, SANCIONES
Lo primero que salta a la vista en esas
siglas BDS es su malevolencia: no hay nada en ninguna de esas palabras que
sugiera convivencia, solidaridad, tolerancia. Su esencia es incitar a causar
daño, perjudicar, injuriar a otros, es decir, lo más contrario al espíritu
fundamental del Derecho que pone como base de la convivencia social el neminem
laedere, el no dañar a otros.
Lo extraño, lo curioso es que un tipo de
organización como ésta, que explícitamente pone como fundamento de su actuación
el animus injuriandi, haya adquirido carta de ciudadanía en occidente y reciba
el apoyo entusiasta de personas e instituciones supuestamente defensoras de
derechos humanos.
Aunque no puedan mostrar el más mínimo rastro
de que quieran ayudar a alguien, muy por el contrario, es un hecho comprobado
que el boicot contra las empresas israelíes asentadas en territorios que se
consideran en disputa no ha perjudicado sino a los árabes palestinos que se han
quedado sin trabajo, cuando no obligados a recorrer largas distancias para
seguir sus fuentes de empleo a nuevos asentamientos que juzguen satisfactorios
los inquisidores del siglo XXI.
Y este es el punto nodal de los autonombrados
censores europeos de la industria israelí: ellos deciden según su real saber y
entender qué territorio es “palestino”, en qué lugar son ilegales los
asentamientos económicos, quién puede producir qué y dónde, sin juicio o
procedimiento previo ni apelación posible.
Han institucionalizado la palabra “colono”
para referirse a los judíos en oposición a los árabes, que según ellos sí
tendrían un derecho inmanente a ocupar las tierras de Judea y Samaria e incluso
Jerusalén, derecho terriblemente problemático porque todo el buenismo europeo
no alcanza para explicar porqué un hipotético estado árabe palestino tiene que
ser judenrein, esto es, libre de judíos, en el cual éstos no pueden vivir ni
tener propiedades, algo tanto más incomprensible considerando que los árabes sí
viven y tienen propiedades en Israel, no sólo en las zonas en disputa.
No hay que ser ningún experto en comercio
mundial para intuir que las actividades promovidas por organizaciones como BDS
son contrarias a los esfuerzos de otras como la Organización Mundial del
Comercio o cualquiera que promueva la libre competencia, la circulación de
bienes y servicios, la economía de mercado.
Un inconveniente es que habría que demandar
pronunciamientos previos para luego exigir la ilegalización de estas prácticas
como contrarias a las leyes internacionales y a los principios que las
inspiran; otro, menos confesable, es que estas acciones son dirigidas
exclusivamente contra Israel, con lo cual aparentemente aprovecharían a algunos
competidores desleales, aunque la práctica demuestre lo contraproducente que
resulta la unfair competition.
Mientras tanto el movimiento BDS sigue viento
en popa. Su más reciente escándalo fue contra el rapero conocido como
Matisyahu, vetado en un festival de rap en España, a condición de firmar una
carta o un video a favor del “Estado Palestino” lo que consideró inaceptable.
El detalle es que Matisyahu es norteamericano y no se ve cómo conectarlo con
Israel, salvo por ser judío practicante, así que los responsables del festival
tuvieron que retractarse.
Pero no así el inefable Pablo Iglesias, que
declara que si Matisyahu no firma la carta es porque apoya lo que él ya
sentenció como “políticas racistas”, con lo que revela la verdadera intensión
del boicot: que al adherirlo se asuma todo ese discurso demonizador contra
Israel de ser Estado colonialista, genocida, que practica el apartheid, etcétera.
Más preocupante podría ser el llamado boicot
académico, que últimamente consiguió la adhesión del famoso cosmólogo Stephen
Hawking. Quizás primero se descubra la consistencia de la teoría del Big-bang
antes que las razones (y presiones) que llevaron a la oficina de SH a tomar una
decisión de esta magnitud; pero lo que pone de manifiesto es el poder que
ostentan los enemigos que luchan por convertir a Israel en un estado paria,
según lo que ellos mismos declaran como objetivo.
Europa ha sido escenario de los mayores
crímenes de que tenga memoria la humanidad y su inconcebible maldad es causa de
la mayoría de las tragedias que enfrentamos en la actualidad, incluyendo el
comunismo y el nacionalsocialismo, productos europeos, como el racismo y el
clasismo.
Es inaceptable que algunos europeos pretendan
conjurar su culpa proyectándola sobre el solitario y diminuto Estado de los
judíos, cuya historia trágica no podría contarse prescindiendo de la ferocidad
y crueldad europeas desde el imperio romano, pasando por las cruzadas, la
expulsión de España, las guerras mundiales, hasta el día de hoy.
La buena nueva es que la persecución enseño a
los judíos a defenderse y, a pesar de las fuerzas oscuras, Israel prevalecerá.
Luis Marin
lumarinre@gmail.com
@lumarinre
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