Creo que fue Woody Allen quien acuño
la frase “Yo no conozco el secreto del triunfo, pero si conozco el secreto del
fracaso: tratar de complacer a todos”.
Hace miles de años que los humanos hemos buscado verdades universales en
todos los campos y el resultado ha sido bastante malo. Hasta la ciencia tiene
problemas y aunque nadie pone en duda la aceleración de la gravedad o el
teorema de Pitágoras, abundan diferencias sobre la formación del universo y los
fenómenos atómicos. Mucho peor nos va con los asuntos sociales, los éticos, los
políticos y hasta con los deportivos pues, por ejemplo, aunque todos saben que
las Águilas de Zulia es el mejor equipo, hay algunos que creen que es el
Magallanes.
En el trabajo los desacuerdos son diarios. Asígnale este trabajo a Rita.
Pero jefe ella es la más lenta. Es verdad pero no comete errores. En la casa
igual. No vuelvas tarde. Mamá tengo 19 años. Tendrás mil pero aquí me llegas
temprano.
Nuestro hijo presentó a su novia. A él le parece muy bien, pero la madre
del chico tiene algunas observaciones. La familia de la niña no es de la ciudad
y el padre es divorciado y además (ponga usted lo que quiera para la novela).
“Yo estoy de acuerdo con la eutanasia y con la cremación” dice Juan el
cabeza de familia. “Estarás de acuerdo tú, pendejo” dice el abuelo que alcanzó
oír el comentario.
Entender que la vida está llena de diferencias, pequeñas, medianas y
grandes, y que aun así hay que vivirla es importante. Quizás al entenderlo la
cordialidad mejora y se ejercita la paciencia necesaria.
Pero ocurre, a veces, que las diferencias se vuelven pastosas y casi
imposible de caminar en ellas. El motivo preña la historia con ejemplos, es el
fanatismo.
El fanatismo (no el beisbolero) es llevar las diferencias a puntos
extremos en donde un individuo o grupo asume tener la razón y no acepta
variaciones. Es casi como tener un demente en la familia que se cree Napoleón y
habla y se viste como tal, sin importarle lo que su entorno le muestra como
opción distinta y quizás mejor.
Tal cual son los dirigentes rojos del régimen. Ellos tienen la razón. La
oposición, USA, Europa y todos los demás están equivocados y son enemigos. Yo,
Maduro vine a componer el planeta con un plan marxista que ni los rusos
supieron aplicar. Nosotros, hijos de Chávez lo haremos. Crearemos al hombre
nuevo y la felicidad mundial.
Al loco de familia no le importa la inflación, la escasez o la inseguridad.
Su fanatismo le impide ver el desastre que hizo
y su única pasión es no perder el
mando. Así, el hacer trampas, mentir, ocultar, despilfarrar, perseguir, apresar
y otras marramuncias se convierten en
conductas éticas para el fanático.
Pero Venezuela se ha dado cuenta de la farsa. El fracaso monumental en
resultados y un futuro claramente peor piden a gritos un cambio. Basta ya de
fanáticos y que vengan los demócratas.
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto6716.-
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