Las
leyes venezolanas son letra muerta ante la impunidad que abriga la acción delictiva
de dirigentes gubernamentales, delincuentes comunes, facciosos
furibundos y provocadores de oficio.
Cuando
la desesperación hace de las suyas, las virtudes se extravían en el camino de
la desesperanza y del infortunio. Surge así un mundo mediocre, débil y sin
fuerza, en el que la voluntad del hombre tiende a solaparse con la locura. En
el fragor de tan borrosa situación, cunde la desconfianza. Sobre todo, el
resentimiento a partir del cual se hace fácil la intromisión del despotismo
donde prevalecen las virtudes humanas. Es decir, las realidades se tornan tan
oscuras como sombríos se vuelven aquellos momentos dominados por la angustia de
vivir bajo la inseguridad que causa el terror y la violencia en tiempos de
dictadura. Ahí, la desesperación trastoca todo.
Así
como tan iracunda situación llega a perturbar la vida de cualquier persona sin
control sobre lo que su conciencia puede considerar, la desesperación
igualmente arremete contra las instituciones que no tengan mayor y preciso
sentido de lo que equivocadas o alevosas decisiones pueden acarrear.
Particularmente, si son instituciones sometidas por la política de coyuntura o
por ideología sin fundamento alguno. Es crudamente, el problema por el cual
trasciende cualquier gobierno aterrado al percatarse de que el final de sus
días encumbrado en el poder, está por llegar. Exactamente, es lo que padece el
régimen venezolano al advertir tan inexorable realidad.
La
desesperación insumió la poca capacidad que una vez pretendió arrogarse el
pésimamente concebido proceso revolucionario cuando intentó accionar promesas
que lejos de cumplir, contribuyó a desarticular mediante el desgobierno que
animó con la obstinación propia de gobernantes sin formación. Pero tampoco, sin
la disposición democrática que se requería para sacar adelante al país del
marasmo que le indujo la llamada antipolítica que se deparó en la década de los
noventa del siglo XX venezolano. Esto hizo que el país se desbordara a
consecuencia del descalabro que el mismo régimen había consentido al
confabularse con actores que juegan al terrorismo, a la corrupción, a la
intimidación, a la tiranía, a la procacidad, y al narcotráfico. Por
consiguiente, se burlan del ordenamiento jurídico, de los principios que
soportan la constitucionalidad, de los derechos, libertades, valores y
postulados que cimientan la democracia. Para decirlo llanamente, cabe la
expresión: el país “se fue de madre”. O sea, que las determinaciones
gubernamentales se excedieron más allá de lo regular causándole graves
conmociones al país.
Venezuela
se convirtió en un país social, económica y políticamente calamitoso. Incluso,
moral y culturalmente. Las leyes son letra muerta ante la impunidad que abriga
la acción delictiva de dirigentes gubernamentales, delincuentes comunes,
facciosos furibundos y provocadores de oficio.
Al mismo tiempo que el régimen revela un rostro déspota, dictador,
totalitario, a través de los pronunciamientos dictados por cualquier tribunal
de la república, también muestra un semblante ramplón, insolente y violento a
través de hordas de incultos y fanáticos capaces de apalear a cualquiera. O
sea, el comportamiento propio del “gorilismo” característico de regímenes
despiadados y sarcásticos. Particularmente, cuando advierten que han perdido su
base de sustentación política y su popularidad. Algo equivalente a lo que
médicamente se conoce como “metástasis”. O sea, el proceso de propagación de un
foco canceroso. Pero que en estos casos de agudo debilitamiento, afecta la
movilidad política, tanto como la estructura de poder al perderse la
ascendencia que otorga la autoridad que tanto se ha empeñado el régimen por
conservar y acrecentar al margen de toda consecuencia. Es ahí cuando invierte
todo su esfuerzo en reprimir de la manera más cobarde. No sólo con represión
física, sino también psicológica por lo cual busca llevar a la población a
situaciones de desproporcionada exasperación y desmedida resignación.
No
hay duda de que el régimen venezolano se ha planteado estrategias que van desde
las exacerbadas inhabilitaciones a candidatos opositores, pasando por la
criminalización de la oposición, la manida guerra económica para persuadir a la
población de que el camino democrático no es conveniente. Más, cuando para
esconder la desesperación que lo estremece cada día más, el régimen ha trazado
otras vías represivas a sabiendas que, contrariamente a lo que ha buscado a
fuerza de violencia y amedrentamientos, insiste en desgobernar aunque
reconociendo que está “con el sol a la espalda”.
VENTANA
DE PAPEL
TRAGEDIA
UNIVERSITARIA
El problema de los universitarios pareciera
haberse convertido en desventura, en desdicha toda vez que, a pesar de las
energías invertidas por los legítimos protagonistas de tan incómoda situación,
los resultados siguen siendo ambiguos. Siguen haciendo ver al país en ascuas. Y
no es para menos puesto que es contradictorio que reconociéndose la importancia
de la educación superior como el bastión sobre el cual descansa en buena parte
la responsabilidad del desarrollo de una sociedad, incluso el Libertador Simón
Bolívar lo asentía, un trabajador universitario, docente o profesional
administrativo, no le sea debidamente reconocido su entrega.
En medio de tanta penuria y necesidades,
tenga sueldos de miseria. De hecho, los concursos universitarios por ocupara
cargos quedan desiertos pues la compensación salarial no representa el arrojo y
voluntad de vivir las exigencias del trabajo académico.
Las discusiones ocasionadas en el seno de la
II Convenció Colectiva Universitaria, es la demostración fehaciente del
carácter demagógico que se empeña el régimen en reforzar, a través de obtusos
criterios con ilegítimos representantes de gremios sin historia. Todo, con el
perverso propósito de forzar escenarios diferenciados a fin de infundar el
temor sobre el cual el régimen ofrece sus paliativos. Los movimientos del
oficialismo dejan marcada su huella de manipulación que se convirtió en vulgar
afrenta ante los reclamos de una FAPUV persuadida en las bondades y ventajas
del diálogo respetuoso y civilista. Sin embargo, las realidades han despuntado
situaciones que se alejan de las buenas maneras que exhorta el urbanismo y la
tolerancia.
Muchos momentos sobreviven gracias a la
resistencia de convencidos gremialistas que hablan en nombre del sentimiento
que abriga la autonomía universitaria. Se sabe que detrás de los vaivenes
mediáticos a los cuales se presta el régimen, existe la necesidad que moviliza
los gobiernos populistas. O sea, la de aplicar políticas efectistas, no
efectivas ni tampoco eficientes, pero que arrojen resultados rápidos para
obtener el apoyo popular que garantice sostenerse en el poder. A todas estas,
la incertidumbre continúa reinando. Es decir, sigue sin saberse con qué
inventos van a salir. Jugaron a “la candelita por acá fumea” Pero en esa trampa
no cayó la FAPUV.
Pisotearon significativos argumentos y
remataron burlándose a espaldas de anhelos de miles de familias universitarias,
para firmar las últimas cláusulas pendientes y así rematar la II CC plagada ya
de violaciones. Aún así, el esfuerzo de la gente de la FAPUV por lograr la
mayor transparencia posible en el decurso de esa y otras reuniones, no decae.
Aunque a pesar de todo lo acordado e impuesto, no ha dejado de ser una enorme
tragedia universitaria.
LO
QUE DEBE HACERSE
Lo
único que ayudará al país a resarcirse de tanta desgracia política, es
insistiendo en el cambio del modelo socialista-intervencionista. Debe exigirse
racionalidad en la política económica, tanto como en la política social. Deben
proponerse acciones conjuntas que conduzcan a hacer que el régimen se
sensibilice ante el clamos nacional. Debe entenderse que no habrá salida fácil
y que indistintamente de quién sea el culpable, todos, sin excepción, habrán de
aportar su cuota de sacrificio. O sea, “justos por pecadores”.
El
país debe incitar acuerdos nacionales necesarios para validar el ajuste que
reclamado, a sabiendas que ello será muy costoso y que obligará, como
recientemente lo escribió Laureano Márquez: “a meter la cabeza entre las
piernas y colocarnos en posición de impacto para capear el temporal de
calamidades que se avecinan”.
Pero
antes de asumir tan difícil postura, no debe olvidarse la necesidad de
participar en todo lo posible. Pero de forma correcta. A pesar del miedo que da
encarar la prepotencia de la arrogancia despótica. Es lo que debe hacerse.
“Mientras
más desesperado se sienta un gobernante ante el justo reclamo de un pueblo con
vocación democrática, más errores cometerá valiéndose de las armas de la
ignominia”
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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