¿Por qué, luego de salir de la dictadura
perezjimenista, los venezolanos se comprometieron con la democracia? ¿Y por qué
ahora los mismos venezolanos permiten
que se les despoje?
Ambas interrogantes poseen respuesta: Los
venezolanos de la posdictadura se propusieron construir democracia. Mientras,
en el presente, los venezolanos opositores a este "proceso
revolucionario" nos hemos dedicado solamente a redimir la democracia; una
acción cuya fuerza de avance es lenta y que se ralentiza por la violencia que
impone el régimen por vías directa o indirecta.
Por eso, cuando llamamos a los jóvenes a
liberar la democracia, la convocatoria es casi nula; ellos no quieren epopeyas
violentas sino construcción de futuro seguro. Y, hacia allá, debe dirigirse el
discurso político.
Cuando construimos nos deshacemos de lo que
no sirve para diseñar, edificar y organizar aquello que nos es útil, lo que
sirve. Mas, cuandoredimimos, introducimos algunos cambios aun cuando, en
esencia, dejamos lo anterior tal como estaba. Es la señal de "cambiar algo
para que nada cambie", como bien lo planteó Giuseppe Tomasi di Lampedusa
(1896-1957) en su novela El Gatopardo.
Este razonamiento se puede aplicar al
chavismo puro, popular, pues cuando hablan de su revolución, de su proceso, lo
hacen desde un ideal que tiene, a pesar de la debacle, mucha fuerza y tantos
adeptos porque ellos asumen que están construyendo la nueva Venezuela, la
Venezuela distinta. Ese es un empuje que rompe paradigmas, que genera potencia,
optimismo, esperanza, recrea el sueño de la ilusión dormida que ha despertado
con nuevos elementos. Una utopía que supera la propia individualidad y que se
masifica en expresiones como "con hambre y sin empleo, con Chávez me
resteo", porque esa pujanza aventaja al mismo chavismo político.
La paradoja se presenta cuando la realidad,
por tanta corrupción, tanta inseguridad, tanta escasez, y tanta ineptitud de
quienes dirigen el gobierno, hace evidente que ese "sueño puro y
solidario" se tambalea y, a pesar de ello, todavía exista esa fuerza
"chavista" en la mitad del país, donde la gente hizo suya ese visión
de otra Venezuela chavista.
De este lado de la acera democrática también
tenemos un sueño, con una diferencia: es una visión que convoca y no divide,
con un crecimiento cada vez mayor por estar a tono con las soluciones y
exigencias del país. Nuestro sueño, que pertenece a todos, tenemos que
convertirlo en narrativa, en discurso político, en mantra. Hacerlo es una de
nuestras tareas en esta campaña, camino al 6D: narrarlo, transparentarlo,
dejarlo clarito ante propios y ajenos y, a través del voto, convertirlo en
realidad.
Es, en definitiva, echar el cuento de cómo
nuestro voto el 6 de diciembre puede construir futuro e integrar ambos sueños:
los sueños por los hijos de ellos y por los de nosotros, que es decir por
nuestro único y hermoso país.
Aixa
Armas
mujeranalitica@gmail.com
@aixaarmas
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