La
realidad cotidiana es una verdadera tragedia y el régimen pretende seguir
insultando la inteligencia de los venezolanos con el cuento de la “guerra
económica”, la conspiración y demás zoquetadas que repite como un borracho
impertinente.
Por
fortuna, aunque Nicolás Maduro destina el 70% de su tiempo a esa retórica irresponsable,
muy poca gente le compra el discurso, según los estudios de opinión. El problema más serio del gobierno es su
credibilidad, la cual se sustenta en la confianza. Acaso, luego de 15 años de
fracasos y mentiras ¿Puede alguien confiar en quienes han dilapidado una
colosal fortuna, han tenido todos los poderes, se han enriquecido obscenamente
y nos han conducido a esta onda crisis social y económica?
Si
fuera cierto que esta “revolución armada” ha sido permanentemente saboteada por
una “oposición escuálida” y luego de tantos años –pese a tener todo el
poder- no han podido evitarlo, entonces
también habría que salir de esa manga de pendejos. Si la culpa es del imperio,
luce inexplicable que los cubanos mantengan ese amorío con los gringos y al
mismo tiempo, sean nuestros principales aliados. Nadie puede entender que -si
el gobierno mantiene su hegemonía en los barrios- sea la escuálida oposición
oligarca quien organice los saqueos en el populoso San Félix y sea capaz de
penetrar a las poderosas fuerzas revolucionarias en cualquier barriada
venezolana, incluso en localidades tan distantes como la Goajira: otrora
bastión chavista donde ahora queman los retratos del “comandante eterno” y su
albacea.
Es
incomprensible que un gobierno que todo lo controla, que expropió centenares de
empresas de alimentos y tenga una vasta red de distribución, nos diga que la
escasez es culpa de los bachaqueros, como ahora llaman a quienes compran para
revender, sin ser la causa sino una consecuencia de la escasez. Sin embargo, el
gobierno desconoce la existencia de los bachaqueros como parte de la
sobrevivencia y en general, el discurso oficialista apunta a desconocer la
dramática realidad social. Todo esto erosiona la confianza.
Para
la burocracia del PSUV, quizás la peor noticia sea que muy pocos venezolanos
piensan que el gobierno sea capaz de revertir esta realidad.
Una
inmensa mayoría siente que el gobierno está incapacitado para ofrecer
soluciones. Por ejemplo, siente la inseguridad en carne propia y que el régimen
está atrapado en su propio discurso virulento, en un culto permanente a la
violencia.
El
país sabe responsable al hamponato gubernamental de la escasez, la inflación y
la acelerada pérdida del poder adquisitivo pero además está consciente de que
el cambio requiere algo que ya no puede brindar este gobierno: confianza.
En
efecto, solo produciendo bienes y servicios podemos acabar con la escasez y
derrotar a la inflación, lo que a su vez exige inversiones del sector privado
nacional e internacional, garantizar seguridad jurídica y una política
económica que permita rehabilitar al aparato productivo.
Es
claro que sin confianza no hay futuro y todos sabemos que es más fácil
construirla al principio -amparados en el beneficio de la duda y la presunción
de buena fe- que recuperarla una vez perdida.
En
fin, con los niveles de credibilidad y la incapacidad para generar confianza,
este gobierno está inhabilitado para impulsar el cambio que anhela el país y
garantizar una mejor calidad de vida al pueblo venezolano. Si, inhabilitado… ¡Que ironía!
Richard
Casanoova
@richcasanova
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