Buenas noticias. La oposición se ubica 23% por encima del oficialismo en
preferencias electorales y se ha mantenido relativamente estable como la
primera opción electoral durante el año en curso. Sin embargo, es vital tomar
nota, que el gobierno del presidente Nicolás Maduro sigue teniendo un piso
político sólido a pesar de la evaluación negativa que suscita el desabastecimiento, inseguridad personal y
alto costo de la vida. El respaldo a su gestión alcanza un 24,3%. Estos datos
se desprenden del último estudio llevado a cabo por la empresa Datanálisis.
Estas cifras, desde luego, son alentadoras
desde el punto de vista electoral. Sin embargo, se vienen a mi mente las
siguientes preguntas. ¿Expresan estos resultados una disidencia de índole
cultural? ¿Ese malestar, por ejemplo,
envuelve un rechazo a la cultura política que ha prevalecido en el país?
¿Existen los nutrientes que puedan alimentar la elaboración de una narrativa
cultural y política alternativa? ¿En fin, es de naturaleza exclusivamente
electoral el cambio que se procura? Bien amigo lector, entiendo que son
interrogantes complejas que requieren, igualmente, respuestas densas. En este
corto espacio, desde luego, no será
posible dilucidarlas a plenitud. Sin embargo, intentemos trazar algunas líneas
de reflexión en torno a estos puntos. Veámoslo, como una modesta contribución a
este debate que recién se inicia en el país.
Me parece que los demócratas venezolanos
requieren construir lo que el antropólogo Benedict Anderson definió como una
“comunidad política imaginada”. Lo de imaginada se refiere al hecho que los
miembros de la comunidad no conocerán
jamás a la mayoría de sus miembros y, la idea de comunidad, apunta a un
concepto de fraternidad e identidad en el plano cultural y simbólico. Esta
comunidad es una “persona” con un pasado y un futuro que nos trasciende como
individuos. Posee historia y propósito.
Desde luego esta última referencia no lleva a
preguntarnos sobre los referentes culturales a partir de los cuales crear este
sentimiento de pertenencia y activismo político. Ilustremos este punto con un
ejemplo de nuestro pasado reciente. Es indudable que el partido político Acción
Democrática logró conformar una “comunidad política imaginada”. A partir de
referencias rurales (Juan Bimba) y con la intervención de un número importante
de intelectuales elaboro un relato político exitoso que hegemonizó cultural y políticamente a la sociedad
venezolana hasta finales de la década del setenta del siglo pasado. Esa
narrativa se agotó.
El
chavismo, por su parte, ha intentado
revivir el núcleo fundante de esa narrativa (la idea de pueblo) y le ha
incorporado elementos litúrgicos extraídos de una visión parcializada de
nuestra historia militar. Este relato, igualmente, se ha cronificado y ha
disminuido su capacidad de interpelar a sus destinatarios.
La oposición democrática, hasta el momento,
carece de referentes culturales que proporcionen un horizonte nuevo de
significados a su propuesta política. Tengo la sensación que una porción
importante de su dirigencia milita en un pragmatismo despojado de códigos
alternativos a los dominantes ya agotados.
El tema es complejo y el espacio corto. Lo
que intento señalar es que es necesario dotar de referentes culturales urbanos
(música, poesía, literatura, refranero popular, cinematografía, etc.) a las
propuestas políticas. Lo electivo es necesario, pero desprovisto de la
dimensión cultural no forja la idea de un proyecto con ambiciones hegemónicas.
Una situación histórica que ayuda a ilustrar
esta idea es la transición política española. Este cambio fue cultural y
político. En ese orden. El ámbito de lo cultural se constituyó en un campo de
batalla. Construyeron referentes distintos a los que caracterizaron las
generaciones anteriores. Por ejemplo, la música fue uno de esos referentes de
la transición. La “movida madrileña” ejemplificó y retrato la profundidad de
los cambios que sustentaron la transición política española.
“Guayaquileño, madera de guerrero”, otro
ejemplo, fue la canción que entonaron
los manifestantes que tomaron esta
ciudad ecuatoriana el jueves 25 de julio.
En este orden de ideas, el Observatorio
Venezolano de las Autonomías (OVA), + Ciudadanos y el Centro Cultural Tadjú van
a respaldar un proyecto destinado a indagar sobre referentes culturales que
soporten la puesta en escena de una propuesta democrática. La idea es
investigar sobre los vínculos que puedan construirse entre unas expresiones
culturales latentes en la población y la
formulación de un proyecto político alternativo. Es nuestra intención
incorporar a otras instituciones que militen en la idea que la subversión
primero, es de naturaleza cultural y, después,
política.
Definitivamente, lo electoral debe tener un
sentido cultural y político. Y ese “sentido” debe obedecer a una narrativa que
se superponga a los hechos históricos.
En
fin, de lo que se trata es de crear una “comunidad política imaginada”
Esperemos, que así sea la política por venir.
Nelson
Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, SIN COMUNISMO UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE, ESTO NO PUEDE CONTINUAR, TERCERA VIA, DESCENTRALIZAR, DESPOLARIZAR, RECONCILIAR, DEMOCRACIA PARLAMENTARIA, LIBERTARIO ACTUALIDAD NACIONAL, VENEZUELA, NOTICIAS, ENCUESTAS, ACTUALIDAD INTERNACIONAL,
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.