Hay una razón poderosa para que los
colombianos, en estas trágicas horas para Venezuela, todavía sigan traspasando
ilegalmente la frontera que los trae de su país a Venezuela.
No es que de este
lado del Arauca consiguen fácilmente trabajo, como fue la tónica durante
décadas para buscar el empleo que no encontraban en su tierra, ni tampoco
porque al ser pagados en Bolívares conseguían ahorrar en moneda fuerte para un
retiro cómodo en su propio suelo, como fue el caso tradicionalmente.
Tampoco vienen
huyendo de la inseguridad de su país porque, aunque la guerrilla terrorista continúa
azotando a los vecinos, al comparar sus niveles de criminalidad con los de esta
sagrada tierra de Bolívar, Colombia más bien se asemeja al pacífico Vaticano.
Tampoco vienen a
invertir sus churupos de este lado de la frontera, porque ya no existe
actividad atractiva en nuestro país para los capitales y ahorros de los
colombianos. En el pasado, asi fue como centenares de pequeñas empresas de neogranadinos
se montaron cerca y lejos de la línea
que nos separa, animados por la capacidad de compra del venezolano y por la pujanza de un país que se expandía y
acogía bien las iniciativas de los extranjeros.
Venezuela se llenó
por años de colombianos trabajadores, dedicados, fenomenales artesanos, buenos
técnicos y pudimos beneficiar de varias generaciones de individuos
acostumbrados al esfuerzo y bien entrenados para disciplinas que el venezolano
de la era petrolera no manejaba. Plomeros, albañiles, electricistas,
talabartelos, zapateros, agricultores,
queseros, y podría continuar….
Otro importante
contingente de inmigrantes son aquellos atraídos por el fácil negocio de la
droga en este lado de la frontera, sin hablar de los muchísimos delincuentes
que ya saben que del Arauca para acá el imperio de la ley no existe y, por
tanto, Venezuela es el refugio ideal para criminales, ladrones y guerrilleros
que si son perseguidos eficientemente en su lugar de origen
Decia nuestro airado
Presidente la semana pasada que “entre enero y julio ingresaron a
Venezuela 122.000 colombianos, lo que el estimaba “el éxodo más grande que se
da en el campo migratorio en el mundo”. Estaba tan preocupado el mandatario
nacional que mandó a su Cancillera a entrevistarse con su homóloga colombiana
del ramo de asuntos exteriores para diseñar una “ política superior” ya que :
“también estamos llegando al punto límite que puede aguantar ese éxodo y esa
migración masiva”.
Alguno del equipo de
sabios que acompaña a Maduro debería explicarle lo que realmente pasa entre los
dos países, para que en lugar de desvelarse por la migración trasfronteriza, se
ocupe de otros problemas nacionales más acuciantes para la diaria vida de sus
compatriotas.
Alguien podría
hacerle ver al Presidente, que son las protuberantes distorsiones cambiarias
que tienen lugar bajo sus narices en este país las que animan a los colombianos de hoy a
traspasar la frontera para adquirir a precios regalados y subsidiados los
bienes que sus hogares consumen o para simplemente transarlos por decenas de
veces su valor en el mercado colombiano. Un lucrativo negocio se está armando
dentro de la binacionalidad para aprovecharse del desastre económico protagonizado
por la Revolución.
La cifra de 122.000 inmigrantes
colombianos del primer semestre de este año, de la que Maduro ha hecho uso, no
es un punto de referencia confiable, como ninguna de las otras variables que el
gobierno se inventa para justificar sus actuaciones. Es buena, eso si, para
crear un ambiente de rechazo - a lo Donald
Trump- en contra de los vecinos.
Aun siendo correcta la cifra, debería ser una
señal de alarma y al propio tiempo una buena razón para pensar en que al
enderezar los entuertos económicos, de seguridad y de imperio de la ley en la
revolucionaria Venezuela, este problema se resolvería de manera espontánea.
Alguien debería
soplarle en la oreja que quizá así logre detener el flujo de “indeseados”
colombianos hacia el país y, mejor que eso, podría conseguir que nuestros
mejores profesionales y nuestros jóvenes compatriotas que han huido a
refugiarse en la vecina y pujante tierra colombiana piensen en retornar al
terruño que los vio nacer.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
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