El pasado
miércoles, ofrecí –por Skype- una conferencia a estudiantes de la Pontificia
Universidad Católica de Ecuador, titulada “Realidad política Latinoamericana
con especial énfasis en Venezuela”.
Los promotores me
habían solicitado que explicara las razones de, a mi juicio, la irrupción del
chavismo en el país y la influencia de este en el giro a la izquierda de buena
parte de las naciones del subcontinente.
Hice un rápido
resumen de la historia reciente venezolana, partiendo de la Revolución de
Octubre de 1945, que abrió las puertas a la democracia, continuando con la
dictadura perezjimenista caída a la presión de masivas protestas y una férrea unidad
de todas las fuerzas políticas y sociales, el 23 de Enero de 1958, los
gobiernos de Betancourt, Leoni, Pérez, Caldera, Herrera y Lusinchi –que
transformaron a Venezuela- para detenerme en el fallido golpe de estado del 4
de Febrero de 1992, en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.
No ignoré la
inconformidad de algunos sectores de la población con la administración de
Pérez ni la deuda pendiente, como hasta ahora, con los más desposeídos, pero
precisé que la asonada militar no fue un hecho fortuito sino que comenzó a
gestarse cuando un grupo de dirigentes comunistas, derrotada la guerrilla,
resolvió infiltrar a jóvenes militantes en las Fuerzas Armadas en procura de
crear un núcleo base para en un futuro mediato copar el poder. Así, y hay
suficiente documentación que pruebe esta afirmación, ingresó Hugo Chávez a la
Academia Militar, y desde el primer día con otros que igual se vistieron de
cadetes comenzó con paciencia, sigilo y mucha tenacidad a captar primero,
organizar después a los cuadros que le llevaron a intentar, de una manera que
no se puede calificar sino como “chapucera”, derrocar a un gobierno
legítimamente constituido.
Lo trágico vino
después. Chávez pudo haber terminado como Tejero, aquel teniente coronel con
cara de homicida que tomó las Cortes españolas para, sin éxito, derribar a la
naciente democracia hispana, rumiando su fracaso en la cárcel donde debió
mantenerse, hasta el fin de su condena, por los muchos muertos que ocasionó su
accionar, pero fue liberado en Marzo de 1994.
Relaté a los
estudiantes que en una ocasión, solos los dos, le señalé al Presidente Caldera
que por su decisión de otorgar el sobreseimiento a Chávez era en buena medida
responsable de que este hubiese llegado a la Presidencia a lo que el viejo
estadista se defendió acaloradamente negando tal, explicándome que cuando
resolvió sacarlo del presidio todos los datos que disponía le llevaron a
concluir que carecía de respaldo popular y que no existía ninguna posibilidad
de convertirse en un líder importante. Palabras más, palabras menos, me indicó
que el verdadero problema se originó cuando los ricos de Caracas comenzaron a
fondear a Chávez, le abrieron sus carteras y financiaron su activar en la
convicción que luego podrían manipularlo y cogobernar con él. No contradije al
Presidente Caldera porque testigo que había sido de como muchos oligarcas
cortejaron y apoyaron irrestrictamente, a Chávez, –casi todos hoy viviendo en
el extranjero o arruinados- entendí que no le faltaba razón.
Reconocí lo tanto
que influenció Chávez desde la Presidencia, en el pase a la izquierda de
Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Uruguay y en menor medida Chile, pero
también advertí que eran distintos tipos de izquierdas y, más importante aún,
eran diferentes maneras de gestión gubernamental que podían exhibir hoy
infinidad de indicadores de progreso y prosperidad que lamentablemente no son
los de Venezuela, azotada por el desabastecimiento, la inflación, la
inseguridad, los malos servicios públicos y una caída generalizada de la
calidad de vida del común.
En la ronda de
preguntas, que fueron muchas, los estudiantes insistieron en conocer sobre las
guarimbas y las grandes movilizaciones, de los últimos años, que se han dado en
el país –emocionados los noté por las recientes manifestaciones en Ecuador que
obligaron a Correa a retirar leyes que limitaban los derechos individuales y la
propiedad privada- pero si bien observé que habían sido y son importantes,
mencioné que no cabe ninguna duda que, en nuestro caso, la única salida es la
electoral. Una joven quiteña –como lo
fue Manuelita Sáenz- más que preguntar hizo una afirmación final: “La oposición
va a ganar las elecciones próximas; ¿Verdad?”. Depende respondí: “si se
mantiene sólidamente unida, si presenta un mensaje común entendible, creíble y
generador de esperanzas, si se trabaja como poseso, si se conecta con los que
menos tienen, si es capaz de movilizar el descontento, si prepara el personal
que estará en las mesas electorales y si tiene el coraje para defender la
voluntad del pueblo”.
Luis Eduardo Martínez Hidalgo
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve
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