Desde que llegó
el chavo-madurismo al poder, pisando ya casi 16 años, han gobernado sin
obstáculos: han dispuesto de mayoría parlamentaria para que el Ejecutivo
disponga de leyes habilitantes cada vez que se les antoje. Han nombrado a los
titulares de los demás poderes garantizando de ellos la observancia a las
directrices del jefe del gobierno, al punto, que han hecho desparecer en la
práctica la separación de poderes que consagra la Constitución.
Al día de hoy un
terror se cierne sobre el gobierno. Un intenso frio recorre incesante unos huesos
que temblequean al ritmo que les imponen los sondeos de opinión. ¿Qué es eso de
la opinión pública? ¿A quién se le habrá ocurrido inventar las encuestas,
suerte de pronóstico acerca del mal que acecha a los gobiernos? ¿Cómo será eso
de gobernar con la AN en contra y dirigida por Ramos Allup o Julio Borges? ¿Les
dará por sacar a la luz pública los desagisados de Cilia, Cabello y otros?
Mientras intentan
despejar innumerables variables sobre las circunstancias presentes buscan
revertir lo que pareciera ser su inexorable futuro. La tragedia del presente y
las consecuencias futuras no les permiten atinar en una política de gobierno y
mucho menos electoral; sobre aquella, el desastre es monumental, y, sobre la
última, se viene edificando una derrota de graves proporciones.
En lo que se
comenta que una determinada encuesta ha señalado que el 84.3% de la población
evalúa la situación del país entre mala y muy mala, inmediatamente se recurre
al nacionalismo ramplón al grito de ¡el Esequibo es nuestro!, ¡fuera la Exxon!
Se oirán consignas y bravuconadas siempre y cuando no se ponga en peligro los
acuerdos con el Caricom. Boxeo de sombra, afirmarían los comentaristas.
Basta que Maduro
oiga que el 68.8% de los encuestados consideren que su gobierno no actúa para
resolver los problema del país, para que, una madrugada cualquiera, se decrete
la Batalla de la Cota 905, flamante Zona de Paz, en la que jefes de bandas
habían firmado un acuerdo de no agresión entre ellos -contra los demás todo-
bajo el auspicio de un viceministro.
Seguirán oyendo
las cifras que los enajenan, de modo que: retorcido en Miraflores pondrán en
conocimiento a Maduro de que el 55% de los venezolanos cree que él y su
gobierno son los responsables del desabastecimiento, y de inmediato solicitarán
inhabilitar a algún candidato opositor.
Ante todas las
cifras reaccionarán, pálidos y temblorosos, pero estarán reaccionando. No
importa que sus reacciones no cambien la realidad, en fin de cuentas, algo hay
que hacer. ¿Cómo se estremecerá esta burguesía roja cuando le recuerdan que
solo el 22% se autodefinen oficialistas?
Al gobierno no le
quedan muchos naipes en la mano para mantener el poder que han administrado
todos estos años. El desvarío gubernamental no les permite visualizar lo obvio,
lo que viene, que no es otra cosa que un nuevo tipo de relaciones políticas a
la que el Ejecutivo deberá someterse por decisión popular.
Nada raro se
asoma, en todo caso algo normal entre los demócratas, pero para los que
acarician el autoritarismo este tipo de relaciones les resulta oprobioso.
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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