Gracias a la combinación europea e indígena,
América Latina tiene algunas de las
expresiones culturales más diversas y vivas
del mundo.
La
pasión, la alegría y hasta el desorden
propios de la vida latina dan muestras de sociedades altamente creativas. Ello
se observa muy claramente en el ámbito artístico, donde la región ha sido
pródiga en un amplio grupo de destacados creadores, que se han convertido en
figuras de renombre internacional: Jorge Luís Borges, Gabriel García Márquez,
Miguel Angel Asturias, Mario
Vargas Llosa, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Octavio Paz, Diego Rivera, Frida
Kahlo, Mario Benedetti, Fernando Botero, Jesús Soto, Isabel Allende, Julio
Cortázar, y tantos otros, son una muestra al azar de que los artistas
latinoamericanos han logrado un lugar entre los genios universales.
Cada
uno de esos casos exitosos demuestra que cuando la creatividad de un
latinoamericano se expresa libremente, puede llegar a los niveles más altos de
refinamiento y calidad. Esa creatividad es un recurso latente de las sociedades
latinas, muchas veces sub-explotado. Todo camino de progreso debería tener en
cuenta esta variable como un elemento central, estableciéndolo como piedra
angular y vector imprescindible para el progreso de largo alcance.
La
creatividad individual es una ventaja comparativa de la cultura latina con
respecto a otras del mundo. Por supuesto, eso no significa una superioridad
absoluta, ya que al mismo tiempo hay factores que se constituyen en desventaja
al cotejarlos con los de otras culturas: el orden, la constancia o el trabajo
enfocado, por referir algunos ejemplos, nunca se podrán constituir en valores
diferenciadores, dado que otros lo hacen y seguramente lo harán mucho mejor. La
semilla creadora está disponible, a la espera de ser sembrada y cosechada, pero
en muy escasas oportunidades ha podido materializarse como una fuente de
progreso. En ese punto, la pregunta clave es: ¿Cómo liberar la creatividad? O,
dicho de otra forma, ¿Cómo lograr que la potencialidad creativa existente
comience a dar más frutos?
La
creatividad no surge de la nada: debe tener un campo fértil en el cual echar
raíces. Aunque la creatividad esté vinculada a un proceso primordialmente individual,
como complemento requiere de un ambiente social propicio. Por lo tanto, las
posibilidades de progreso de América Latina descansan en la eliminación de
todas las trabas que la dificultan, potenciando al máximo posible las
oportunidades de liberación del espíritu creativo personal. En este sentido,
resulta imprescindible el establecimiento de un marco de elevada libertad que
permita que la expresión creativa se expanda. Debemos, en estos términos,
señalar que se requiere de un ambiente donde las personas puedan intercambiar
libremente sus ideas y explorar áreas de
intereses comunes. Sin embargo, esto no pareciera totalmente suficiente. El
creativo no solamente necesita libertad para expresar ideas, sino también la
certeza de que tendrá la oportunidad de llevarlas a la práctica y, en caso de
ser exitosa, de apropiarse de los beneficios que de ello se deriven. Es
evidente que de no existir esa última precondición, el empuje creativo, o al
menos el estímulo para compartir la creatividad y las ideas, decaen
notablemente.
En
definitiva, no importa tanto cómo generar creativos, ya que se trata de un
recurso pre-existente, sino de cómo establecer el marco para que puedan
expresarse. Es en este punto, donde la libertad juega un rol de primera
importancia. Esa libertad es uno de los conceptos más ultrajados en nuestra
América. Desde la izquierda más retrógrada hasta la derecha fascista, esos
demagogos y dictadores violentos, todos han hecho uso el término para pretender
justificar sus actos y violar derechos humanos básicos. Fidel Castro, para
justificar que la libertad es un hecho de carácter colectivo y no individual,
expresó en un discurso: “La libertad es
sinónimo de patria, la disyuntiva es patria o muerte”. Eso contraviene el pensamiento de John Stuart Mill, quién señaló con mucho acierto:
“Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o
espiritual”. Las diferencias en esas definiciones, tanto en términos teóricos
como en sus resultados prácticos, resultan muy evidentes.
Concluimos, afirmando, que lo que ha sido
bueno para una cultura, puede no serlo para otra, de allí la necesidad de que
cada quién explore sus propios caminos.
César
Augusto Yegres Morales
caym343@hotmail.com
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