Fábulas
bíblicas aparte, lo corriente es que el grande aplaste al pequeño, sobre todo
si este empieza a retarlo con una honda.
Los
alemanes llevaban siete décadas sin ser realmente despiadados, carencia que
Angela Merkel acaba de remediar despellejando vivo a Alexis Tsipras, el primer
ministro griego. La idea no era apenas vencer a David, sino humillarlo, hacerlo
pomada.
El
arreglo de la madrugada del lunes está basado en varias mentiras. La más
notoria es que no habrá quitas a la deuda griega. Paja. Ya el propio FMI dijo
que esa deuda es impagable, o sea, que tendrá quitas tarde o temprano. Al
salvar en su momento a los bancos alemanes y franceses de sus cuantiosísimas
embarradas griegas, el grueso de la deuda del país pasó a pertenecer a los
estados de la unión. Estos redujeron los intereses al tiempo que engordaba el
principal. No obstante, la señora Merkel, con ese airecito de profesora
cuchilla de bachillerato, dijo nein! a la reestructuración, porque quería
llevarse el punto a sabiendas de que sus cuentas no cuadran por ninguna parte.
La
hipocresía se debe en gran parte a que Grecia no es el verdadero objeto de la
reprimenda. La tragedia del país donde se inventó el género consiste en ser
demasiado pequeño para amenazar de veras al gigante teutón. El ministro de
economía alemán, Wolfgang Schäuble, le dijo en 2010 a su par gringo, Timothy
Geithner, que el problema incluía a los miembros de la Eurozona en el sur.
Hasta Francia ha tomado nota. Italia y España, para citar dos casos
emblemáticos, tienen problemas menos graves que los griegos, pero mucho más
grandes. El mensaje de doña Angela es: vean lo que les hacemos a los réprobos.
Varios dignatarios han insistido en que la Eurozona es una familia. De ser así,
vaya familia esa que echa al hijo calavera a los lobos. La noción de liderazgo
predominante en Alemania es draconiana y, de ñapa, antidemocrática, en la
medida en que no toma en cuenta la opinión de los afectados.
Tsipras,
que no estaba en el poder cuando surgió la debacle, es a todas luces un
irresponsable, entre otras razones porque solo un irresponsable aceptaría el
puesto de primer ministro de su país en los tiempos actuales. Nadie niega que
los griegos fueron botarates. Lo que se discute es si había que acabarlos de
hundir para salvarlos. Un grupo muy prestigioso de economistas discípulos de
Keynes, entre quienes se cuentan Paul Krugman, Jeffrey Sachs, Dani Rodrik,
Joseph Stiglitz y Thomas Piketty, advirtieron, cada uno a su manera, que la
austeridad era una mala receta para salir de la crisis de 2008. Leyendo ahora a
los comentaristas alemanes, se ve que allá nunca consideraron nada distinto de
la austeridad. No sugerían Krugman et al, como se ha dicho, que los rescates
tenían que ser gratis, sino que un país como Grecia solo puede pagar si entra
en una espiral de crecimiento sostenido. Tras perder el 25% de su PIB en el
proceso de ajuste, equivalente a pasar por la Gran Depresión de 1929, Grecia
está más endeudada que al comienzo, cortesía del tratamiento de Schäuble.
Doña
Angela, en pago por su dureza, va a barrer en las próximas elecciones alemanas.
Otro cantar es si la Unión Europea se podrá reponer de semejante racha de
crueldad, decidida en pequeños cenáculos en Bruselas, lo más lejos posible de
los pueblos que tienen que sufrirla. Aunque Alemania es un país admirable, no
ha sido un líder. Ese papel le quedó grande.
Andres Hoyos
andreshoyos@elmalpensante.com,
@andrewholes
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