Tenía 22 años cuando en la colina de Monte Sacro, juró consagrar su vida a la liberación del continente latinoamericano. Juró por el Dios de sus padres, por ellos, juro por su honor y por la Patria, juró no dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma, hasta no romper las cadenas que nos oprimían… ¡Y lo logró!
Justificó la rebelión de los patriotas, porque el gobierno central había roto el “contrato social”, acusando a los Borbones de imponer leyes que establecían diferencias entre dos clases de pobladores del territorio, en detrimento de los criollos que se vieron despojados de la autoridad constitucional que les daba su código.
Su segundo argumento se refería a la política represiva adoptada por la Regencia, primero, y por el propio Fernando VII, a su regreso al poder. Bolívar en la carta de Jamaica afirma que todo lo que formaba nuestra esperanza, venía de ese gobierno central, que había terminado haciendo lo contrario: “…se nos quiere volver a las tinieblas… ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.
Esa es la realidad que describe el Libertador en 1815. La gesta libertadora pudo realizarse, porque al lado de Bolívar existieron grandes hombres movidos por ideales superiores, que soñaron con un país libre y que entregaron su vida por la causa.
A su lado estuvo el Generalísimo Francisco de Miranda, Sucre, Páez, Ribas y Urdaneta. Junto a ellos generales como Soublette, Mariño, Arismendi y civiles de la talla de Bello, Simón Rodríguez, Vargas, Luisa Cáceres de Arismendi o Josefa Camejo.
Terminamos la guerra de independencia, vinieron presidencias militares y civiles, caudillos, dictadores y gobiernos democráticos para que este pueblo, en el año 2015, con el socialismo del siglo XXI, termine repitiendo… “se nos quiere volver a las tinieblas”.
Con aciertos y desaciertos, con avances y retrocesos, en Venezuela se fue construyendo un Estado Nacional que puso fin al caudillismo y a las guerras civiles, el país lograba definir una institucionalidad y comenzar su modernización.
Con líderes como Betancourt, Villalba y Caldera comienza el siglo XX en nuestro país, ellos son los artífices de la estabilidad democrática.
Un sistema que le dio el derecho al voto a todos los hombres y mujeres, mayores de 18 años, que supieran o no leer y escribir, una democracia elegida por el pueblo a través del voto secreto y universal.
Que promovió y respetó la alternabilidad en el poder, donde libremente podían hacer vida los partidos con diferentes ideologías. Todos los sectores: fuerzas armadas, empresarios y comerciantes, trabajadores, gremios profesionales, los partidos políticos y las asociaciones civiles, contribuyeron a completar un proceso que fue haciendo solido nuestro país, que despertó respeto internacional y que fue una referencia democrática en la región.
Gobiernos que a pesar de los problemas aportan desarrollo, realizan obras de infraestructuras, diversifican la economía, construyen centros de salud modernos, realizan campañas de fumigación y vacunación, que erradican enfermedades endémicas.
Épocas donde se ven nacer Universidades por todo el territorio Nacional y se promulgan leyes que protegen los ciudadanos, donde se destaca la Ley del Trabajo, que permitió el derecho a huelga, los contratos colectivos, la estabilidad laboral y las mejoras salariales.
Las fuerzas armadas asumieron su rol de garantes de la constitucionalidad, permitiendo que los civiles construyeran la República… las armas dieron paso a la civilidad.
Todos los que se sucedieron tenían presente ese país, modelado por la historia, autor de una gesta libertadora latinoamericana. Un Estado que colaboró de manera incansable con los procesos de democratización que se daban por toda la región, defendiendo siempre su independencia y sembrando futuro para las nuevas generaciones.
Todo fue realizado por hombres, con sus grandezas y sus debilidades, nadie es perfecto, lo importante fue que siempre hubo esperanzas y la posibilidad de corregir el rumbo, cuando este se desviaba del camino deseado por sus habitantes.
Vivimos tiempos difíciles, hemos comprendido que la libertad no es un derecho adquirido, que es un proceso que debemos librar cada día, que hay que cuidarla, que no podemos destruir en la lucha la causa por la cual luchamos.
Aprendimos que es también un proceso de educación, de civismo y de oportunidades para todos por igual.
La libertad implica el respeto a la dignidad del hombre y al sistema democrático y hoy en día sabemos que la independencia se puede perder, cuando se instalan en el gobierno fuerzas dirigidas desde el extranjero.
Estamos inmersos en una nueva gesta de libertad, nuevos próceres protagonizan esta lucha y otras páginas se escriben de la historia.
Con Chávez y ahora con Maduro la injerencia de Cuba en los asuntos nacionales, ha puesto en peligro nuestra soberanía, con ellos involucionamos hacia el autoritarismo y al caudillismo, de nuevo se ha roto el “contrato social”.
El cinturón de miseria que ya existía ha crecido, luego de despilfarrar la mayor fortuna que ha ingresado al país en toda su historia. El pueblo sufre por la inflación galopante, por la escasez de alimentos y medicinas.
Los hospitales y los tratamientos se paralizan por falta de insumos. Las universidades se ahogan por la persecución y la disminución de presupuestos, la calidad de la educación corre peligro con las medidas demagógicas que apuntan a su deterioro cualitativo.
El cierre, la expropiación y la persecución de los medios de comunicación, de las empresas y comercios, somete a la población a la ignorancia, perdida de fuentes de trabajo y de su independencia personal.
La opresión educativa, psíquica y física, se hacen características de la acción de gobierno. La inseguridad personal, promovida desde las alturas del poder, la presencia “in crescendo” de colectivos, mafias y pranes han incidido en el aumento exponencial de la criminalidad.
La corrupción desbordada, el deterioro de la calidad de vida, la desaparición del principio constitucional de la separación de poderes, el autoritarismo, el irrespeto a las leyes y a la Constitución Nacional, la ausencia de una justicia imparcial, el narcotráfico, la impunidad ante los abusos del poder y los intereses extranjeros que son los que toman las decisiones en Venezuela, ponen definitivamente en peligro nuestra condición de pueblo libre.
Una herencia que vive dentro de cada uno de nosotros. La misma sangre libertaria corre por nuestras venas y por la de todos aquellos que creen en la fuerza de nuestra Nación, un pueblo que sabe que “hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.
Un pueblo con Fe en los valores, en la dignidad, en las aspiraciones, en los sueños, que sin lugar a duda refuerzan a quienes estamos luchando para poder salir del tirano.
Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com
@nelcasher
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