La fragilidad
económica e institucional iniciada hace quince años pudo ocultarse mediante un
insensato afán de malgastar y por una inflexible predisposición de endeudarse
ilimitadamente. Hoy todo está peor. La gente vive temerosa; acosada por la
incertidumbre de un presente incapaz de garantizar siquiera la vida misma. El
ideal alentado por un iluso que echó mano al más rancio populismo
latinoamericano quedó develado como lo que siempre fue: una farsa.
Hay goteras por todos lados. El honesto, gran mayoría, seducido valga el término por una obsolescencia planificada, percibe al país en bancarrota. No cesa la caída de las reservas internacionales hoy en 17 millardos de dólares mientras el gobierno echa mano a los ahorros del FMI descendidos de 3.200 millardos de dólares a 1.300 en menos de un mes. Aun así persiste o se amplía la deuda con aerolíneas, ensambladoras, laboratorios, papeleras; industriales de alimentos, medicinas, polímeros, baterías, entre muchos.
¿Cómo me afecta
ello?; ¡diría el pobre! El embudo económico y social, resistido o no asimilado
por la mollera gubernativa, abarca la movilización y búsqueda de materias
primas, conflictos por balanza de pagos, presiones para repatriación de
dividendos y utilidades, migración de talento humano (fuga de cerebros),
especulación con monedas y oro y repartición cambiante de los mercados
mundiales, sin entrar a considerar las secuelas políticas con calado
internacional.
La manipulación de
signo populista que el régimen logró instituir con fantástica destreza ya no
tiene efectos engatusadores pues no puede dársele al pueblo, entre otros, más
Dakazos. La dura realidad se vive en hospitales carentes de medicamentos y
atención médica; en largas colas de gente amanecida para adquirir algún bien de
consumo diario como harina o pollo; en calles atemorizantes por la transgresión
envalentonada de la delincuencia impune; en la desbaratada infraestructura como
vías y planteles educativos, etc.
El país se anega por
todas partes mientras el régimen, irritable y perezoso, se desentiende de las
goteras más notorias. Carece de instrumental suficiente y aptitud técnica para
cubrirlas. La cultura socialista arrasa todo lo que encuentra a su paso. Cubre
su ineptitud apelando al instinto primitivo del hombre que refuerza con
imágenes de fanáticos exaltados que prodigan equidad, aunque el ciudadano viva
el peor desfase social de nuestra historia republicana.
¿Qué tiene que ver el título del artículo con todo esto?. Durante su intervención en la clausura de la Cumbre de los Pueblos realizada en Bruselas, el Vicepresidente Arreaza señaló que Venezuela no representa amenaza alguna para los pueblos del mundo; que sí lo es contra el hambre, la pobreza; contra las situaciones que impiden acceso a la vivienda, educación, salud, etc.
Pero su arrogancia
fue más allá: “hoy invitamos a los países europeos a que estudien nuestro
modelo científicamente, que lo evalúen, critiquen, objeten, pero que reconozcan
lo positivo y ojalá puedan tomar algunas lecciones de ello". No sabemos si
su discurso, de paso fatalmente articulado, se enmarca en un premeditado
cinismo o en la bravata cotidiana de los oficialistas.
Está “sugiriendo” a
naciones devastadas por la guerra, que superaron buena parte de sus desgracias
en algo más de dos décadas, que forman parte del primer mundo, para que copien
el modelo que hunde a Venezuela. Diecisiete países europeos aprovecharon el
aporte de 12.500 millones de dólares (Plan Marshall), distribuidos en tres años
(1948-1951) para reconstruir el continente devastado. El ingreso de Venezuela
entre el 2000 y 2014 supera 80 veces la cifra del citado Plan mientras la
pobreza descuella por todos lados.
Por ejemplo Alemania
y Austria, arruinadas y ocupadas militarmente, se estabilizaron (Milagro
Alemán) no obstante requerir 4 millones de unidades de vivienda; atender las
víctimas de la guerra; crear y asegurar una base económica para 2 millones de
refugiados de la zona soviética; cuidar 600 mil niños que vivían en
establecimientos públicos; buscar capitales para restauraciones ineludibles y
acumular reservas para ciclos de recesión económica, entre muchas vicisitudes.
¿Algo que inspirar por parte del señor Arreaza?.
Miguel Bahachille,
miguelmer@gmail.com
@MiguelBM29
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