Iniciemos recordando las funciones del dinero: medio de pago--se puede usar para comprar bienes y servicios--, unidad de cuenta—los precios se
expresan en términos de dinero--, depósito
de valor—se puede ahorrar para transferir recursos hacia el futuro--;
funciones que se engloban en su condición de dinero fiduciario—es aceptado porque la gente tiene la confianza que lo podrá utilizar para
comprar--, siendo que cuando pierde su valor ante la presencia de una destructiva inflación incluida la no anticipada (asociada con la
incertidumbre), se induce un “desinterés”
por tenerlo tal como aconteció durante la hiperinflación alemana cuando
alguien olvidó un canasto lleno de billetes y se lo robaron…pero dejaron los
billetes al lado.
Ha de señalarse, que la emisión de dinero debe estar respaldada por la producción del país (antes
se hacía con oro), ya que en caso contrario esa emisión adquiere la condición
de dinero inorgánico herramienta a
la cual acuden los gobiernos cuando presentan déficit fiscal y no tienen
posibilidad de aumentar los ingresos por la vía tributaria (impuestos); o lo
que es lo mismo ¡necesitan dinero y
simplemente lo imprimen! Tal accionar, se traduce en inflación como malvada equilibradora y desestimuladora de ese deseo
por adquirir productos y servicios ¡que
no existen!, en razón de haberse aumentado excesivamente la emisión
monetaria sin que medie previamente un incremento en la oferta originando
obviamente un exceso de demanda o
inflación de demanda—la capacidad de producir se mueve a una velocidad muy
inferior a la de la demanda—al extremo que no puede ser atendida haciendo uso
de la capacidad de producción que estuviese ociosa; dejando por sentado que
cuando la velocidad de crecimiento de la liquidez
monetaria (monedas y billetes, depósitos a la vista, de ahorro y a plazo)
supera la capacidad de compra se
origina una pérdida de valor de la
moneda (el bolívar para nuestro caso) como consecuencia de esa inflación.
Así expresado, los principales efectos negativos de la inflación podemos
resumirlos en que el dinero pierde su
poder adquisitivo, el costo nominal de los bienes y servicios aumenta y se
hace presente el indeseable (pero obligante) “costo de menú”—ajuste de algunos precios para mantenerlos
alineados con la inflación--; en el entendido que la elevación de precios condiciona
desfavorablemente y de manera simultánea a los actores socioeconómicos: al consumidor le disminuye la capacidad de
compra, le restringe las posibilidades de ahorro y le estimula la desconfianza
hacia la moneda hasta inducirle una demanda
anticipada (compro ahora o nunca) colocando a la economía en un umbral hiperinflacionario; mientras que al productor le dificulta prever nuevas inversiones
ante la contracción del flujo de caja como reacción a unos precios congelados y
rezagados con respecto al aumento que experimenta la estructura de costos;
aunado al resquebrajamiento de los precios
relativos que elimina cualquier forma de comparación y de ¡competencia!.
Resulta conveniente mencionar, que la perversa emisión de recursos para financiar el gasto público (al margen de su pertinencia y eficiencia) y para mantener alto el tipo de cambio indujo que la inflación acumulada 1999-2014 alcanzara un 3.150%, la emisión de dinero inorgánico se moviera en un 9.600% desde un 4% del PIB en 2009-2011 a un 8% en 2012-2014 y la sobrevaluación se situara en un 2.600%; al tiempo que el financiamiento (compra de deuda) del BCV a PDVSA se ubicó a marzo 2015 en Bs 925.000 millones, mientras que la liquidez monetaria a mayo 2015 se ubicó en Bs 2.372.117 MM.
Desafortunadamente para la economía, y especialmente para el bienestar
de los venezolanos, el Gobierno continua aumentando el gasto público—sin contar
con ingresos ordinarios—provocando un déficit fiscal permanente (¡estructural!)
que luego intenta cubrir con emisión
de dinero inorgánico invadiendo, por una restricción de su autonomía, una
prerrogativa del BCV (¡nunca del
Gobierno!) a la luz de recibir bonos gubernamentales (¿?) y pagares de
PDVSA (¡!), complementado tanto con endeudamiento interno (pan para hoy hambre
para mañana) que a la fecha alcanza un monto superior a los US$ 60 millardos, al igual que haciendo
uso de las reservas internacionales (divisas
y oro) al extremo de reducirlas al 26/05/15
hasta US$ 17.390 millones (¡70%
en oro!) y situarlas al menor nivel alcanzado desde 1997; conformando una “crisis de balanza de pagos” que
terminará por derrumbar el régimen cambiario, habida cuenta de mantenerse una
paridad fija del tipo de cambio ¡sobrevaluada!—utilizándola como estrategia
antinflacionaria (¿?)—que ya resulta insostenible en razón a que el BCV no cuenta con dólares para mantenerla,
propiciando de tal forma un contexto de crisis
cambiaria que indefectiblemente conducirá a más devaluaciones a menos que se flexibilice y se deje flotar el
tipo de cambio (con eliminación progresiva del control de cambio) en un
escenario de adelgazamiento del Estado que
pase por rescatar la credibilidad en sus intenciones económicas, y muy
especialmente que ajuste la oferta
monetaria al monto de las reservas internacionales.
Concluimos con una interrogante: ¿hasta cuándo el Gobierno seguirá financiando el déficit fiscal con emisión continua de dinero inorgánico, estimulando la malvada inflación? De nuestra parte inferimos que la economía está a punto de colapsar, y que la ¡¡paciencia del venezolano se agotó!!
Jesús Alexis González
@jesusalexis2020
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