Los venezolanos, en
su gran mayoría, vivimos en desesperación,
en angustia, en desasosiego. Se ha vuelto ya una costumbre criticar al
gobierno y a este sistema fracasado de lo que nos pasa. Mostramos nuestra
indignación y despotricamos contras esta pseudo revolución. Pero no pasamos de
allí. Algunos piensan, incluso, que este atolladero no existe, y otros,
totalmente ciegos, si lo reconocen, lo ven como algo natural y necesario para
mantener una única forma de pensar.
El Estado, en vez de
ser un promotor del bienestar, se ha constituido en una barrera para
conseguirlo. En vez de mediar el progreso, el emprendimiento, de garantizar
realmente protección social y desarrollo económico, se ha empeñado, con este
comunismo disfrazado de socialismo, en imponer la pobreza a todos los
ciudadanos. Además, cosa terrible, ha impulsado una campaña para hacerle pensar
al ciudadano que actuar fuera de la moral, de la ética y de las leyes hace
funcionar mejor a la sociedad.
Es cuando necesitamos
afincar una esperanza en la educación, en la formación, en las luces, para
exponer, argumentar y persuadir que hay
otras opciones posibles. Con la educación podemos encauzar al ciudadano para
que aporte sus capacidades, su campo de influencia, sus retos, para mejorar su
vida, y para hacerle ver que a todos nos conviene movernos en un ambiente de
grandeza, alegre, que funcione realmente bien. Debemos afrontar esa costumbre
malsana, ese conformismo que está matando nuestras esperanzas. Podemos luchar
para desarrollar un sistema democrático auténtico, con respeto a las
instituciones, con la mejor distribución de la riqueza, con una justicia
limpia, con una actuación incorrupta de sus funcionarios.
Si el ciudadano
interioriza que una sociedad funciona mejor cuando la población tiene más razones
para cumplir las leyes que violarlas, que la revolución que logra cambios es la
que hace orientar su pensamiento y
acción hacia la educación de calidad, la seguridad pública, la igualdad
de todos ante las oportunidades, esa será la sociedad que será más fácil de
conseguir. Yo sigo manteniendo esa actitud, con mis ocupaciones como abogado,
como educador, como comunicador. Sé que aún estamos en un camino tortuoso,
quizá todavía atravesado de mayores obstáculos, de profundos abismos en sus
laderas. Pero me salgo de mi zona de confort protestando, trabajando, formando,
reflexionando públicamente, oponiéndome a lo que está mal, a no dejarme
inocular por la mentira, por la ideología del decrecer. En la sociedad del
conocimiento, de la divulgación tecnológica, de la educación expandida en la
calle, seguiré utilizando estos medios para no dejarme vencer por la maldad.
Porque lo que vivimos en Venezuela es una lucha del mal contra el bien. Yo sigo en este último bando. Los perversos algún día estarán en ese foso a donde nos quieren llevar a todos. Todavía podemos imaginar que podemos elegir nuevas posibilidades, mejores condiciones de vida, bienestar circulando en todos los estratos. Se podrán llevar nuestro dinero, el de todos los venezolanos, pero no robarán nuestra dignidad y la libertad de soñar por una polis de felicidad, de armonía, de aceptación, de riqueza integral y compartida.
Isaac Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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