“Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen; no burléis su confianza; no seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Id veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido y libertad a todos” Simón Bolívar
La Libertad del
hombre empieza por el respeto de sí mismo. Quien ha perdido su dignidad,
también ha perdido su libertad. La influencia de los conceptos de libertad y
dignidad en la estructura del hombre, es la fuente de los derechos humanos y la
existencia de estos que siempre han estado presentes. Su vigencia ha estado
determinada por la expresión, la traslación del sentimiento, la creencia en la
libertad y el sentirse confortado por la dignidad.
Ángel Sánchez de la
Torre, eminente jurista español
manifiesta en apretada síntesis que “la libertad es intento y logro de
una gran masa de virtudes sociales enraizadas en lo más profundo del ser humano
y por ello la libertad nunca es algo absoluto y espontáneo en la actividad o en
la ciencia humana, sino difícil cultivo de la dignidad personal de los
individuos y de los pueblos”. Este es el concepto contemporáneo de la libertad
vista desde el ángulo de la política social vigente, única dimensión en la que
adquiere proyección y fuerza coherente.
Mantilla Pineda, otro
calificado autor de textos jurídicos, en una de sus obras refiere que “ningún
filósofo de importancia ha pasado por alto el problema de la libertad. Platón Aristóteles,
los estoicos y San Agustín, el Aquinatense y Kant, Hegel y Bergson, Heidegger y
Nicolás Hartmann, es la mejor de las demostraciones. Lo cual prueba que toda
filosofía ha resuelto a su modo el problema de la libertad. El estoicismo, el
panteismo, el materialismo, el positivismo son filosofías negativas de la
libertad, mientras que el aristotelismo, el tomismo, el kantismo, el
existencialismo, la ética de los valores, son filosofías afirmativas de la
libertad.
Juan Jacobo Rousseau
refiere que” renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad del hombre, a
los derechos de la humanidad y aún a los
propios deberes. No hay indemnización posible para el que renuncia a todo. Tal
renuncia es incompatible con la naturaleza del hombre y priva de toda moralidad a los propios actos
quien priva de libertad a su voluntad”. Se trata de una realidad de hondo
contenido y significado político en un momento como el que vivimos actualmente
en nuestro país, por cuanto cobran vigencia para la vida ciudadana presente y
futura.
Por todo lo
anteriormente señalado, debemos tener siempre presente que la libertad
pertenece esencialmente a la persona y que tiene un contenido y un fin social,
y que esta libertad, tal como lo afirma Corts Grau, mantiene un sentido y
nervio que condiciona en todo caso su ejercicio.
Claro está que la
libertad tiene su escenario natural en una verdadera democracia, y es la
esencia de los valores intrínsecos que proclama basado en la garantía que debe
recibir de instituciones con sus legítimos poderes, derechos humanos, y
sustentado en el sufragio universal como genuina expresión de la soberanía
popular. Es decir, es una democracia pluralista, abierta, en la que el pueblo
tiene la oportunidad de manifestar su voluntad y de elegir a sus gobernantes y
representantes en periódicos procesos electorales realmente libres y
competitivos, enmarcado todo ello en un propósito o causa que se concreta en
derechos individuales y colectivos inalienables.
El profesor Henry
Vaivads en un estudio sobre los partidos políticos, sostiene que en Venezuela
existe una especie de discurso cotidiano sobre la crisis que atraviesa el país
y en tal sentido propuso un análisis, partiendo del supuesto de que los
partidos políticos manifiestan síntomas de lo que denomina “crisis de
legitimidad” o pérdida de aceptación por parte de los ciudadanos, para,
asociándolo a los niveles de abstención en los procesos electorales, observa un
índice en base a dos variables: una referida a la opinión que se tiene de los
dirigentes políticos, y otra a la que se tiene de la labor que realizan los
partidos. Los recientes acontecimientos que han ocurrido en el país en los
últimos tiempos, permiten pensar que en Venezuela privan las dos variables
indicadas por el Vaivads. De allí, que observemos la indiferencia de muchos
venezolanos, a tomar parte en los procesos electorales que se han originado en
estos largos y tediosos 16 años, lo cual ha permitido virtualmente que el
llamado socialismo bolivariano y marxista, se haya entronizado y se crea dueño
absoluto del destino y voluntad de un
pueblo, que hoy por hoy parece dispuesto a enderezar su yerros, tal como
lo demostró en la multitudinaria marcha que tuvo por escenario Caracas y 33
ciudades del país, el pasado sábado 30 de mayo.
Debemos tener muy claro,
que un régimen democrático es un régimen de transformación gradual y permanente
y que el discurso sobre el cambio y las reformas necesarias es predominante en
él, sobre todo cuando las instituciones públicas fundamentales están en
entredicho, como en los actuales momentos, pues Venezuela vive una desesperante
y angustiosa tragedia, que hace presumir que en un determinado momento se pueda
producir una quiebra en la disciplina y el orden social. Todo ello como
consecuencia de la incomprensión de quienes enquistados en el poder, no
comprenden que la democracia se caracteriza por un conjunto de procedimientos
para dirimir controversias, desacuerdos y conflictos en una sociedad plural,
por medio de la transacción, negociación, transigencia, todo lo cual hace
posible la posibilidad real de cambiar políticas de cualquier orden y
naturaleza.
La democracia en su
auténtica esencia, no es tanto un gobierno para el pueblo en beneficio del
pueblo, como alardea el oficialismo, que en forma autoritaria y poco convencional
pregona populistamente, por cuanto la verdadera democracia descansa en la
posibilidad y oportunidad del pueblo, de aceptar o rechazar a los hombres o
mujeres que aspiren gobernar.
Estamos cabalgando
sobre el vértice del tiempo, y los venezolanos cada vez que enfrentamos una
crisis, como la presente, tendemos más a magnificar y cultivar verdaderos mitos
políticos, como en el pasado cuando se eligió al difunto Hugo Chávez, y como
consecuencia estamos padeciendo la peor crisis económica, moral y política desde
la fundación de la república. Error que no debemos volver a cometer, y por el
contrario diagnosticar las verdaderas razones sociales, que nos han conducido a
esta deplorable y dolorosa tragedia, que para miles de compatriotas se ha
tornado en una horrible pesadilla. Bien lo decía el difunto abogado y amigo
Orlando Tovar: “El mito del militar salvador de la anarquía es una constante a
través de nuestra historia, tanto más peligroso por ser posible y tanto más
falso, porque la ineficacia de los gobiernos militares nos debería haber curado
de su existencia”.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de
Periodistas (CNP-122)
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