Los números negativos que muestran las
encuestas para el oficialismo están llevando al gobierno a apelar a todos los
mecanismos disponibles para el chantaje, la intimidación, el desestimulo y la
disuasión de los votantes opositores. Los rojos no quieren que los demócratas
acudan a las urnas electorales en los futuros –esperemos que sea pronto-
comicios para elegir la Asamblea Nacional. El último ardid cosiste en
aprovechar la Ley de Procesos Electorales de 2009 y la complicidad del Consejo
Nacional Electoral y del Instituto Nacional de Estadísticas, para manipular los
circuitos electorales con el fin de elevar hasta el infinito el costo de cada
diputado opositor y reducir a migajas el de los parlamentarios oficialistas.
Miraflores, CNE e INE se confabularon para poblar de diputados golilla el
Hemiciclo.
La estrategia es antigua y ha combinado
diversas trampas y métodos represivos. Defenestraron a María Corina Machado, la
diputada más votada en las elecciones legislativas de 2010. No se anduvieron
con sutilezas. Una integrante del órgano que representa la soberanía popular,
según la Constitución y la Ley Orgánica de Procesos Electorales, fue despojada
de su investidura sin que se respetara el debido proceso. Previamente habían
comprado a su suplente, un joven que pasará a la historia de la infamia en
Venezuela. Luego vinieron las agresiones contra Daniel Ceballos y Enzo Scarano,
dos de los alcaldes más votados en las elecciones de 2013. Más tarde
secuestraron a Antonio Ledezma, la segunda autoridad civil del Distrito Capital
y el burgomaestre más votado del país. Incluyo en esta lista a Leopoldo López
por su peso electoral, aunque para el momento de su arbitraria detención no
ocupaba ningún cargo de elección popular. El propósito de estos abusos consiste
en demostrar que el régimen puede desconocer la voluntad popular de los
votantes opositores, con la complicidad de las instituciones del Estado y sin
ningún costo político.
Al lado de las estrategias de choque se
encuentran otras más sutiles, elaboradas por matemáticos y estadísticos. El
fin: intervenir los circuitos electorales para adaptarlos a los requerimientos
del PSUV y de Maduro. El instrumento en esta ocasión es el Censo 2010. A partir
de este estudio nacional se proyectan las cifras de crecimiento demográfico de
cada estado y de cada municipio y, a partir de esta plataforma, de cada
circuito electoral. Ocurre que, de acuerdo con una maniobra fríamente
calculada, los circuitos que tradicionalmente se inclinan por los candidatos
opositores tuvieron un crecimiento poblacional menor que aquellos circuitos que
se decantan tradicionalmente por los aspirantes oficialistas. La consecuencia
es inevitable: se le reducen los diputados a los circuitos donde triunfa la
oposición para colocárselos a aquellos donde ganan los rojos; de esta manera se
distorsiona la relación entre la base poblacional y el total de los integrantes
de la Asamblea. La fórmula para despojar a la oposición y, en general, a los
ciudadanos de representantes populares es burda y artera. Solamente se explica
por el carácter profundamente antidemocrático y autoritario de los rojos. Así
se comportan los regímenes autocráticos. Sienten un olímpico desprecio por la
institución del voto y por la opinión de la gente. La soberanía popular solo
les sirve para ejercicios demagógicos en los que crean espejismos de
participación.
Los circuitos intervenidos –circuitos
Frankenstein- buscan reducir el impacto de la derrota electoral. Tratan de
controlar los daños, de modo que la inferioridad de votos no se refleje en la
composición numérica de la Asamblea Nacional. Una diferencia sustancial en el
número de diputados a favor de la oposición daría inicio a un acelerado proceso
de transición, aunque el régimen siga controlando el resto de los poderes
públicos.
El cálculo de los rojos parte de una
proyección lineal de los datos de elecciones pasadas. Ganarán donde
tradicionalmente lo han logrado; y perderán donde sistemáticamente lo han
hecho. La clave se encuentra en que el país ha cambiado radicalmente en los dos
años que Maduro tiene el poder. El caos y la ruina son de tal magnitud que los
rojos pueden derrumbarse hasta en los lugares que consideran antisísmicos.
El doctor Frankenstein fue víctima de su
propia creación. Tenemos que prepararnos para las elecciones y derrotar las
malas mañas.
Trino Marquez Cegarra
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
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