Jorge Luis Borges y su familia llegan a
Europa cuando estalla la Primera Guerra Mundial; residenciado inicialmente en
Ginebra, Suiza, el joven comienza el bachillerato.
A principios de 1919 la familia se muda a
España, iniciando en la isla de Mallorca, luego
Sevilla y, por último, Madrid.
Durante los próximos tres años Borges hará un
periplo de lugares, pletóricos de tendencias culturales y artistas
vanguardistas, impregnándose del expresionismo y del ultraísmo, este último
movimiento artístico, influenciará notablemente su pensamiento y obra de
juventud.
Con apenas 20 años, funda revistas, hace
traducciones, mantiene contactos con lo más avanzado del movimiento creativo
europeo, es corresponsal y colaborador de diversas publicaciones avant-garde de
España; su trabajo va parejo a su educación, profundizando con esmero su
conocimiento del latín.
Lamentablemente, fueron muy pocas las obras
de Borges que se conocen de este interesante período, ya que fueron destruidas
por él mismo (entre ellas, un libro de ensayos, Los naipes del tahúr, y uno de
poesía, Los salmos rojos).
"Yo era todavía anarquista, un libre
pensador y estaba a favor del pacifismo", confesaría años después,
recordando esa época de experimentos y riesgos literarios, aunque algunos
críticos señalan que se trató de su época "socialista".
En ese extraordinario cuento El otro,
perteneciente a El Libro de Arena (1975) y que trata de un encuentro entre el
Borges viejo y el Borges adolecente a las orillas de un río, el escritor nos
refiere que los Salmos Rojos aludían a la fraternidad de todos los hombres, a
la gran masa de oprimidos y parias “El poeta de nuestro tiempo- le refiere su
alter ego- no puede dar la espalda a su época”.
Aquel joven escritor recogía como una antena
las manifestaciones del expresionismo alemán, se convirtió en su difusor en
España en extraordinarias traducciones; le siguió la pista al imaginismo, al
cubismo, al futurismo, al surrealismo que, como bien decía, era un momento del
arte: "…matinalmente intuicionista, de superar la realidad ambiente y
elevar sobre su madeja sensorial y emotiva una ultra-realidad espiritual".
En Sevilla hizo contacto con un grupo de
escritores que se llamaban así mismos ultraístas y que se habían impuesto como
tarea renovar la literatura, desechando las formas y los cánones impuestos por
la cultura oficial.
De su breve ensayo titulado Al margen de la
moderna estética (1920), Borges define el ultraísmo: “El ultraísmo es la
expresión recién redimida del transformismo en la literatura. Esa floración
brusca de metáforas que en muchas obras creacionistas abruma a los profanos, se
justifica así plenamente y representa el esfuerzo del poeta para expresar la
milenaria juventud de la vida que, como él, se devora, surge y renace, en cada
segundo”.
Del mismo ensayo tomo prestadas estas líneas:
"Se nos ha querido imponer la obsesión
de un eterno y mustio universo, de ramaje agobiado bajo las grises telarañas y
larvas de pretéritos símbolos. Y nosotros quisimos descubrir la vida. Queremos
ver con ojos nuevos".
El ultraísmo dio pie para interesantes
experimentos con el lenguaje, en literatura fue la incursión del escritor al
fascinante mundo de la metáfora muchos de estos ensayos fueron tan complicados
y absurdos que perdían todo sentido, pero algunos abrieron puertas a otros
mundos.
Fue en la poesía y en la pintura donde se
dieron los más importantes hallazgos del ultraísmo y, dentro de lo poco que se
ha podido rescatar de Borges de estos vitales años de juventud, hay algunos
versos que subsisten y que dan fe de su genio desbocado, entre ellos esa rara
pieza Himno del mar que canta, entre otros versos:
Ansío
aún crearte un poema
Con
la cadencia adámica de tu oleaje
Con
tu salino y primeral aliento
Con
el trueno de las anclas sonoras ante Thulés ebrios de luz y lepra,
Con
voces marineras, luces y ecos
De
grietas abismales
Donde
tus raudas manos monjiles acarician constantemente a los muertos...
un
himno
Constelado
de imágenes rojas, lumínicas.
En una entrevista que dio a Georges
Charbonier, para la radio francesa en los años sesenta, Borges dijo de aquella
época: "Se quería imitar a poetas del género de Pierre Reverdy. Se quería
imitar a Apollineire, al chileno Huidobro... Creo que ese movimiento [el
ultraísta] no tiene ninguna importancia... estoy avergonzado de haber firmado
sus manifiestos".
En su vejez, mientras escribía los prólogos
para la Biblioteca de Babel y reseñaba la obra de Lugones, Borges comentó con
ironía la tendencia avanzada de su compatriota en hacer de la literatura un juego
verbal: "Quince años antes que la secta ultraísta quiso reducir la poesía,
tan diversa tan misteriosa, a una sola figura, la metáfora...", es una
dura autocrítica para uno de los períodos más fantásticos y poco conocidos de
este gran escritor latinoamericano, que murió renegando de él como la hijo no
deseado, y rechazado. –
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul
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