“La violencia acostumbra a engendrar
violencia”. Esquilo
(525 a.C – 426 a.C) Dramaturgo
griego.
No
hay sitio seguro en Venezuela. Estar en un espacio público es riesgoso. Las
áreas de universidades, liceos y colegios, en un pequeño descuido, son
visitados por los amigos de lo ajeno. En las calles, durante el día, no tenemos
seguridad y cuando cae la noche, hay que encerrarse en el hogar. Todos los
mortales, que habitamos esta tierra de (des) gracia, estamos en la línea de
fuego de la violencia criminal. En materia de seguridad, el régimen, perdió la
batalla con la delincuencia y eso es altamente peligroso. No hay noción de
seguridad. La realidad supera la imaginación.
El
régimen ha ensayado más de 20 planes de seguridad. Todos han fracasado. Ha
decretado zonas de paz, que se han convertido en terreno fértil, para que la
delincuencia actúe a sus anchas. No son zona de paz, hay violencia criminal,
robos, atracos, toda clase de fechorías y lo peor impunidad. El régimen, dice
tener identificadas las bandas, el Presidente Maduro ha reiterado, que se ha
reunido con muchas de ellas y los ha persuadido de que abandonen el delito e
incluso que entreguen las armas voluntariamente. La respuesta es el incremento
de la violencia criminal. ¿Ingenuidad? ¿Complicidad? ¿Alianza estratégica?
Vuela la imaginación.
Venezuela,
lamentablemente, pasó en estos últimos 16 años de INVOLUCIÓN chavista, a
liderar la lista cómo el país más violento del globo terráqueo. Un liderazgo
muy lamentable. El paraíso para vivir, visitar y recibir inmigrantes se
convirtió, por falta de gobierno, en un infierno dónde los nacionales habitamos
con miedo (No vivimos), los turistas nos ven con recelo y difícilmente se
aventuran a escogernos como destino y lo peor, buena parte de nuestros jóvenes
y profesionales emigran, por temor a caer bajo las balas asesinas de bandas
criminales por acción directa de estas o sencillamente por quedar en la línea
de fuego. Huelgan los ejemplos.
El
régimen está obligado, constitucionalmente, a garantizar la vida y bienes de
todos los venezolanos, nacionalizados, visitantes y transeúntes, pero ni lo
uno, ni lo otro, sino todo lo contrario. En la tierra de Bolívar estamos a la
buena de Dios. Las bandas delictivas le
decretaron la guerra a una ciudadanía inerme y sin protección de ningún tipo.
Estamos viviendo una especie de ¡Sálvese quien pueda! El miedo envolvió todos
los ámbitos de la vida nacional. No hay edad, sexo, religión, preferencia
política que esté a salvo de la violencia criminal. Es un estado general de
terror. Una especie de guerra civil.
El
régimen está obligado moral, ética y políticamente a establecer políticas de
prevención y represión para combatir esta descomposición generalizada. La gente
podría eventualmente, vivir con hambre, pero no con miedo.
En estos tiempos de INVOLUCIÓN chavista, el pueblo vive con hambre y con miedo. Un coctel muy peligroso para la estabilidad interna, que puede provocar un estallido social. Esta terrible situación, puede concluir en una tragedia nacional. El régimen, sin percatarse, también, está en la línea de fuego de la delincuencia. Todos somos víctimas. No olvidéis: la violencia engendra violencia.
José “Cheo” Salazar
sjose307@gmail.com
@Cheotigre
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