Con Mario Benedetti le cantamos a las madres
Venezolanas:
«Tus manos son mi caricia / mis acordes cotidianos / te quiero porque tus manos / trabajan por la justicia. / Tu boca que es tuya y mía / tu boca no se equivoca / te quiero porque tu boca / sabe gritar rebeldía».
En este tiempo de festejo, conviene pedirles
a todas las madres Venezolanas que
continúen dictando cátedra de coraje para que sigan siendo el brazo que impulse
a miles de luchadores en la interminable batalla por la libertad. Con el poeta
les decimos a todas las madres: «Tus
ojos son mi conjuro / contra la mala jornada / te quiero por tu mirada / que
mira y siembra futuro».
El Día de la Madre es
una buena estación para la ofrenda de reconocimiento a todas las mujeres. Es la
hora perfecta para que elevemos un Salmo
de Gratitud a todas las madres…
Gracias por su
audacia, gracias por su inmensa pequeñez, gracias por su libertad y por
enseñarnos a ser libres, gracias por su constante compañía. Gracias a las
madres por todo eso… Por engendrar nuevas vidas desde sus vientres y por
engendrar la Buena Nueva desde sus corazones.
Tomo las palabras de
Pablo VI para proclamar en la figura de
María, este Salmo de Gratitud a las madres: «María es una mujer fuerte que
conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio: situaciones todas
éstas que no pueden escapar a la atención de quien quiere secundar con espíritu
evangélico las energías libertadoras del hombre».
La palabra liberación posee, irremediablemente, sabor latino. Nos remite a este continente y a este suelo venezolano. Esta palabra, unida a la de María, nos habla de una simbiosis vital, de una complicidad de la María de Nazareth con las inquietudes, fatigas y esperanzas de estos pueblos agobiados por los abusos de las élites del poder. Han sido siempre las mujeres, las mujeres en su condición de madres, quienes portan el estandarte liberador en esta tierra.
Al volver la mirada a
los orígenes nos tropezamos con María, la humilde María de Nazareth como
expresión de la esperanza. María es la creyente israelita con la que finaliza
la caravana de los judíos que caminaban hacia el final de la historia. Ella
vive de la expectación, la vigilancia, el escrutamiento de los signos de los
tiempos y la confianza en la fidelidad del Dios liberador que nos prometió
estar al lado de los excluidos y distante del poder. María es el mejor sueño de
la tierra nueva. Gracias a la espera de María se empieza a cumplir la esperanza
y se inaugura la Nueva Creación.
Las Madres
Venezolanas de hoy son la esperanza en el presente de la vida
La María que engendra el Mesías, a pesar de su grandeza, no brilla, no busca deslumbrar; actúa en silencio pero actúa y esto es lo eficaz… María siembra y fructifica
Así hay miles de
Madres Venezolanas, así hay millones de Marías en Venezuela que siembran con
esperanza en este tiempo y esperan confiadas cuando la patria vive la hora más
desesperante de su historia.
La humilde María de
Nazareth vivió el calvario de ver a su hijo perseguido, humillado, atropellado,
excluido y crucificado. Lo que ella alumbró como expresión de vida, a quien siguió ciegamente y en quien creyó
con fe absoluta, ahora lo ve machacado, asesinado, borrado de la historia de
los hombres, convertido en un fracaso total.
Pero esta madre no se
vistió de luto para los restantes días de su vida. Con el temple excepcional de
todas las madres, en medio de la prueba siguió el camino de la cruz y asistió
con valiente presencia, de pie, ante el hijo inocente que fue condenado por el
corrompido poder judicial y asesinado
por las milicias que hicieron del monte calvario el escenario de la mayor
injusticia.
Hoy millones de madres venezolanas viven igualmente la esperanza en el corazón mismo del fracaso. Como María, millones de madres venezolanas se arremangan el corazón para andar por la vida bravamente, enseñándonos que la libertad y la vida se conquistan a punta de sacrificio y no esperando dádivas de los poderosos. En el Día de la Madre, reafirmamos que Venezuela es un suelo esencialmente mariano.
La figura de María en
Venezuela se siente palpitar y reviste, además, el colorido de una presencia
evangélica hecha mestizaje y en sintonía perfecta con las más hondas
aspiraciones de sus gentes.
Pedro Casaldáliga, el
poeta católico esboza en una plegaria los rasgos de María, el modelo de madre
genuinamente evangélica, universal y que se enraíza en la humanidad
sencilla, sufriente, excluida por los que tienen el poder,
marginada pero siempre gozosa y esperanzada: «María de Nazareth, esposa
prematura de José el carpintero, aldeana de una colonia siempre sospechosa,
campesina anónima de un valle del Pirineo, rezadora sobresaltada de la Lituania
prohibida, obrera sin calificación, madre soltera, monjita de clausura; niña,
novia, madre, viuda, mujer…
María nuestra del
Magníficat, queremos cantar contigo, ¡María de nuestra Liberación!»
Batimos el pañuelo
del saludo a todas las madres, empezando por María porque ella supo también
ser esposa, campesina, indiecita,
gitanilla, viuda y hasta monja...
María camina junto a
las madres de Venezuela en su marcha hacia la liberación de toda esclavitud…
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
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