Con la llegada del
petróleo, la Venezuela rezagada asimiló en 50 años las etapas que otras
naciones vecinas habían recorrido en más de un siglo. Entre 1948 y 1961 más de
600.000 refugiados europeos recibieron cédulas por primera vez. Eran
inmigrantes que progresaron con el sudor de su frente. Junto con la élite local
y los trabajadores criollos formales, forjaron la clase media actual que logró
sacar a tantas familias de la marginalidad. Esa misma clase que ahora es
combatida por haber logrado fortuna y bienestar.
En especial, durante la dictadura de Pérez
Jiménez, Venezuela se convirtió en la primera potencia económica de
Latinoamérica, tercera de América y sexta mundial. El bolívar superó al dólar.
Un editorial del The Caracas Journal leía: “Cualquiera que llegó a Venezuela en
1950 y no es millonario para 1970, debería hacerse examinar la cabeza [sic].
Sin embargo, no se sembró el petróleo, ni tampoco se hizo con las alzas de los
precios de 1973 y 1979. Después del derroche quedamos arruinados e hipotecados
y hoy en día vuelve a ocurrir lo mismo pero peor.
Basado en el concepto erróneo de justicia social, estos guerrilleros trasnochados imponen doctrinas descontinuadas por obsoletas, que transfieren fondos sociales los cuales no generan empleo o producción (misiones). Los aumentos y obligaciones salariales compulsivas y cambios en horarios laborales, no están diseñados para la economías informal y lo que hacen es provocar el cierre o la quiebra, de las micro, pequeñas y grandes empresas con el consiguiente desempleo e inflación.
¿Cómo puede ser
rentable una estación de gasolina que cobra cuatro bolívares por llenar el
tanque? ¿O cuándo los servicios públicos no dan ni para el mantenimiento, o
cuando el recibo de Hidrolago cuesta más que lo que cobra? Lo dijo Maduro, que
los obreros no están preparados para manejar empresas. ¿Entonces?
La conocida frase del despotismo ilustrado del título de este artículo, se aplica a este gobierno que con un Estado paternalista le promete a la gente todo lo que necesita para vivir, al tiempo que los obliga a llevar un estilo de vida pusilánime, en donde no hay oportunidades de crecimiento ni lugar para la iniciativa personal. Que oiga quien tiene oídos…
Ernesto Garcia Macgregor
garciamacgregor@gmail.com
@garciamacgregor
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