Para mí, liturgia y ritos siempre me han
resultado hechos secundarios, para mí lo importante es la conciencia de la
existencia de Dios rigiendo nuestras vidas, imponiéndonos normas éticas y
morales tan elementales como esas diez que engloban respetar el ser humano para
optar a ser considerado hombre en la amplia concepción de esa palabra
La semana pasada, en estos mismos espacios
publiqué una columna que titulé “Con un papa cosi…”. Hoy, y estrenado nuevo día
para mis publicaciones en DIARIO LAS AMÉRICAS, me siento obligada a tocar
nuevamente el tema y hacer una cronología ya que no es Bergoglio el único que
se postra ante los “encantos de los Castro”; esta erotización es una especie de
contagio que le da a muchos y del que las “santidades” no están exentas.
Embeleso con un jinetero histórico, un
indigno capaz de vender a dos generaciones de cubanos a cambio de poder
permanecer en el poder. Castro celestina del gran lupanar, donde por igual
ofrece carne adulta que niños y jóvenes… Castro y su prostíbulo para el goce de
cuanto baboso o babosa deje divisas para sus alforjas. Castro resucitado por el
tropero ladrón Hugo Chávez que saqueó las riquezas del pueblo venezolano, para
mantener una tiranía abyecta que varias generaciones de pendejos creen una
revolución… Embeleso del que ahora también goza el “hermanito Raúl” convertido,
gracias a indignos cómplices, en paladín de la democracia y los derechos
humanos.
Les cuento que por mi columna de la semana
pasada recibí muchos comentarios de apoyo y algunos de crítica, porque siempre
existen los ciegos, los temerosos, los incondicionales. Por eso es necesario
que repita lo que he dicho en cada ocasión que toco el tema: Amo a Dios y le
temo, porque estoy plenamente segura de su magnificencia más allá de las
componendas y manipulaciones que muchos hagan de él. Para mí, liturgia y ritos
siempre me han resultado hechos secundarios, para mí lo importante es la
conciencia de la existencia de Dios rigiendo nuestras vidas, imponiéndonos
normas éticas y morales tan elementales como esas diez que engloban respetar el
ser humano para optar a ser considerado hombre en la amplia concepción de esa
palabra.
Yo no creo en santones ni idolatro nada que
sea humano… No creo que pedirle a un Pontífice católico coherencia y caridad
hacia el pueblo cubano sea una blasfemia. Más blasfemo me resulta un Papa
compartiendo con un tirano, con un verdugo, con un asesino. Más blasfemo me
resulta que Bergoglio en esa Santa Sede que se nos está mostrando guarida (mayo
16 2015) le entregue a Mahmoud Ridha Abbas (el mismo Abu Mazen de su prontuario
terrorista) un medallón con la figura del Ángel de la Paz y le diga: “He
pensado en ti, que eres un ángel de paz”.
Pero seamos justos, primero fue Juan Pablo
II, avalando al jinetero histórico de Cuba. Castro que ha dado rango de
“generador de divisas” al viejo, viejísimo oficio de meretriz. El que
prostituye a la juventud cubana y siembra un jinetero o una jinetera en cada
familia cubana, imponiendo la humillación como elemento básico para comer
aunque sea mal pero tres veces diarias.
Quizá por seguir los mandatos de la alta jerarquía
vaticana, o a motus propio, también ese cardenalote cubano, tan cómodo al
tirano, no puede ser mejor aliado del verdugo Castro. ¿Quién puede pasar por
alto que Jaime Ortega Alamino ha sido un rastrero aliado de los sanguinarios
Castro?
Hay toda una lista de sacros santones que se
han ido a revolcar en el Mar de la Felicidad con el verdugo de Cuba… Otro
hipócrita se unió a Juan Pablo II, que no debemos olvidar que nombró a Castro
comendador de la Orden de Santa Brígida entregándole el gran cordón de Santa
Brígida de Suecia, patrona de Europa de manos de la Abadesa Tekla Famiglietti,
con loas y risas vergonzantes. Ese otro sacro fue el sucesor de San Andrés, el
Patriarca Bartolomé I Arzobispo de Constantinopla, de la Nueva Roma y Patriarca
Ecuménico, el que llegó a La Habana (22 de enero de 2004), a juntar manitas con
el asesino de un pueblo.
Bartolomé I invitado por Fidel Castro
disfrutó de la isla cárcel hasta el día 26 de enero de 2004. Y en tierra de
represión y terror inauguró la catedral de San Nicolás en la Habana Vieja
“ofrenda del pueblo de Cuba” según burlonas palabras de Fidel Castro en la
ocasión. Bartolomé I complaciente y permisivo patriarca más liberal que
ortodoxo.
Y no termino hoy este paseo por caminos de
complicidad. No imaginé que sería una serie, pero ni modo, hay mucha indignidad
y mucha hipocresía.
Por eso prefiero comunicarme con Dios en
silencio, prefiero comentarle a mi Dios el horror que me causa tanto hipócrita
hablando y actuando en su nombre… Pedirle que algún día, en cualquier lugar,
porque Dios está en todas partes, sin Bartolomeo I, sin Tekla Famiglietti, sin
Jaime Ortega, sin Bergoglio pueda darle las gracias por una Cuba realmente
liberada.
Eleonora Bruzual
ebruzual@gmail.com
@eleonorabruzual
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