El
pasado 6 de Abril los doctores Enrique Gómez Hurtado, Mariano Ospina Hernández e Ignacio Valencia
López, hijos de los Expresidentes
Conservadores Laureano Gómez, Mariano Ospina y Guillermo León Valencia,
enviaron una carta al Presidente del Partido Conservador en la que hacían un
crudo balance de la situación nacional y como consecuencia de ese análisis
piden a ese partido hacer oposición al nefasto gobierno de Juan Manuel Santos.
Obviamente
ese mensaje no tuvo acogida, pues ese partido perdió su norte y es un vulgar mercader de puestos y
contratos, a cambio del apoyo de la bancada conservadora a la entrega del país
al narcoterrorismo, proyecto del Foro de Sao Paulo que está siendo ejecutado
por Juanhampa. Es una gran lástima que el clamor de las bases conservadoras y
el empeño de algunos líderes de ese partido, como su excandidata presidencial
Martha Lucía Ramírez haya sido ahogado por la mermelada criminal del gobierno,
haciendo que el partido haya perdido toda justificación de existencia,
suicidándose, pues más allá de triunfos clientelares, un partido sin coherencia
ideológica y principios morales está destinado a morir, puede existir una
maquinaria electoral al servicio de
gamonales, como lo son todos los partidos políticos colombianos, a excepción
del naciente Centro Democrático, pero precisamente el impulso a una nueva
política que este partido está ejerciendo hará que la forma de hacer política
en el país se transforme por mera necesidad, y allí sucumbirá el Partido
Conservador de los vendidos parlamentarios conservadores, que quién lo diría
están jugando en beneficio de su peor
enemigo el comunismo. Cosas veredes Sancho¡
Pero
la claridad y profundidad del mensaje transmitido en esa carta, y pienso yo que
siendo ella elaborada por sabios de la política desde hace décadas sabiendo las
circunstancias actuales de su partido, es en realidad más que una petición
interna al Partido Conservador, un mensaje desesperado de alerta al país antes
que como el Titanic, naufrague en las aguas del mal llamado Socialismo del
Siglo XXI, versión edulcorada del mismo
estalinismo de siempre. Basta mirar a la experiencia de la vecina Venezuela,
para saber hacia donde nos quieren llevar las Farc, con Santos y sus secuaces.
Con
duras palabras los autores comienzan por recalcar la antinomia Uribe-Santos,
resaltando la labor que en sus ascensos al poder jugó el Partido Conservador.
“Los sentimientos conservadores han estado presentes en la política
contemporánea. Fueron ellos los que eligieron y reeligieron a Álvaro Uribe Vélez
y fueron los que cayeron, de buena fe, en la innoble trampa que con frialdad
espeluznante nos tendieron Juan Manuel Santos y sus secuaces, para obtener el
poder, entrando por la puerta de los ladrones”.
Prosiguen
indicando la tarea histórica de luchar contra el marxismo, sus derivados y sus
“ compagnons de route” :
“ Todas aquellas ideologías y las que luego surgieron enredadas en la maraña marxista, han ido perdiendo su razón de ser y solo sirven para registrar en el calendario de la historia una serie de episodios, no por lo dolorosos y sangrientos menos efímeros, si se les mira con amplia perspectiva. Los postulados de Caro y Ospina, que no fueron otros que los del Libertador y los de la filosofía perenne, están ahí y forman la estructura de ese ser cuya manifestación cultural presente somos los que en ellos seguimos creyendo y estamos dispuestos a acatar con nuestra acción”.
Concluyen
con un muy acertado diagnóstico sobre el problema del partido (que repito
trasciende al Partido Conservador y es un problema del país):
“Cuando los elementos que constituyen la base intelectual y moral de un quehacer político digno, no se hacen presentes con la brillantez y claridad necesarias, se aflojan las tensiones sociales. El partido pierde su forma reconocible, su dinámica, su capacidad convocatoria y, por ende, su aptitud para influir decisivamente en el destino de la República”.
Insisten
en el repudio del arrodillamiento del gobierno Santos al narcoterrorismo:
“Y si miramos con más profundidad el viscoso y clandestino proceso que se adelanta en La Habana en el que parece serán sacrificados los principios estructurales de nuestra maltrecha democracia, empezando por un punto que para los proxenetas de la violencia parece ser fundamental, el del establecimiento de unas reservas campesinas que sean libremente manipuladas dentro de las fórmulas comunistas que han practicado en la Unión Soviética, China, Camboya con tan funestos resultados; que continuará con la “adaptación” de las instituciones para que no sean obstáculo para el triunfo del neocomunismo tropical, que no ha merecido una sola opinión por parte del conservatismo así como la multimillonaria adjudicación de contratos y prebendas, con violación de claras disposiciones constitucionales. ¿Es que acaso la designación, en términos disciplinarios de seis generales de las Fuerzas Armadas, para que avalen sin voz ni voto, la desfiguración de las instituciones a las que han dedicado sus vidas, va a merecer la indignada voz de alarma del conservatismo?”
Señalan
que hay que hacer OPOSICIÖN a la forma en que se viene ejerciendo la política
en todas las ramas del poder público, para concluir con un párrafo de
antología;
“En forma no tan estúpida y bestial, estamos rápidamente tolerando la implantación de la dictadura del régimen, siguiendo los pasos de “mi mejor amigo” Maduro. Eliminada la independencia de los poderes y las gentes entrando a los corrales en silencio a esperar la hora del sacrificio. Ya el poder judicial dejó de existir; las Fuerzas Armadas no combaten, el Congreso espera las órdenes de palacio y los medios de comunicación, si quieren seguir operando, deben sentarse a consumir ‘mermelada’. Por todo lo anterior, nos sentimos obligados a dejar esta constancia”.
Es
esta alerta sobre la implantación de la dictadura, ante la sumisión
generalizada a la mermelada, el más
grave y angustiante llamado al que hace esta carta, y es por ello que lo
considero un mensaje trascendental al país, ojalá que se oiga antes de que sea
muy tarde para impedir la implantación de un régimen totalitario, como ocurrió
en Venezuela, y así como allá no se creía que el país pudiese llegar a ser una
segunda Cuba, acá no se cree que vamos impúdicamente por el camino de
Venezuela.
Alberto
López Núñez
alopezn62@hotmail.com
@alopeznunez
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