Ir al trabajo y volver. Tener tiempo para
estar con la familia, poder desarrollar ideas y proyectos. Caminar tranquilos
por la calle. Sentirnos seguros en nuestra casa. Dormir sin preocupaciones
cuando los hijos salen a divertirse. Que no te ataquen y te pongas preso por
pensar distinto. Saber que tu trabajo te va a estar esperando mañana. Asumir
que si te esfuerzas vas a alcanzar lo que te propones. Que tengas agua y luz
permanentemente en tu casa. Que tu salario alcance. Ir al supermercado y
conseguir los alimentos y productos del hogar y del vehículo, y saber cuánto
cuestan las cosas. Ahorrar e irte de vacaciones. Dejar un futuro mejor a
nuestros hijos. Que todos tengamos las mismas oportunidades.
Estas son las cosas básicas que suceden
cuando la política funciona en la vida de la gente. Cosas que nos permiten
dejar de preocuparnos por las reglas básicas, indispensables en cualquier
sociedad, y nos permiten construir una vida personal y colectiva que valga la
pena. Es entender la política como los cimientos de una sociedad donde, si los
políticos se ocupan de la base, los demás van a poder levantar el país con el
que sueñan. Lamentablemente, la política
de Nicolás Maduro y la chavista no parece entender estas realidades básicas.
Mientras la inflación carcome los salarios,
la respuesta oficial es enviar a militantes y militares a controlar los
precios. Al reclamo por transparencia y lucha contra la corrupción se reacciona
en forma política, luego está la manera como se eluden responsabilidades.
Contra el estancamiento de la economía y la falta de divisas, proponen que la
plata de evasores, narcotraficantes, y quién sabe qué otros transgresores y
delincuentes, ingrese al sistema con mayores beneficios que los del ciudadano
que siempre cumplió con sus obligaciones. Son todas medidas que generan nuevos
problemas y ninguna solución. Pero que además profundizan la sensación de que
la política puede discutir apasionadamente y encontrar argumentos para defender
cualquier bandera, pero no puede resolver los problemas más inmediatos.
Jorge Luis Borges, para una de las líneas de
su poema “Fragmentos de una evangelio apócrifo”, adapta una idea básica del
estoicismo: que lo único que importa, ya que es lo único que cada uno de
nosotros puede realmente controlar, es nuestra propia conducta. “Piensa que los
otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error”. Es un ideal
precioso, pero uno que fracasa cuando se relaciona con la percepción que cada
vez más personas tiene de la política.
No se puede correr el riesgo de pensar,
siquiera de manera hipotética, que alguien es justo si esa ingenuidad lleva a
la muerte, trágica e innecesaria, de un ser querido. Entender esa realidad es
remarcar que hay otras formas de hacer política que comienzan por las
necesidades de la gente y la llegada a la política de gente nueva, o por lo
menos requiere de un cambio de actitud.
Pensar que la política puede solucionar
problemas concretos no significa el fin de la épica. Todo lo contrario, es la
base para construir una épica distinta, que sirva a personas de carne y
hueso.
Sixto Medina
sxmed@hotmail.com
@medinasixto
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